Demografía, urbanismo y población. Cómo levantar un censo de los desaparecidos

Kenneth Hirth

Las preguntas históricas más elementales son: ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos? Ésta es la meta de la investigación arqueológica, y el estudio demográfico de los pueblos antiguos es una de las vías mediante la cual podemos llegar a contestarlas.

 

¿Quiénes eran? Ésta es la pregunta más recurrente cuando algún arqueólogo descubre un sitio prehispánico. La razón es simple: la gente quiere conocer a los otros, sean familia, vecinos o desconocidos recién llegados; queremos conocer a nuestros ancestros y a quienes construyeron los sitios antiguos. A partir de esa pregunta básica se iniciaron los estudios de población, que rápidamente se convirtieron en una útil herramienta para analizar cómo vivieron y usaron su entorno los habitantes del pasado.

El interés en la investigación demográfica es tan antiguo como la arqueología misma; ciertamente marcó la búsqueda de Troya emprendida tempranamente por Heinrich Schliemann. Conocía la existencia de Troya por las descripciones de batallas de Homero y quería identificar el lugar donde estuvo la ciudad y cómo fue realmente, en términos humanos. Sus exploraciones en el Mediterráneo occidental abarcan muchas décadas, durante las cuales encontró muchos otros sitios, cuyos constructores aún no habían sido identificados. Esto detonó a su vez nuevas investigaciones que partían de la misma pregunta: “¿quiénes vivieron aquí?” Nació así el interés por las poblaciones antiguas; aunque aún no se determinaba el curso que tomarían eventualmente las investigaciones demográficas.

 

La importancia de las investigaciones demográficas

 

En 1798 Thomas Malthus escribió su famoso Ensayo sobre el principio de la población, que le valió a la demografía el sobrenombre de “ciencia aciaga”. Malthus consideraba que el tamaño y la complejidad de una sociedad era resultado directo de la cantidad de alimentos que producía. El tamaño de la población no podía exceder la capacidad de los sistemas agrícolas de los cuales dependía; el futuro de la sociedad era aciago, según Malthus, ya que los humanos se reproducían con mayor velocidad que la agricultura que los sustentaba.

Esta idea estuvo vigente hasta mediados de los sesenta del siglo pasado, cuando se publicó un breve y trascendental estudio de Ester Boserup, Las condiciones del desarrollo en la agricultura. Si bien se centraba en las condiciones que dieron lugar al cambio agrícola, sirvió de plataforma para el lanzamiento de los estudios demográficos como parte de la investigación arqueológica.

 

Hirth, Kennerh, “Demografía, urbanismo y población. Cómo levantar un censo de los desaparecidos”, Arqueología Mexicana, núm. 121, pp. 40-48.

 

Kenneth Hirth. Doctor en antropología por la Universidad de Wisconsin-Milwaukee. Trabaja en el Departamento de Antropología de la Pennsylvania State University.

 

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