Copilco: una aldea del Preclásico sepultada por la lava. Exploraciones iniciales

José Ignacio Sánchez Alaniz

Copilco fue un importante sitio arqueológico del Preclásico en el sur de la Cuenca de México. Ubicado bajo el Pedregal de San Ángel –al poniente de la delegación Coyoacán– contiene restos arqueológicos que confirman su relevancia. Las primeras exploraciones sistemáticas fueron coordinadas por Manuel Gamio a partir de 1917 y siete años después Alfred Kroeber efectuó algunos sondeos arqueológicos. Ambas investigaciones confirmaron la existencia de un contexto cultural del “Arcaico”, sellado por la lava arrojada por el cono volcánico del Xitle.

 

Los trabajos más importantes en la región de Coyoacán se llevaron a cabo en las primeras décadas del siglo pasado, en los albores de la arqueología científica en México. Franz Boas, quien era director de la Escuela Internacional de Arqueología y Etnología Americanas, propuso a Manuel Gamio establecer la secuencia cronológica del Valle de México, en el que el Pedregal, formado por la erupción del Xitle, ofrecía importantes indicios de la cultura “Arcaica”. Así, bajo el auspicio de la Dirección de Estudios Arqueológicos y  Etnográficos –dependiente de lo que fue la Secretaría de Fomento y Agricultura– se realizaron recorridos en las canteras de San Ángel, Coyoacán y Tizapán, en las que se habían encontrado huesos humanos, figurillas y cerámica. El sitio elegido, dado su potencial para llevar a cabo “excavaciones metódicas”, fue Copilco, cuyas canteras pertenecían al Sr. José Miguel Gleason, quien autorizó la excavación en los siguientes términos:

Secretaría de Fomento

Estados Unidos Mexicanos

Al margen un sello que dice: –J.M. GLEASON.– Dic- 1917.– 2ª. Nuevo México, 51.– México, D.F.– Al centro:– México, Diciembre 6 de 1917.– Señor D. Manuel Gamio.– Director de Estudios Arqueológicos y Etnográficos.– Presente.– Estimado señor y fino amigo:– Habiéndome manifestado el Señor D. Gabriel Gamio, hermano de Ud. é Inspector de esa Dirección a su cargo, que para continuar las exploraciones en la Cantera del Rancho Cupilco, y Contongo que es de mi propiedad, era necesario el derrumbe y limpia de la citada cantera, por la presente doy a Ud. amplia autorización para que se efectúen en ella las obras que sean necesarias; en la inteligencia de que por ello no recibiré retribución alguna; en caso de encontrarse algún tesoro, espero me hará participe como buenos amigos.– Sin otro particular me es grato ofrecerme a sus apreciables órdenes como su afectísmo atento y S.S.

P. J.M. Gleason,– J. M. Gleason Jr.–

Es copia de su original que certifica el C. Jefe del Departamento de Arqueología,

México, Diciembre 13, de 1917.

J. Reygadas Vértiz

(en Zona Arqueológica Copilco v.a. Obregón, D.F. Exploración y Conservación, exp. B/311.32 (Z51-3)/1, legajo 1, México, 1918, Archivo Técnico de la Coordinación Nacional de Arqueología, inah)

Las exploraciones, que comenzaron el 11 de agosto de 1917 y concluyeron al año siguiente, fueron dirigidas por Gabriel Gamio, hermano de Manuel, que en aquel entonces era titular de la Dirección de Estudios Arqueológicos y Etnográficos. Se excavó a través de cuatro túneles o “socavones exploradores” cavados bajo la lava. La extensión de cada túnel varió, y la altura fluctuó entre 1.5 y 1.75 m y el ancho entre 2 y 2.5 m. A fin de obtener un control riguroso de los materiales culturales, se excavó por niveles métricos.

El día 11 de agosto se comenzaron las excavaciones en la cantera de Cupilco, junto a la Colonia de la Huerta del Carmen en San Angel (sic), debajo de la capa volcánica… Al hacerse estos trabajos pudo notarse perfectamente marcada en el terreno la presencia de tres capas: una roja color de consistencia de ladrillo, otra negra, como de tierra carbonizada y la última de consistencia tepetatosa. En las dos primeras capas se encontraron fragmentos de cerámica en gran cantidad y un pequeño busto de barro… (Toro, 1918, p. 3).

