Conservación de las obras de arte

Si la intervención humana en todos sus aspectos contribuye en gran medida en parte de la destrucción, también debe sumarse para la conservación. Legos  y especialistas estamos comprometidos con la preservación de nuestro patrimonio histórico y arqueológico. Para los pueblos que nos han precedido, las manifestaciones de su pasado estaban imbuidas del espíritu de lo extraordinario: mantenían el contacto del ayer, el hoy y el mañana en manera atemporal y siempre vigente. Se dice que Nezahualcóyotl escribió un poema acerca de la fugacidad de la vida; palabras y conceptos aplicables al arte:

Si es jade, se hace astillas,

si es oro, se destruye;

si es plumaje de quetzal, se rasga.

Y esas justas palabras tuvieron su contraparte -también extensible al arte en un anónimo poeta de Chalco:

Brotan las flores, están frescas , medran,

abren su corola.

De tu interior salen las flores del canto:

tú, oh poeta, las derramas sobre

los demás.

La obra de arte es como esas flores: se derrama sobre los demás. Nos da pautas para nuestra propia comprensión del mundo y nuestro desarrollo al pasar por la existencia. Nos permite afincar y enriquecer nuestra identidad al asegurarnos caminos vitales. No se duda: el arte es expresión inigualable y única de los pueblos. Revela, a través de las formas, la voluntad de permanencia; demuestra un despliegue de energía que sólo pudo haberse aplicado a una finalidad excepcional: hacer algo destinado a durar acaso eternamente; que no se astille, que no se destruya, que no se rasgue. Al preservar imágenes que encierran esa fundamental preocupación, la obra de arte comunica al hombre -materia, espíritu y orden cósmico- con otro hombre de otra época y lugar, que es también materia, espíritu y orden cósmico.

No en vano la obra de arte ha llegado hasta nuestros días con pujanza similar a la que le dio origen. Arroja luz, como las flores del poeta de Chalco, a nuestra identidad. Por eso nuestra obligación fundamental es conservarla. Es la raíz de nuestros vínculos con lo que hemos sido  y podremos seguir siendo.

 

Tomado de Beatriz de la Fuente, “La obra de arte conservar el pasado para fundamentar el presente”, Arqueología Mexicana núm. 74, pp. 18-25.

 

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