El Edificio Funerario de Atzompa

Nelly M. Robles García, Jaime Alberto Vera Estrada, Eduardo García Wigueras Ibarra

En el Edificio 6 (Edificio Funerario) de Atzompa se aprecian aspectos poco vistos en otros edificios del sitio, como una gran cantidad de piedra en la fachada principal, puntas de proyectil fracturadas, cerámica de tipo ritual y al interior del templo, en la esquina noroeste, los restos de una gran urna que fue rota intencionalmente sobre el piso de estuco. Asimismo, se descubrió una gran bóveda conformada por dos enormes losas, elementos que revelaron la presencia de una cámara funeraria.

 

En la tradición funeraria zapoteca de Monte Albán y Atzompa, los difuntos eran sepultados al interior o exterior de unidades habitacionales, creando así una estrecha relación entre los muertos y la casa de los vivos. Es posible encontrar varios tipos de depósito: tumbas, cistas, fosas u ollas. Las estructuras funerarias se localizaban en patios, debajo de los pisos de cuartos o en afloramientos de roca. Las variaciones en la ornamentación arquitectónica y las ofrendas dependían del estatus social.

Hasta comienzos de 2012, en Monte Albán se habían localizado 241 tumbas, gran parte de las cuales fueron encontradas por el Dr. Alfonso Caso, quien comenzó sus exploraciones a partir de 1930. Entre las de mayor importancia destaca la Tumba 7, donde se encontró una magnífica ofrenda con gran cantidad de objetos de diversos materiales como oro, plata, jade, hueso, coral, cristal de roca, obsidiana. También cabe resaltar el importante hallazgo de las tumbas 104 y 105, las cuales ostentan una extraordinaria ornamentación en pintura mural.

En Atzompa fue localizada una de las tumbas más elaboradas en los alrededores de la gran ciudad de Monte Albán. Ésta se encuentra al interior de uno de los edificios más importantes de Atzompa (Edificio 6), localizado en una de las principales plazas del área nuclear y con una estrecha relación con la Casa de los Altares.

El periodo de ocupación de Atzompa se ha situado en las fases Monte Albán IIIB-IV, entre 650 y 900 d.C.; sin embargo, existen vestigios que podrían ser de una ocupación anterior, probablemente de la fase Monte Albán IIIA.

El Edificio 6 tiene una interesante arquitectura, cuyo elemento principal es la escalinata central enmarcada por alfardas anchas. En la cima del edificio se encuentra un magnífico templo con muros anchos de esquinas remetidas. Al interior se encuentra una banqueta con agujeros de poste y al centro un altar rectangular hecho con grandes bloques de piedra, colocado posiblemente como parte de los rituales de cancelación y abandono del edificio.

 

El hallazgo

Durante la excavación del edificio se apreciaron aspectos poco vistos en otros edificios del sitio, como una gran cantidad de piedra en la fachada principal, puntas de proyectil fracturadas, cerámica de tipo ritual y al interior del templo, en la esquina noroeste, los restos de una gran urna que fue rota intencionalmente sobre el piso de estuco. La urna está formada por el busto de un personaje con tocado en forma de ave. En el piso de estuco, en la parte central del templo se aprovechó un faltante del piso para realizar un pozo de sondeo, lo cual dio por resultado el hallazgo a dos metros de profundidad de un muro de bloques estucados. Al limpiar los perfiles del pozo, quedó al descubierto parte de una gran bóveda conformada por dos enormes losas, elementos que revelaron la presencia de una cámara funeraria. A este gran hallazgo se le asignó el nombre de Tumba 3 de Atzompa (Tumba 242 de Monte Albán). Al avanzar los trabajos de excavación, quedó de manifiesto que se trataba de una arquitectura funeraria diferente de lo que hasta la fecha se había localizado en Monte Albán.

 

Cámara 1

A la altura del ángulo de la bóveda se localizó una serie de ofrendas que incluían cajetes miniatura, silbatos, navajas de obsidiana, un cráneo humano por debajo de un cajete y dos cajas de ofrendas dispuestas una sobre otra. Todo el contexto arquitectónico funerario mostraba señales de alteraciones culturales y un relleno intencional, en el cual ocasionalmente se encontraron concentraciones de cerámica. Se localizó una escalinata, la cual conducía a un espacio similar a una antecámara. Con la liberación de este espacio se localizó la cámara 1, que posee un techo abovedado, elaborado con cuatro grandes losas sujetas firmemente hacia los muros. El dintel se encontró derribado entre las jambas, y al interior, dos grandes nichos ubicados hacia los costados. El interior de esta cámara fue vaciado y como en un ritual de abandono, varios de sus elementos fueron destruidos.

