Cholula en tiempos de Cacaxtla. El péndulo del poder

Patricia Plunket Nagoda, Gabriela Uruñuela y Ladrón de Guevara

Con los reacomodos de poder a la caída del imperio teotihuacano, Cacaxtla sustituyó a Cholula como centro rector del valle de Puebla-Tlaxcala, y habrían de transcurrir dos siglos antes de que la ciudad sagrada de Cholula recobrara su antigua importancia.

 

Ainicios del siglo VII de nuestra era, la quema y destrucción de templos y palacios en Teotihuacan trajo cambios dramáticos para los pueblos del Altiplano Central mexicano. Al decaer el sistema imperial, sitios de menor importancia previa, como Cacaxtla, aprovecharon las nuevas oportunidades ofrecidas por el vacío político y económico para establecer su propia hegemonía en áreas circundantes. Cholula, sin embargo, no participó de ese proceso ascendente. Con una añeja trayectoria urbana que se remontaba al siglo I, Cholula había sido durante la época del dominio teotihuacano el centro magno del valle poblano-tlaxcalteca. Pero el dinamismo que entonces le había caracterizado y que culminó materializándose en el edificio de mayor volumen de América, la Gran Pirámide o Tlachihualtépetl (“cerro hecho a mano”), empezó a flaquear entre 500 y 600 d.C., quizá afectado por factores semejantes a los que debilitaron a Teotihuacan. Sus monumentos públicos experimentaron una violenta profanación –especialmente los del lado sur de la pirámide, en el Patio de los Altares–, tal vez a manos de iconoclastas descontentos con el orden establecido. La arqueología sugiere que en las décadas subsecuentes, sólo entre 5 000 y 10 000 habitantes quedaban en lo que había sido una pujante urbe de más de 30 000 personas.

Ignoramos la suerte de sus gobernantes y nobles, de sus sacerdotes, arquitectos, escribanos, guerreros, comerciantes y artesanos, pero es de imaginar que la destrucción en el templo principal acarrearía una marcada disminución de las ceremonias que atraían peregrinos, así como de las ofrendas y donaciones que requería la manutención del culto. Esto, aunado al cese de construcción pública, debió impactar negativamente en la economía, obligando a muchos pobladores a aceptar una calidad de vida empobrecida o a emigrar por falta de trabajo, lo que ocasionaría el abandono parcial de Cholula. Un pequeño segmento de esa población se refugió aparentemente en el cercano cerro Zapotecas. Quizás algunas de las familias nobles se mudaron a ese lugar por ser un emplazamiento defendible, donde además de sus casas construyeron un juego de pelota y pequeños templos. En general, en ese periodo posteotihuacano, el Epiclásico (650-900 d.C), es común encontrar asentamientos ubicados sobre elevaciones, lo cual sugiere un tiempo de considerable conflicto e inseguridad.

 

Plunket Nagoda, Patricia, y Gabriela Uruñuela y Ladrón de Guevara, “Cholula en tiempos de Cacaxtla. El péndulo del poder”, Arqueología Mexicana núm. 117, pp. 58-63.

 

 Gabriela Uruñuela y Ladrón de Guevara. Doctora en antropología (arqueología) por la UNAM. Profesora-investigadora en el Departamento de Antropología de la Universidad de las Américas Puebla desde 1984. Miembro nivel II del Sistema Nacional de Investigadores.

 Patricia Plunket Nagoda. Catedrática en la Universidad de las Américas Puebla desde 1986. Doctora por la Tulane University. Miembro nivel II del Sistema Nacional de Investigadores. Ha dedicado los últimos 25 años a la arqueología de Puebla con investigaciones en Tetimpa, Cholula y Atlixco.

 

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