El culto a las deidades de la lluvia en la Montaña de Guerrero

Samuel Villela Flores

En la región interétnica conocida como Mixteca nahua tlapaneca o Montaña de Guerrero se practican actualmente rituales propiciatorios a las deidades de la lluvia que tienen como fundamento una cosmovisión centrada en el cultivo de la milpa. Estos rituales, con una vigencia muy extendida entre los pueblos de la región, se sustentan también en una mitología centrada en la figura de San Marcos y su felino, así como en el simbolismo de la cruz.

 

En tanto la cosmovisión de los grupos campesinos de la Mixteca nahua tlapaneca está centrada en el cultivo a la milpa, su religión tiene un carácter marcadamente agrícola, por lo cual está regida por deidades y entidades sobrenaturales que –se cree– controlan a los agentes y fuerzas de la naturaleza: el viento, la lluvia, el rayo, el trueno, la fertilidad de la tierra. Esas deidades devienen de mitos sobre el origen de la agricultura y de la lluvia, así como de las creencias en cuanto a la conformación del mundo en torno al trabajo agrícola y los agentes naturales.

Entre los grupos indígenas de la Montaña de Guerrero, además de los santos patronos de cada pueblo, tenemos como principales deidades a San Marcos y la Santa Cruz.

 

El culto a San Marcos

 

Según el mito, San Marcos es el héroe civilizador que dio la semilla del grano básico a los grupos campesinos, con lo cual se configura una continuidad desde la tradición mesoamericana. Arropado en la figura del santo cristiano, lo encontramos en una yuxtaposición, una amalgama de creencias que forma parte medular de la religiosidad indígena. El santo es reconfigurado a partir de atributos campesinos; porta su bule para el agua y sostiene una mazorca y una calabaza, como puede vérsele en las comunidades nahua de Coachimalco y mixteca de Tototepec. En su advocación de San Marcos evangelista, le acompaña un león que será resignificado en la figura de un jaguar, tal como lo encontramos en el par de felinos que flanquean a una representación dual de dicho santo, en la iglesia de la comunidad na savi de Mixtecapan, municipio de San Luis Acatlán. 

En la otra forma en que se le encuentra, paralela a la antes descrita, tenemos a los San Marcos o San Marquitos, ídolos prehispánicos que seguramente desempeñaron un papel idéntico en la sociedad mesoamericana, esto es, fungieron como deidades agrícolas y de la lluvia.

Esos San Marcos se nos presentan, a su vez, en dos formas: con carácter antropomorfo –sobre todo de filiación ñuiñe– y de forma esférica, en que grandes esferas de piedra representan, también, a las gotas de lluvia. En cuanto a los orígenes de esta representación tenemos la siguiente referencia mítica:

 

Un día Marcial Cruz preparándose para ir a su milpa. En sus morral llevaba alimento que le había preparado su mujer y en su mano llevaba su machete.

Cuando llegó a su terreno en “Arroyo Trueno”, empezó a deshierbar cuando de pronto escuchó voces y risas, pero como no veía a nadie cerca del lugar continuó con sus labores, no obstante las voces también continuaban. Más tarde Marcial localizó el lugar de donde venían las voces, se acercó y detrás de unos arbustos descubrió unas piedras que hablaban. Las piedras le dijeron a Marcial que eran hijas del trueno, que cuando llueve ellas son las que hacen tronar el cielo, que eran portadoras de vida; y que si él les hacía fiesta, ellas a cambio le proporcionarían buenas lluvias, buenas cosechas y salud para su familia (Castro Domingo, 1994).

 

De tal manera que aquí encontramos el referente sobre los orígenes y función de dichas piedras, así como de la ofrenda que ellas requieren para entregar sus dones a los hombres.

Entre los na savi o mixtecos (pueblo de la lluvia), San Marcos es conocido como Nú Savi Tché –dios de la lluvia–; entre los me’phaa o tlapanecos, se le identifica como Akuun Iya o Bego –también, dios de la lluvia–; mientras que entre los nahuas se le reconoce con el nombre cristiano. Mas entre estos tres grupos, en su relación con cerros y cuevas, su nombre es sinónimo de “ídolo”, con lo cual representa a la principal deidad agrícola y de la lluvia, por lo que es la figura central en los rituales de petición de lluvias que se celebran el 25 de abril en la Montaña alta –sobre todo–, aun cuando también tiene presencia significativa en los rituales que se practican en la misma fecha entre los nahuas de la Montaña baja (los municipios de Chilapa, Zitlala, Atlixtac y Ahuacotzingo). 

 

Villela Flores, Samuel, “El culto a las deidades de la lluvia en la Montaña de Guerrero”, Arqueología Mexicana núm. 96, pp. 69-72.

 

Samuel Luis Villela Flores. Maestro en etnología por la ENAH. Profesor investigador en la Dirección de Etnología y Antropología Social (INAH). Coordinador del proyecto “Guerrero”, dentro del proyecto nacional “Etnografía de las regiones indígenas de México en el nuevo milenio” (Coordinación Nacional de Antropología/Conacyt).

 

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