El centro de los otomíes

Rosa Brambila Paz

La región de Jilotepec, estado de México, considerada el "riñón" o centro del mundo otomí, fungió como doble frontera dentro de la geografía mesoamericana. Por un lado fue la zona que reunió grupos de cazadores-recolectores y altas civilizaciones del Altiplano Central, y, por otro, sirvió como amortiguador entre el imperio mexica y el tarasco. De tal manera, los grupos otomíes que la habitaron son revaluados en su papel histórico.

 

Motolinía, al relatar las versiones indígenas sobre el origen de los hombres, encontró que los otomíes descendían de Otómitl, el postrer hijo de la pareja primigenia que habitaba en las Siete Cuevas. En sus Memoriales escribió que los otomíes eran “.. una de las mayores generaciones de la Nueva España. Todo lo alto de las montañas alrededor de México está lleno de ellos, e otros pueblos muchos todos son de otomíes; el riñón de ellos es Xilotepec, Tula y Otumba”. Torquemada, otro cronista novohispano, consideró que sólo las provincias de Xilotepec y Tula eran esa parte vital de la historia otomiana. Esta región está emplazada al septentrión de la Cuenca de México, después de Cuautitlán; “comienza allí la grandísima provincia o reino de los otomíes, coge a Tepeji, Tula, Xilotepec, cabeza de este reino, Chapa, Xiquipilco, Atocpan y Querétaro, en cuyo medio de estos pueblos referidos hay otros innumerables, porque lo eran sus gentes y distintas de los mexicanos”, delimitó el mismo Torquemada en su obra Monarquía Indiana (vol. 1 , p. 393). Desde el punto de vista tributario, en las últimas décadas del siglo XV era una unidad territorial formada por el mismo Jilotepec junto con Tlachco, Tzayamalquipa, Michmaloya, Tepetitlan, Acaxochitla y Tecozaulla, todos con el grado de pueblos. A este listado hay que agregar Gueychiapan, Atlan, Ticlápida culutlicatzia, Acagulcingo, Tlechatitla, Tiltmiepa; "los cuales eran pueblos de la provincia de Xilotepec, y en ellos había guarniciones de gente de guerra contra los indios chichimecos", según la Relación geográfica de Querétaro. En los primeros años de la Colonia también conformaban esta región: Tasquillo, Alfaxayuca, Nopala, Aculco, Acambay y Villa del Carbón.

 

El riñón de los otomíes

En la época de los cronistas era frecuente aplicar la palabra "riñón" al interior o centro de un terreno, sitio o lugar. Y, en efecto, Jilotepec, estado de México, fue el núcleo del mundo otomí. Tlaxcala, el valle de Toluca, Michoacán, Jalisco, Guerrero, la Sierra de Puebla son sedes de diferentes poblaciones otomianas pero el corazón se encuentra en la región de Jilotepec, que en lengua ñha-ñhu se nombra Mandenxi. En el siglo XVI, las poblaciones de esta provincia, junto con las del Acolhuacan, reunían a más de un millón de otomíes. Jilotepec era el lugar de origen de los pobladores de Ueypochtla, Axocopan, Yetecomac, Tezcatepcc e incluso de Acámbaro, y proveyó de "veinte casados para poblar Alahuistlan y Oztoman". En los primeros siglos de la era española continuó aportando gente, pero esta vez hacia el norte; de Jilotepec salieron los caciques conquistadores otomíes para colonizar tierras "chichimecas".

La localización en un mapa actual de estos poblados muestra un territorio que abarca todo el noroeste del estado de México, el sureste de Hidalgo, el sur de Querétaro y parte del Bajío. Esta amplia región va desde la Sierra de las Cruces hasta las estribaciones de la Sierra Gorda. En esta superficie hay diversos ambientes, por lo que no conforma una unidad ecológica. En ella nacen los escurrimientos y arroyos que forman el sistema Tula/ Pánuco y por ahí cruzan las elevaciones que separan las aguas del sistema Lerma/Santiago. La topografía, el clima y la hidrografía marcan diferencias en los tipos de suelo, flora y fauna.

 

Rosa Brambila Paz. Investigadora del INAH desde 1973. Hasta 1985 se desempeñó como curadora de l as colecciones de Teotihuacan del Museo Nacional de Antropología. Investigadora de la Dirección de Etnohistoria del INAH, donde desarrolla el proyecto “La provincia tributaria de Jilotepec”. Sus investigaciones están enfocadas desde el punto de vista de la territorialidad de los grupos sociales.

 

Brambila Paz, Rosa, “El centro de los otomíes”, Arqueología Mexicana núm. 73, pp. 21-25.

 

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