 

Cámara 2

Al tratar de localizar el piso que correspondería a la antecámara de la cámara 1 se descubrió que los muros continuaban descendiendo, y aproximadamente a un metro de profundidad del piso fue hallado un agujero. Por ahí se introdujo una pequeña cámara fotográfica que mostró una segunda cámara funeraria con pinturas murales de impresionantes colores perfectamente conservados. Sobre un fondo rojo, se pintaron cenefas en las partes superior e inferior, limitadas por líneas verdes. Al interior, en color ocre, hay diseños en forma de I, similares a una cancha de juego de pelota, que a su vez enmarcan figuras cruciformes, en cuyo interior se observa un círculo blanco con tres figuras descritas por Alfonso Caso como vírgulas y que posiblemente representan agua. Entre las cenefas, a todo lo largo de los muros se despliega una serie de círculos blancos delimitados por una gruesa franja negra. Al fondo de la cámara, en una esquina, apenas se aprecian un par de numerales y un nombre calendárico: 12 Lagarto. También en la parte superior se logran distinguir decoraciones en forma de fauces, y al centro, al fondo de la cámara, se percibe el espacio de un elemento faltante en el mural, de forma rectangular, seguramente arrancado de manera intencional. Esto, aunado a la presencia de un intensivo picoteo en la superficie de los muros y la destrucción deliberada de las lajas del piso, nos muestra el afán por destruir o “cancelar” el recinto de manera intencional.

La cámara 2 es rectangular y con techo plano, formado por grandes losas unidas. No se encontraron nichos.

 

Cámara 3

Posteriormente, las excavaciones continuaron en un nivel inferior, y una pequeña abertura en las escalinatas reveló la presencia de una tercera cámara funeraria. Lo primero que se observó fue el techo tipo bóveda, además de las jambas, un dintel y una gran piedra que bloqueaba la entrada. Se descubrió que el relleno de la cámara había sido colocado cuidadosamente, puesto que al interior se encontró un magnífico ajuar funerario en muy buen estado de conservación. Lo primero que emergió de la tierra fue un elegante rostro juvenil, cuyos rasgos habían sido modelados con gran destreza, y al avanzar la excavación se advirtió que este rostro, totalmente recubierto con pigmento rojo, era parte de una magnífica urna y era del señor 8 Temblor, nombre calendárico que porta en su vestimenta. Además, llevaba elementos que denotaban su alto rango: un elaborado tocado, una capa, un collar, orejeras y una serie de grecas en el atuendo. En interior del vaso se encontraron elementos orgánicos carbonizados, entre ellos pequeñas mazorcas. En la cámara también se localizaron un cajete, un botellón con vertedera, un sahumador, una aguja de hueso, una cuenta de jade y otra urna de menores dimensiones que representaba a un personaje femenino, también cubierta del pigmento rojo.

La cámara 3 resguardaba los restos de dos individuos. Uno era un adulto de sexo masculino con deformación craneal, mutilación dentaria, recubierto con una delgada capa de pigmento rojo; el entierro era secundario, con un acomodo de los huesos en forma rectangular. El segundo individuo era un adulto joven con características femeninas, y aunque presentaba una posición anatómica tenía un acomodo particular: se encontró en decúbito dorsal pero con los brazos y piernas semiflexionados, y la cabeza separada del resto del cuerpo.

 

Nelly M. Robles García. Arqueóloga por la ENAH, maestra en conservación de arquitectura prehispánica por la ENCRYM-INAH y doctora por la Universidad de Georgia, Estados Unidos. Directora del “Proyecto Arqueológico Conjunto Monumental de Atzompa”, e investigadora visitante en la Universidad de Harvard. Miembro del Comité Científico-Editorial de Arqueología Mexicana.

Jaime Vera Estrada. Arqueólogo por la ENAH. Responsable de la operación de la zona arqueológica de Atzompa. Colaborador del “Proyecto Arqueológico Conjunto Monumental de Atzompa”.

Eduardo García Wigueras. Arqueólogo por la ENAH. Colabora en el “Proyecto Arqueológico Conjunto Monumental de Atzompa”.

 

Robles García, Nelly M., Jaime Alberto Vera Estrada, Eduardo García Wigueras Ibarra, “El Edificio Funerario de Atzompa”, Arqueología Mexicana núm. 126, pp. 48-51.

 

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