El INAH publica las obras escogidas del Padre de la Etnohistoria en México, Wigberto Jiménez Moreno

Wigberto Jiménez Moreno (1909-1985) fue un hombre de saber enciclopédico, para quienes le conocieron y escucharon ésa es una verdad irrefutable, sin embargo, por años se “acusó” que no dejara una “gran obra” escrita que lo elevara a los altares de la antropología mexicana. Un nuevo libro que reúne 25 ensayos y artículos del maestro, viene a romper con esa falsa idea, y otorga a las nuevas generaciones de antropólogos la verdadera estatura de un intelectual que además fue un forjador de instituciones.

El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) es el editor de esta importante publicación, y no podía ser de otro modo, considerando que don Wigberto Jiménez Moreno, precursor y Padre de la Etnohistoria en México, fue la mente y el afán detrás de la creación de dos importantes direcciones dentro de la institución: de Estudios Históricos (DEH) y de Etnohistoria.

Detrás de esta obra que rebasa las 500 páginas, está la investigación y compilación que por años realizó la investigadora Celia Islas Jiménez, discípula de don Wigberto, y el joven etnohistoriador Víctor Alfonso Benítez Corona. Ambos son los autores del estudio preliminar que antecede a la serie de ensayos escritos por el sabio guanajuatense, uno de los iniciadores del estudio de la historia antigua de México con base en fuentes prehispánicas y coloniales, códices e investigaciones modernas y contemporáneas.

Wigberto Jiménez Moreno (1909-1985). Obras escogidas de la historia antigua de México está dividido en cuatro apartados y fueron organizados de manera “geográfica”, dada la amplitud de miras del autor. La primera parte se aboca a los temas alusivos al Valle de México; la subsecuente al sur, la tercera al oeste y norte de México, y la última a la filosofía y la religión prehispánicas.

Es un autor poco frecuentado en las lecturas de la carrera de Etnografía —quizá justo porque hasta ahora no se contaba con un libro donde estuvieran vertidos sus conocimientos—, y para él fue un verdadero descubrimiento hallar todo esta documentación en diversos acervos, principalmente en la biblioteca que lleva su nombre en la ciudad de León, Guanajuato (a la que donó su archivo personal y bibliografía) y en la Universidad de las Américas, en Cholula, Puebla, en cuya fundación estuvo involucrado Jiménez Moreno.

En la presentación del libro, efectuada en la Coordinación Nacional de Antropología del INAH,

“Don Wigberto Jiménez Moreno es parte de ese puñado de personas que hicieron lo correcto, que sin tener ese halo heroico, dieron los fundamentos para que todos los demás pudiéramos trabajar en lo que quisiéramos o en lo que se nos ofrecía. Ellos tocaron las puertas, pelearon y abrieron caminos para que los demás camináramos por ellos. El costo de esa energía creativa es muy alto, porque el pago que les damos los demás es casi nulo y muchas veces se convierte en olvido.

“Por suerte, la publicación que ahora compila las obras de don Wigberto Jiménez Moreno, y que surge de la propia Dirección de Etnohistoria que él fundó, nos lo regresa en su proporción intelectual y en su proporción humana; a la forma en la cual fue armando sus métodos e ideas, conceptos a veces muy firmes”.

El doctor Carlos García Mora, quien coordinó 15 volúmenes de La historia de la antropología en México, comentó que esta edición resarce un gran vacío en el devenir de esta disciplina, que tanto debe a Jiménez Moreno. Más allá de que algunos de sus textos puedan acusarse en la actualidad de tener un “tono evangélico”, en varios de sus ensayos se encuentran las claves de grandes debates que por años, e incluso hasta el día de hoy, ocupan a la antropología nacional.

Por citar algunos ejemplos, Wigberto Jiménez Moreno fue quien zanjó las discusiones académicas sobre la Tula histórica, brindando argumentos a favor de que la ciudad de Quetzalcóatl fue la antigua urbe ubicada en el estado de Hidalgo, y no Teotihuacan. Entre estos ensayos también sobresalen aquellos dedicados a complejizar lo “olmeca”, indicando la diversidad etnolingüística y territorial de lo que se ha querido denominar de forma monolítica como “cultura madre”.

En más de un aspecto, se observa que los intereses de Wigberto Jiménez Moreno y el antropólogo Paul Kirchhoff iban paralelos, tanto así que corre la leyenda que detrás del concepto de Mesoamérica, está en realidad el nombre del etnohistoriador guanajuatense. En las páginas de este libro también se encuentran propuestas que no prosperaron, por ejemplo, el concepto de “Mexamérica” que acuñó en un intento por denominar una macroárea que abarcara Mesoamérica, Aridamérica y Oasisamérica (propuestos por Kirchhoff), pero además el suroeste de Estados Unidos y Centroamérica, “que fue precisamente el extenso territorio que tuvo México durante el imperio de Agustín de Iturbide entre 1822 y 1823.

“Los artículos por buenos que sean, se toman como un ensayo del libro que se espera después. Con todo —concluyó el comentarista—, una vez cerrado el ciclo de Jiménez Moreno, la reunión de sus artículos suple la ausencia de un libro suyo, permite conocer la impresionante actitud de su esfuerzo intelectual. Dada la dispersión de sus escritos, esta compilación presta un gran servicio al gremio académico interesado en la historia antigua mesoamericana”.

 

Dirección de Medios de Comunicación (INAH)