El maque

Rafaela Luft Dávalos

Había oficiales de hacer loza y vasijas de barro para beber y comer con ellas, muy pintadas y bien hechas, y otros que las hacían de ciertas calabazas, que son muy duras por de dentro y por de fuera ...

 Estas las pintaban por de fuera de muchos colores muy finas y tan asentadas que aunque estén cient años en el agua, nunca la pintura se les quita, y poníanles apegados unos pies como de cáliz, y son tan hermosas y tan lindas que al Emperador se le podría servir con ellas, las cuales allí llaman xícaras.

Bartolomé de las Casas

 

La técnica decorativa del maque -de origen prehispánico-, tanto en jícaras y calabazos como en madera (cajas, baúles, bateas), consiste básicamente en la aplicación de una pintura al óleo mezclada con tierras, sobre bases o soportes de resina completamente secos y exentos.

El óleo se obtenía a partir de la mezcla de una cera, extraída de un insecto, el aje (Coccus axin), y aceite de chía (Salvia chian) o de chicalote (Argemone mexicana); esta mixtura produce el medio ideal para la adaptación de tierras o pigmentos sobre los soportes antes mencionados. Durante la época prehispánica se practicó regularmente la decoración de jícaras (xícale o tecomate) y calabazos con esta técnica, que algunos estudiosos han comparado con el cloisoné o esmalte.

La xícara es el fruto de un árbol; su figura es redonda y las hay de diversos tamaños; la calabaza es cultivada y extiende sus ramificaciones y follaje sobre la tierra; a sus frutos se les conoce también como hules.

Son varias las referencias que encontramos en los apuntes de frailes y cronistas coloniales describiendo la técnica del maque o barnizado.

En 1639, en la Crónica de la provincia de San Pedro y San Pablo de Michoacán, decía fray Alonso de la Rea:

La pintura de Peribán, hasta hoy no imitada, se inventó en esta provincia: y fuera de ser tan vistosa, el barniz es tan valiente que a porfía se deja vencer del tiempo, con la misma pieza en que está pegado, porque siendo natural en todos los colores marchitarse con el uso, perderse y despegarse con las aguas calientes, con los golpes y trasiegos, este de Michoacán no se rinde ni marchita con el tiempo, sino que se hace tan de una pasta con la madera o vaso que dura lo mismo que él.

Fray Pablo de la Purísima Concepción Beaumont dice, en su Crónica sobre la Provincia de Michoacán:

Estos tarascos los primeros inventores de la pintura, hasta, hoy no imitada en cosas de madera, que todavía se aprecia en hateas de Peribán, y en lo que hoy se trabaja en Cocupao, siendo el barniz tan constante, que apuesta con la misma pieza labrada su duración y permanencia.

Esto contradice el dato obtenido en el Archivo General de la Nación. del legajo usado por Bravo Ugarte, que refiere:

Ydea del estado en que se hallava la alcaldía mayor de Jiquilpan en el año de 1789.

El pueblo de san Juan Perivan que en nuestro vulgar idioma equivale a pedir [¿podríamos inferir que las ''peribanas" son piezas hechas a pedido?] (foja 19).

... ni los indios tienen peculiar manufactura alguna por ser naturalmente desidiosos y poco inclinados al trabajo [...] solo se exercitan con la siembra del maíz y trigo (foja 21).

En el primer encuentro de los naturales de esta región -los purépechas o tarascos- con los españoles, el cazonci (gobernante máximo entre los tarascos) envió muchos regalos que fueron entregados al tesorero real, Julián de Alderete; la lista de regalos nos llega hasta la actualidad: escudo de plata, diademas de plata y cobre, orejeras, collares, ornamentos de plumajes y vasijas de calabazas maqueadas: todo ello constituía parte importante del guardarropa imperial. Estos avíos fueron enviados al rey de España en el malogrado embarque de 1522, que cayó en manos de los franceses.

 

Rafaela Luft Dávalos. Licenciada en Conservación y Restauración de Bienes Culturales Muebles.

 

Luft Dávalos, Rafaela, “El maque”, Arqueología Mexicana núm. 19, pp. 46-51.

 

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