Arqueología de El Salvador

Entre 900 y1000 d.C., la expansión tolteca impulsó a grupos nahuas hacia la costa del Pacífico de El Salvador. Los asentamientos de la cuenca Paraíso muestran fuertes afinidades con sitios mexicanos, entre ellas, estilos característicos de arquitectura cívica o ceremonial, efigies de tamaño natural del dios Xipe Tótec, una innovadora tecnología en la elaboración de objetos líticos en obsidiana y pedernal, y nuevos tipos de cerámica. En Chalchuapa se localizaron materiales arqueológicos, entre ellos una escultura de Chac Mool, encontrada en Laguna Seca; una escultura efigie de jaguar, en Casa Blanca; una estela en Tazumal,  y una escultura de Xipe Tótec. También hay presencia de obsidiana verde procedente del Centro de México (Pachuca), cerámicas para el comercio -de los tipos Tohil Plomiza y Nicoya Policroma- y puntas de proyectil bifaciales. Se han encontrado restos de cerámica policroma Mixteca-Puebla, la que siguió manufacturándose hasta la época de la conquista.

Los dos principales sitios en Paraíso, al norte del país: Cihuatán y Santa María, fueron colonizados originalmente alrededor de 900 d.C. por un grupo que construyó plataformas con templos en forma de T, pirámides con talud-tablero y juegos de pelota en forma de I, lo que indica otra invasión de hablantes de náhuatl.

Se cree que, entre 1200 y 1524, los principales impulsores de los movimientos de población hacia la costa del Pacífico de El Salvador fueron los pipiles nonoalcas. Aun cuando no se ha podido identificar arqueológicamente a los nonoalcas, se piensa que establecieron el poderoso estado de Cuscatlán, en pleno apogeo a la llegada de los europeos en 1524.

Tomado de Gregorio Bello Suazo Cobar, “La arqueología de El Salvador”,  Arqueología Mexicana, núm 79, pp. 66-71.

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