El sacrificio humano entre los mayas en la Colonia

Martha Ilia Nájera Coronado

Durante la Colonia, los mayas se adaptaron a las nuevas circunstancias y siguieron realizando sacrificios -a pesar de tratarse de actos condenados y castigados-, para conservar lo que consideraban el núcleo de su religión: la ofrenda de una vida a cambio de la sobrevivencia de la humanidad.

 

El rito de mayor relevancia entre los mayas prehispánicos era sin duda el sacrificio humano. Si bien con la conquista española los sacrificios pasaron al mundo de la clandestinidad, durante varios siglos se continuó sacrificando no sólo a indígenas sino también a españoles.

El ritual sacrificatorio buscaba establecer una comunicación entre hombres y dioses; se ofrendaba una vida a cambio de renovar la energía regeneradora de las divinidades, responsables del bienestar del cosmos. Por medio del rito el hombre pretendía introducirse en el ámbito de lo sagrado, acercarse a los dioses para influir y controlar sus acciones. Entre las formas de causar la muerte ritual a una víctima en el periodo prehispánico estaba extraer el corazón. degollarla, decapitarla, despeñarla de grandes alturas, arrojarla a depósitos acuáticos y flechada. Durante la Colonia, el sacrificio, de un acontecimiento público, respetado y venerado por todo el pueblo -y aun procurado por las autoridades civiles y religiosas-, pasó a ser, junto con el resto del culto indígena, una acción clandestina y por ende condenada, perseguida y castigada.

 

Las primeras víctimas españolas

Fue en la península de Yucatán, territorio que recibió los primeros embates de los conquistadores, donde tuvieron lugar los primeros sacrificios de españoles. Diego de Landa menciona que en 1511 la expedición de Valdivia zozobró y la tripulación fue apresada; fueron sacrificados Valdivia y cuatro hombres, y sus cuerpos fueron comidos de manera ritual. A mediados del siglo XVI. según se consigna en las Relaciones histórico-geográficas de la Gobernación de Yucatán, durante el levantamiento de los naturales en contra de los representantes de la real corona en la provincia de Valladolid, 18 españoles y un gran número de indígenas al servicio de éstos perdieron la vida. y su corazón fue ofrendado a los dioses indígenas. Asimismo, según el texto, en el pueblo de Chemax “ frieron” en copal a dos muchachos, hijos de una señora Magdalena Cabrera, a uno de dios aún estando vivo. Este sacrificio recuerda el llevado a cabo por los nahuas prehispánicos durante la veintena de  xócotl huetzi en honor del dios del fuego, Xiuhtecuhtli, en cuya ceremonia se arrojaba a una hoguera a varios cautivos vivos antes de extraerles el corazón.

Los testimonios de Sotuta y Homún-Hocaba, también en Yucatán, contienen múltiples referencias correspondientes a la segunda mitad del siglo XVI acerca de sacrificios humanos de jóvenes indígenas raptados o comprados en pueblos vecinos. Los sacrificios se realizaban por la noche y en lugares sagrados, curiosamente, en los altares de las iglesias cristianas, en los cementerios o bien en las milpas, en las cuevas y en los montes. Se describen 89 rituales sacrificatorios en los que murieron 168 individuos, a los cuales primero se les extrajo el corazón y luego, a la mayoría, se le arrojó a un cenote; a nueve de ellos se les arrojó vivos y algunos fueron rescatados antes de ahogarse. A otros se les envolvió en una manta y se les ató una piedra para que no flotaran, o bien se les lanzó a pozos secos. La finalidad de estos sacrificios, según los testimonios, era pedir lluvias, alivio ante los huracanes o salud para algún gobernante enfermo.

 

Sacrificios en la cruz

Al introducirse en territorio indígena la religión cristiana, en la que tiene un papel primordial el sacrificio del hijo de Dios en una cruz, los indígenas adoptaron la crucifixión como una forma previa a dar muerte; el símbolo de la cruz se identificó con la planta del maíz y se convirtió en una deidad agrícola a quien había que pedir fertilidad. Así, primero se ataba a los niños a la cruz y ahí se les abría el pecho para sacarles el corazón. La asimilación alcanzó tales extremos que se llegó a sacrificar a los niños en la cruz; luego de clavárseles las manos y atárseles los pies, se les sacaba el corazón, el cual era ofrendado a las deidades y, aún crucificados, se les arrojaba a un cenote y se les ataban piedras para evitar que flotaran, mientras el sacerdote decía: “Mueran estos muchachos puestos en la cruz como murió Jesucristo, el cual dicen que era Nuestro Señor, mas no sabemos nosotros si lo era” (Scholes y Adams, 1938, vol. II, p. 81). Es probable que a los naturales no les extrañara la muerte de Cristo en la cruz y les pareciera una contradicción el que los frailes que propagaban la fe cristiana -que tenían como figura central de su religión la muerte de un hombre a manos de otros para la salvación de la humanidad- los persiguieran y castigaran por repetir un acto similar.

 

Martha Ilia Nájera Coronado. Doctora en historia de México por la UNAM. Investigadora del Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas. Miembro del SNI. Coordinadora y maestra del posgrado en estudios mesoamericanos de la UNAM. Especialista en religión maya.

 

Nájera Coronado, Martha Ilia, “El sacrificio humano entre los mayas en la Colonia”, Arqueología Mexicana núm. 63, pp. 64-67.

 

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