 

Los hallazgos

Entre los hallazgos más sobresalientes están los entierros –de adultos y de niños– excavados directamente en el suelo, en fosas cilíndricas (formaciones troncocónicas), o bien dentro de vasijas. Los distintos reportes señalan las precarias condiciones de conservación de los restos óseos; el más completo y mejor preservado se localizó en el túnel 3. De acuerdo con el estudio realizado por especialistas de esa época, se trataba de un individuo adulto, de sexo masculino, de unos 30 años de edad y una estatura de 1.65 m; estaba orientado de este a oeste, con la cara viendo hacia el norte, en decúbito lateral derecho; además, presentaba deformación craneana.

Las formaciones troncocónicas fueron cavadas en el tepetate, con un diámetro de entre 1.30 y 1.60 m, estaban rellenas de arena y cubiertas por cantos rodados de gran tamaño. Además de los enterramientos se localizaron diferentes objetos. Al respecto, Alfonso Toro, basado en los informes de Gabriel Gamio, escribió:

El 15 de Octubre [de 1917] prosiguiendo las exploraciones, se halló una excavación circular de 1. m. 60 c. m… rellena de tierra arenosa y entre ella varias figuras de barro, que desde luego clasificó el Sr. Manuel Gamio como pertenecientes a la “civilización arcaica o de montaña”, por ser verdaderamente típicas, medio anillo de hueso y un diente de Platygonus [jabalí]… (Toro, 1918, p. 5).

Asimismo, se observaron pavimentos de piedras, que bien podrían corresponder a pisos o cimientos de casas. Los informes señalan que esos elementos se encontraban próximos a la base de la lava, por lo que podemos asumir que correspondían al último momento de ocupación del sitio.

Entre los objetos recuperados había: figurillas y silbatos de cerámica, navajas, puntas y núcleos de obsidiana y en menor cantidad fragmentos de pedernal. También se encontraron algunas esculturas, así como metates, molcajetes y manos de piedra. Las investigaciones corroboraron que las evidencias culturales encontradas bajo la lava correspondían exclusivamente al llamado Arcaico o cultura Sub-Pedregalense, como lo propuso Manuel Gamio.

En 1924, por sugerencia de Manuel Gamio, Alfred Kroeber dirigió las nuevas excavaciones en Copilco, del 11 de marzo al 12 de abril. Centró su atención en varios puntos de los túneles (que en ese momento eran ya siete), y realizó calas de 1.50 m de ancho, 1 m de profundidad y 2.4 m de altura. La información le permitió establecer una tipología cerámica, y realizar comparaciones con otros sitios Arcaicos de la Cuenca de México.

En un punto situado fuera de la cantera y a pocos metros al suroeste del túnel 7 (excavación D), se registró un elemento arquitectónico conformado por tres hileras de cantos rodados que formaban “una burda escalera”, lo que sugería que podría corresponder a un altar, como los encontrados en esa época en los cuerpos superiores de la estructura circular de Cuicuilco explorada por Byron Cummings.

Debe mencionarse que a partir de 1918 Copilco fue habilitado como museo de sitio. Durante los cincuenta y sesenta, junto con la zona arqueológica de Cuicuilco y Ciudad Universitaria, fue parte de la ruta cultural más importante en el sur de la ciudad de México. El museo contaba con tres secciones principales: en la primera se destacaban los procesos geológicos y vulcanológicos; la segunda mostraba algunos enterramientos in situ, y en la tercera se presentaban nichos con materiales culturales del Arcaico o Preclásico y mexicas. Debido a la gran humedad y a las pocas condiciones de seguridad, el museo dejó de funcionar a principios de los setenta. A este respecto debemos señalar que el nacimiento de la arqueología científica en nuestro país está ligado estrechamente a la museografía; el mismo Gamio valoró la utilidad de los museos como espacios de conocimiento y exhibición de bienes culturales.

 

José Ignacio Sánchez Alaniz. Arqueólogo por la enah, con estudios de maestría en historia-etnohistoria en la misma institución. Investigador de la Dirección de Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicos e Históricos del inah. Dirige el proyecto “Copilco: un sitio arqueológico del Pedregal de San Ángel”.

 

Sánchez Alaniz, José Ignacio, “Copilco: una aldea del Preclásico sepultada por la lava. Exploraciones iniciales”, Arqueología Mexicana núm. 129, pp. 30-33.

 

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