Aridamérica

Las sociedades de esta extensa región semiárida, situada al norte de México, conservaron por milenios un modo de vida nómada y una subsistencia basada en la caza-recolección. Como las otras áreas culturales, Aridamérica comprende varias regiones con características propias, regionalización que en este caso fue determinada por ciertos matices en las condiciones ambientales y en prácticas culturales propias de cada etnia, uno de cuyos rasgos era el idioma. Esos grupos poseían numerosas lenguas, pertenecientes a familias como la yutoazteca y la hokana. Eso permitió a conquistadores y colonizadores españoles identificar la diversidad étnica que caracterizaba al área, en la que al momento de la conquista existían grupos como pericúes, pimas, guachichiles, conchos y tarahumaras. Una gran parte de Aridamérica se localiza en territorio de Estados Unidos, en donde se encuentran las regiones conocidas como Centro y Sur de California, Gran Cuenca, Noroeste de Arizona y Apachería. Los miembros de esta última, que se extendían sobre parte de los estados de Sonora, Chihuahua y Coahuila, se encuentran entre los últimos grupos nómadas en ser sometidos, lo que finalmente ocurrió en los albores del siglo xx. Además de la Apachería, en el territorio mexicano se encuentran dos regiones aridamericanas: la de Baja California –que incluye parte de la costa de Sonora– y la llamada Norte de México. Las condiciones ambientales de la zona determinaron en gran medida el desarrollo de los grupos que la habitaron. Por ser un área en la que parte del territorio presenta condiciones de aridez –aunque en su conjunto posea un régimen pluvial limitado y errático–, no tiene las condiciones ambientales adecuadas para el desarrollo de la agricultura. Cabe aclarar que, aun bajo ese esquema general de nomadismo y caza-recolección, existían diversos matices, tanto en la manera concreta en que desarrollaban sus actividades como en los instrumentos que utilizaban. Esto, en buena medida, era consecuencia de la variedad de medios ambientes, lo cual planteaba a sus habitantes exigencias diversas y modos distintos de resolverlas. Así, por ejemplo, en ciertos momentos y entre ciertos grupos existía una preferencia por la recolección sobre la caza, mientras que otros, como los seris y los grupos de Baja California, además de la recolección se dedicaban a la pesca y poseían los conocimientos suficientes para fabricar embarcaciones. La permanencia de esos grupos nómadas de cazadores-recolectores, más que como consecuencia de una falta de evolución cultural, debe verse como una exitosa adaptación y sobrevivencia ante un medio especialmente difícil. Para ello contaban con un instrumental básico pero de probada eficacia, lo que en sí mismo constituye un notable logro cultural. De cualquier modo, gracias a las crónicas de la época del contacto con los españoles se posee información sobre prácticas que denotan la existencia de complejos sistemas rituales. El tratamiento a los cuerpos de los muertos y, sobre todo, la gran cantidad de pinturas rupestres y petroglifos –con una enorme variedad de motivos, tanto naturalistas como simbólicos–, los cuales se distribuyen por toda el área aridoamericana, son ejemplo de un sistema de creencias más o menos elaborado. Entre los principios de nuestra era y el año 1000 d. C., una amplia franja de Aridamérica fue colonizada por grupos mesoamericanos que establecieron una gran cantidad de asentamientos relacionados con diversos desarrollos culturales. Es posible que esta expansión mesoamericana fuera consecuencia, entre otros factores, de una época de condiciones climáticas favorables. Los pueblos sedentarios mantuvieron una relación no exenta de conflictos con los nómadas de la región. En la época de la conquista, Aridamérica se extendía hasta el río Lerma y los asentamientos mesoamericanos del norte habían sido abandonados.

Tomado de Vela y Solanes, Arqueología Mexicana, Especial 5, Atlas del México prehispánico.