Chichén Itzá. Resultados y proyectos

 (1992-1999)

 

Peter J. Schmidt

Chichén Itzá ha sido objeto de numerosas investigaciones a lo largo de este siglo. Las más recientes han puesto énfasis en la obtención de datos que permitan el esclarecimiento de problemas pendientes, así como avanzar en el conocimiento del desarrollo histórico de esta gran ciudad.

 

Durante muchos años, Chichén Itzá ha sido uno de los objetivos principales de la especulación educada (y de la menos educada, también), de incontables disertaciones arqueológicas y de la afluencia masiva a la zona maya del público interesado en esa gran civilización mesoamericana. Se le ha restaurado en gran escala desde los años veinte de este siglo, y forma parte insustituible de ese gran cuadro que se desarrolla ante nuestra visión interna cuando hablamos o pensamos en el México prehispánico.

No obstante, es sorprendente lo poco que aun en épocas recientes sabíamos en realidad, o lo que podíamos afirmar con razonable seguridad, sobre asuntos tan básicos como la extensión de la ciudad, su cronología, su organización interna, sus estilos de arquitectura, sus artesanías y hasta sus textos jeroglíficos, tan relativamente frecuentes y tempranamente reportados. Incluso sobre la lengua de los itzaes hay desacuerdo entre los especialistas, y por lo que se refiere al papel histórico e intermesoamericano de Chichén Itzá hay tantas versiones como testimonios de interesados, que por lo general fechan los acontecimientos en épocas muy posteriores al florecimiento del sitio.

En el Proyecto Chichén Itzá se ha puesto énfasis en el esclarecimiento de problemas pendientes y en la necesidad de brindar una serie de informaciones básicas. Es preciso, por ejemplo, elaborar un mapa del asentamiento como unidad, y no sólo de los edificios más visitados; realizar una cronología estratigráfica; llevar a cabo un nuevo estudio de la cerámica, que había corrido con muy mala suerte en proyectos anteriores, y efectuar un registro arquitectónico exacto, por medio de la excavación completa de edificios “probados” o semidestruidos en el pasado.

Una de las tareas principales que están por hacerse consiste en la elaboración de un registro iconográfico, tan incluyente como sea posible, de este magnífico y enorme “códice de piedra” que significa para nosotros Chichén Itzá. La presión del desarrollo moderno y la rápida conversión de paisajes milenarios en parques turísticos (con o sin “eco”) o regiones industrializadas sub- rayan la urgencia de esta tarea.

 

Extensión, sacbés y plataformas

La ciudad está formada por una red de núcleos arquitectónicos de diferentes tamaños, más concentrados y monumentales hacia el centro, que se comunican entre sí por medio de un denso entretejido de sacbés (caminos blancos o artificiales, calzadas), de los que se han localizado alrededor de 75 en un patrón cruciforme, con centro en la Plaza del Castillo, similar al de otros sitios mayas de la península, como Cobá en Quintana Roo. Estos caminos pueden ser desde majestuosas vías procesionales con muros laterales, como el sacbé núm. 1 que lleva al Cenote Sagrado, o largas rutas de comunicación como la de casi 2 km que conduce al cenote Xtohil en el norte, o la de 7 km que va a Cumtún en el oeste, hasta cortos y angostos andadores cuyo propósito principal parece haber sido el de facilitar el paso por los frecuentes kancabales, hondonadas de suelo rojo pegajoso que se convierten en trampas en temporada de lluvia.

Los núcleos de construcción monumentales se concentran en el centro del sitio y se encuentran protegidos por murallas. Dada la cantidad de éstas y el gran número de guerreros que hubieran sido necesarios para  llevar a cabo una defensa efectiva, se les puede considerar en gran medida como impedimentos simbólicos, como mecanismos de exclusión o limitación de grupos sociales.

Entre los núcleos arquitectónicos medianos podemos contar actualmente más de 20, seguidos por otra serie de núcleos más modestos que no tienen la misma concentración de edificios representativos. Por último, tenemos una red de grupos constructivos formados exclusivamente por estructuras pequeñas, que supuestamente constituían las habitaciones que albergaban a la población “no palaciega”. Las casas, con base de piedra y techos perecederos, consisten por lo general en agrupaciones o aglomeraciones de cuartos rectangulares con banquetas en su interior. Es notable que no haya sido identificada una sola casa con planta absidal, que hoy en día son tan comunes como vivienda tradicional en Yucatán.

La excavación y consolidación de la entrada monumental del sacbé núm. 1 a la Plaza Grande del Castillo, provoca algo de la impactante impresión que la llegada al centro del poder de los itzaes debe haber causado a los vecinos visitantes de la metrópoli. Una barrera secundaria de mampostería cruda, que en cierta época cerró el paso al cenote, demuestra que la muralla simbólica, bajo la presión de circunstancias del momento, también pudo convertirse en una estructura protectora, suficientemente fuerte para considerarse efectiva contra el paso de gente.

 

Peter J. Schmidt. Doctor en arqueología. Director del Proyecto Arqueológico Chichén Itzá, Yucatán.

 

Schmidt, Peter J., “Chichén Itzá  Resultados y proyectos nuevos. (1992-1999) ”, Arqueología Mexicana núm. 37, pp. 32-39.

 

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