Epiclásico

Uno de los rasgos de las culturas mesoamericanas es su homogeneidad, derivada en buena parte de la existencia de un grupo dominante que marcaba la pauta sobre las prácticas del resto del conjunto social, lo mismo a nivel local que regional, como ocurrió, por citar dos ejemplos, con los olmecas y los teotihuacanos. Por el contrario, en el caso de las culturas del Epiclásico, la ausencia de un centro hegemónico –en este caso Teotihuacan– permitió el surgimiento de culturas con rasgos distintivos en una sola región y en una misma época, que ocuparon los espacios políticos y comerciales que dejó vacíos. Esas culturas, durante dos siglos, entre 700 y 900 d.C., compartieron el control del área que había estado bajo la hegemonía teotihuacana. Este momento de fragmentación del poder en el Centro de México y algunas zonas aledañas ha sido llamado Epiclásico. Éste se distingue por la proliferación de estilos regionales derivados de esa ausencia de un poblado hegemónico, así como por el surgimiento de nuevos centros de poder, cuyo esplendor sería relativamente corto si se compara con la larga duración de capitales como Teotihuacan y Monte Albán. A diferencia del periodo anterior, en éste las representaciones bélicas no son raras; de hecho, algunas de las principales ciudades, como Xochicalco, Cacaxtla y Teotenango, se encontraban en posiciones estratégicas, sobre la cima de cerros, y contaban con elementos defensivos que las hacían menos vulnerables. Ante la obvia inestabilidad y el clima bélico prevalecientes en la época, en su mayoría las ciudades del Epiclásico decayeron hacia 900 d.C.

Tomado de Enrique Vela, Arqueología Mexicana, Especial 34, Culturas prehispánicas de México.

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