Biografía de un antiguo monumento zapoteca

Javier Urcid

Ésta es la breve historia de un antiguo monumento conmemorativo zapoteca: un bloque de piedra, de forma rectangular, con inscripciones jeroglíficas en dos de sus superficies, que durante mucho tiempo ha estado en el hospital Demetrio Mayoral Pardo (IMSS), en la ciudad de Oaxaca.

 

Los objetos siempre tienen una historia que contar. En ella, la materialidad constantemente entrelaza su devenir en formas inusitadas con un sinnúmero de lugares y sujetos. Ésta es la relación somera de la historia de un antiguo monumento conmemorativo zapoteca. Se trata de lo que originalmente fue un bloque de piedra, de forma rectangular, de 1.72 m de largo, 69 cm de ancho, y 23 cm de grosor, con inscripciones jeroglíficas en dos de sus superficies. El relato empieza en la actualidad para contar hacia atrás su historia. El lugar es la Dirección General del hospital Demetrio Mayoral Pardo, una moderna instalación del Instituto Mexicano del Seguro Social ubicado en la calzada Héroes de Chapultepec –a la altura de la Privada Reforma–, en la ciudad de Oaxaca, donde a diario entran y salen cientos de personas con paso bullicioso y acelerado. Excepto por las ocasionales miradas de curiosidad, ninguno de los usuarios o de los que laboran en esa parte del hospital se detiene a ver el objeto en cuestión (fig. 3). Tal vez el hecho de que esté roto, incompleto y erosionado lleve a considerarlo simplemente como una curiosidad inexplicable. La forma en la que se presenta tampoco motiva en el fugaz transeúnte un espíritu de entendimiento. A diferencia de la posición que debió tener en su contexto original, el monumento está de lado, inclinado y apoyado en un armazón de hierro. Todo esto lo hace aún más incomprensible.

 

El hospital Demetrio Mayoral Pardo

El objeto tiene unos 15 años en el hospital, aunque no siempre en el mismo lugar. La primera vez que lo documenté, se encontraba en la sala de Radiología. Fue Marcus Winter, colega arqueólogo, quien a finales de la década de 1990 me alertó de su existencia en tan inesperado lugar. La ventaja fue que, teniendo acceso a corriente eléctrica, fue posible documentar el bloque inscrito con luz artificial (fig. 4). Al término de la documentación tenía la sensación, casi un déjà vu, de que lo había visto anteriormente. Esa noche, al cotejar el catálogo de inscripciones zapotecas que desde hace años estoy compilando, me percaté de que ya estaba registrado.

En 1987, fortuitamente, en una calle cualquiera de la ciudad de Oaxaca me topé con Héctor Jara, artista amigo mío. En el curso del efusivo encuentro y del intercambio sobre lo que era de nuestras vidas, le comenté que me interesaba el estudio de las antiguas escrituras de Oaxaca, lo que inmediatamente produjo una respuesta intrigante. Me insistió para que lo visitara en la casa que rentaba pues ahí había una piedra con jeroglíficos. Días después me encontré tocando el timbre de un inmueble ubicado en la calle Crespo núm. 601, que actualmente es la sede de la Universidad José Vasconcelos. Tirado en el patio y en claro estado de abandono estaba el bloque. En ese entonces, por la manera en que se encontraba la piedra, los grabados en ambas superficies quedaban visibles, aunque los del canto estaban en posición invertida (fig. 5). La documentación se dificultó por los manchones de pintura amarilla y blanca en la superficie que daba hacia arriba, lo mismo que por los escurrimientos que se extendían sobre el canto grabado. La pregunta obligada a mi amigo fue: “¿A quién le rentas la casa?” “Al doctor Ignacio Bustamante”, me dijo. Igualmente me comentó que en pláticas anteriores con el doctor, éste le había dicho que antes de traerlo a la ciudad de Oaxaca, el bloque había estado como dintel en la puerta de una casa en Tlacolula, conocida localmente como “la casa de la piedra”. Sin imaginarme las implicaciones de estos datos, por años no tuve la oportunidad de retomar la pista sobre el “doctor Bustamante”.

 

San Marcos Tlapazola

Veinticinco años después de mi primer encuentro con el bloque, recibí un correo electrónico de Ellen Hoobler, colega historiadora del arte que en 2007 tuvo la oportunidad de estudiar el Fondo Alfonso Caso en el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM. Su mensaje incluía una fotografía que me dejó perplejo (fig. 6). ¡Era la toma de la misma piedra que he venido relatando, fracturada pero completa! Según la información asociada a la imagen, el bloque inscrito procede de San Marcos Tlapazola (distrito de Tlacolula) y perteneció a la colección de Adolfo Martínez Bustamante. Desafortunadamente no se sabe quién tomó la fotografía, cuándo, ni en dónde. Se puede apreciar que el bloque, colocado en forma similar a como se encontraba en el patio de la casa del doctor Bustamante, estaba apoyado sobre unos morrillos y dentro de un recinto construido con adobes. Por otro lado, parece razonable suponer una relación de parentesco entre Adolfo Martínez Bustamante y el doctor Juan Ignacio Bustamante Vasconcelos.

Para muchos de los habitantes de la ciudad de Oaxaca, ese último nombre trae el recuerdo de un gran médico y un ávido interesado en el patrimonio arqueológico de Oaxaca. De una familia ilustre, nació en 1917 y murió en 2001, a los 84 años. Durante la primera mitad del siglo XX, su padre, Manuel Bustamante León, fue dueño de la hacienda de Montoya, gran propiedad de 1 494 ha situada al poniente de la ciudad de Oaxaca que incluía, entre otros terrenos, la Plaza Principal de Monte Albán. A lo largo de su vida adulta, Juan Ignacio Bustamante Vasconcelos conjuntó una pequeña colección de objetos arqueológicos que hoy se encuentra en la Fundación Bustamante, en la calle Labastida núm. 117, en la ciudad de Oaxaca, y escribió ensayos, algunos publicados y otros inéditos, sobre algunos de los vestigios de la región. En la biografía que de él escribió Luz María Gonzáles Esperón, se relata que hacia 1948 ejerció la pediatría y “ayudó a muchas familias de Tlacolula, donde tenía gran número de amigos y compadres”. Además, fue una figura clave en la gestión de la construcción del hospital del Instituto Mexicano del Seguro Social en Oaxaca, el cual se inauguró en 1958.

Estos datos biográficos permiten suponer cuatro eventos clave: 1) que a principios de la década de 1950 el doctor Bustamante compró la piedra a un pariente, a un amigo, o a un compadre de Tlacolula; 2) que al quitarlo de la entrada en la “casa de la piedra”, el bloque se fracturó (es cuando se toma la fotografía ahora en el Fondo Alfonso Caso); 3) que durante su traslado de Tlacolula a la ciudad de Oaxaca, el pedazo menor se perdió, y 4) que cuando el doctor Bustamante dejó de ejercer como médico, mandó quitar los manchones de pintura en el pedazo mayor y lo donó al hospital que él mismo ayudó a fundar.

 

Javier Urcid. Doctor en antropología por la Universidad de Yale. Profesor asociado en el Departamento de Antropología de la Universidad de Brandeis, Boston Massachussetts.

 

Urcid, Javier, “Biografía de un antiguo monumento zapoteca”, Arqueología Mexicana núm. 128, pp. 72-77.

 

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