El Norte mesoamericano

 Pihl C. Weigand

En lugar de definir el Norte mesoamericano por medio de descripciones geográficas, se presenta un enfoque temático basado en tres aspectos principales: la minería, el comercio y la guerra. Éstos nos permiten acercarnos a las formas en que interactuaron las culturas mesoamericanas con las de la frontera norte.

 

Siempre ha resultado difícil para los arqueólogos e historiadores definir la antigua frontera norteña de Mesoamérica. Las definiciones más elementales y comunes son las basadas en criterios meramente geográficos, las que, más allá de lo obvio, resultan tan poco esclarecedoras como las que están basadas en elementos culturales. Términos como “Aridoamérica”, “Oasisamérica” y "zona fronteriza" dan la idea de territorios marginales sin una tradición cultural importante y con un bajo perfil demográfico. Lo anterior ha llevado a creer a mucha gente que el Norte no tuvo un papel importante en el desarrollo de las diversas civilizaciones de Mesoamérica. El término oasis, por ejemplo, nos da la impresión de zonas pequeñas rodeadas de territorios áridos. Hemos olvidado dos puntos importantes: primero, que la aridez del norte es ahora más pronunciada de lo que fue hace 1 500 o 2 000 años o hasta hace 500 años, cuando comenzaron allí los primeros desarrollos culturales complejos. El pastoreo intensivo de ganado europeo y la deforestación masiva en provecho de las minas de plata españolas cambiaron la región radicalmente y convinieron las zonas semiáridas en áridas y las áreas con bosques templados en llanuras semiáridas o desérticas; hoy en día el sistema fluvial está prácticamente seco. En segundo lugar, muchos de los ríos que existieron fueron permanentes e importantes; el Norte alguna vez albergó algunos de los ríos más grandes de toda Mesoamérica. Las áreas ribereñas de alta cultura de ese sistema fluvial incluían: los valles costeros de Sinaloa, para los cuales, en un mapa de 1579 elaborado por Ortelius, se muestra un patrón de asentamiento lineal, a lo largo de ríos y canales; los ríos Salt-Gila, al sur de Arizona, totalmente secos en nuestros días. donde los hohokam construyeron algunos de los más impresionantes sistemas de riego del antiguo Nuevo Mundo; y el valle central del río Grande en Nuevo México, con "pueblos" como San Marcos, que llegaron a tener más de 2 000 habitaciones.

También debemos recordar que el valle de Malpaso, en Zacatecas, además de la monumental fortificación de La Quemada-Tuitlán, tuvo el sistema de caminos más impresionante de toda Mesoamérica. En la región de Chalchihuites, también en Zacatecas, se localizaba el complejo minero más grande de cuantos se hayan documentado en Mesoamérica. Algunos investigadores creen que fue en el Norte donde se originó el conjunto simbólico de Tezcatlipoca, que llegaría a ser tan importante para el resto de Mesoamérica. Asimismo, el Norte sirvió como reserva a un sinfín de migrantes, llamados con frecuencia "bárbaros", aunque aún está por ver si fueron "atraídos'' o "expulsados" hacia el interior de Mesoamérica. Cabe entonces preguntarse: ¿cuál marginación?, ¿cuál ausencia de cultura? Resulta obvio que ha llegado el tiempo de abandonar los dogmas imperantes sobre el Norte y de examinarlo en sus propios términos. El apelativo "Chichimeca", con frecuencia peyorativo, no puede usarse para separar al Norte en el estudio del resto de Mesoamérica, cuando todo lo que estamos investigando indica que el Norte jugó un papel simbiótico en la evolución de las regiones del sur. Por lo anterior, presentamos aquí un enfoque temático sobre la región norteña fronteriza de Mesoamérica.

 

La frontera norte

Dentro de las zonas áridas y semiáridas de la frontera norte de Mesoamérica, las similitudes en la distribución tanto de las altas culturas prehispánicas como de las zonas primeramente colonizadas por los españoles se han advertido desde hace mucho tiempo. Para apoyar el argumento sobre la progresiva mesoamericanización de la frontera norteña prehispánica podemos mencionar la arquitectura, las piezas exóticas de comercio y la iconografía religiosa de la región. Con esa mesoamericanización progresiva se habría preparado el escenario para la incorporación de esa zona al orbe colonial español, puesto que los españoles sustituyeron a las élites mesoamericanas (o semimesoamericanas) y se convirtieron en promulgadores de una nueva ola de influencia civilizatoria originada en el sur.

 

Phil C. Weigand. Doctor en antropología. Especialista en arqueología, etnografía y etnohistoria del Occidente de México. Investigador del Centro de Estudios Antropológicos y del Consejo de Etnohistoria del Colegio de Michoacán, Zamora, Michoacán.

 

Weigand, Phil C., “El Norte mesoamericano”, Arqueología Mexicana núm. 51, pp. 34-39.

 

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