El sacrificio humano entre los mexicas

Yolotl González Torres

La religión y los ritos tenían una importancia fundamental en la vida del pueblo mexica, y entre éstos destaca el sacrificio humano, la ofrenda máxima que se podía hacer a los dioses.

 

Aunque el sacrificio humano no era una práctica exclusiva de los mexicas sino de toda el área mesoamericana, es de ellos de quienes tenemos mayor información, tanto por parte de cronistas indígenas como españoles. Esta práctica, además de que sin duda llamó su atención, fue utilizada por estos últimos como una de las principales justificaciones para la Conquista.

 

Evidencias de sacrificios

Además de representaciones de sacrificios en códices y en monumentos arqueológicos, se han localizado evidencias, por ejemplo, en las excavaciones realizadas en lo que fue el Templo Mayor de Tenochtitlan, dedicado a los dioses Huitzilopochtli y Tláloc. Aquí se encontró el téchcatl o piedra de los sacrificios del templo de Huitzilopochtli, así como innumerables cuchillos de pedernal. En varias ofrendas había restos de individuos sacrificados; por ejemplo, en la núm. 48 del templo de Tláloc se encontraron vestigios de alrededor de 45 niños sacrificados en honor de esta deidad. Alrededor del templo se localizaron 48 cráneos con sus vértebras cervicales, lo que indica que las víctimas fueron decapitadas; algunas de las cabezas tenían orificios en los temporales, señal de que, en algún momento, fueron colocadas en el tzompantli. También se encontraron muchos restos de fluidos cuyo análisis químico muestra la presencia de elementos de la sangre, como hierro, albúmina y hemoglobina (información proporcionada por Leonardo López Luján).

 

La razón de ser de los sacrificios

La necesidad del sacrificio de dioses y de hombres parece impregnar el pensamiento mexica, lo que se refleja en varios de sus mitos. Uno de ellos cuenta que un ser primigenio fue partido en dos para crear el cielo y la Tierra. De Tlaltecuhtli, la diosa-Tierra, surgieron los alimentos y otros elementos, pero la diosa lloraba y se lamentaba porque deseaba comer corazones de hombres y no quería dar sus frutos si no era regada con su sangre.

También en el mito del nacimiento del Sol y la Luna aparece la necesidad del sacrificio. Primero, Nanahuatzin y Teccistécatl se tienen que inmolar en la hoguera para nacer como estos astros y, posteriormente, al aparecer el Sol, éste se rehúsa a moverse por el firmamento hasta que sean sacrificados los demás dioses.

En otro mito se relata que los dioses crearon a 400 hombres con el fin de que hicieran la guerra y dieran de comer al Sol, pero en lugar de hacer esto se dedicaron a cazar y no cumplieron su misión, por
lo que fueron creados otros cinco dioses que sí hicieron la guerra
y mataron a los primeros 400, alimentando así al Sol y a la Tierra.

En un texto posterior en náhuatl del cronista indígena Cristóbal del Castillo se relata que el dios Tetzauhtéotl estableció
un pacto con Huítzitl, entonces guía de los mexicas y posteriormente deificado y convertido en Huitzilopochtli, en el que se les impuso una serie de condiciones a cambio de riqueza y poder y de llevarlos a una tierra en donde gobernarían ellos y sus descendientes. Entre estas condiciones hay varias que explican la conducta guerrera de los mexicas:

Primera cosa: aquello que recibiréis en vuestro interior será la calidad de las águilas, la calidad de los ocelotes, el agua divina y la hoguera, la flecha y la rodela. De eso iréis viviendo (de eso obtendréis) lo necesario, pues iréis provocando mucho espanto (y) el pago de vuestros pechos y de vuestros corazones será que iréis conquistando, iréis atacando y arrasando a todos los macehuales, los pobladores que ya están allá, en todos los lugares por los que pasaréis.

Y a vuestros prisioneros de guerra, a los que haréis cautivos, les abriréis el pecho sobre la piedra de sacrificio, con el pedernal de un cuchillo de obsidiana. Y haréis ofrenda de sus corazones hacia el (sol de) movimiento cuando se prenda, se muestre su resplandor en el cielo al salir por el sur. Entonces lo iréis a encontrar y hacia él elevaréis la ofrenda (de sus corazones), y la de la sangre. Y cuando así lo hayáis hecho, enseguida [lo haréis) para mí, y después para Tláloc y para todos los dioses mis amigos, que ya conocéis. Y comeréis su carne, sin sal, sólo pondréis muy poca en una olla donde se cuece el maíz para comerla (Del Castillo, 1950, pp. 83 y ss).

La religión y los ritos tenían una importancia fundamental en la vida del pueblo mexica y entre éstos destaca el sacrificio humano, la ofrenda máxima que se podía hacer a los dioses. Los informantes de Sahagún, en el Códice Matritense, describen en náhuatl varias tlamamanaliztli, "ofrendas", para los dioses y otras acciones rituales (León-Portilla, 1992). Entre éstas se encuentran la tlamiquiliztli, '·muerte sacrificial de un ser humano", la tlatlatlaqualiliztli, “dar de comer a los dioses”, el tlauauanaliztli , "rayamiento" o sacrificio gladiatorio, el zacapanemanaliztli, "colocamiento de gente sobre el zacate" (a quienes se colocaba era a los xixipeme, hombres que se vestían con las pieles de los desollados); también se llevaban a cabo diferentes formas de autosacrificio y otras acciones rituales. Así se describe el tlatlatlaqualiliztli:

Así daban de comer (a los dioses): cuando habían abierto el pecho al esclavo o al cautivo, enseguida tomaban de su sangre en una escudilla y arrojaban un papel allí que chupara la sangre.

Llevaban luego (la sangre) en la escudilla e iban aplicando en los labios de todos los dioses la sangre del "muerto divino" (León-Portilla, 1992, p. 57).

En el mismo texto se enumeran 24 objetos que se usaban en la "casa de los dioses", entre ellos algunos utilizados en el sacrificio, como el téchcatl, "piedra del sacrificio", y el técpatl, "pedernal"'.
La creencia de los mexicas acerca de que había una energía en el cosmos que era compartida por todos los seres vivientes -planeas, animales, hombres y dioses-, la que había necesidad de intercambiar, era fundamental en su cosmovisión. Esa energía era aportada por los humanos mediante los diversos sacrificios, con lo cual se regresaba a los dioses los beneficios que éstos daban en forma de calor, luz, agua y alimentos, en especial el maíz.

En este intercambio de energía el Sol desempeñaba un importante papel, pues era él el que aportaba la luz y el calor para que existiera la vida. Había un temor continuo de que este astro perdiera sus fuerzas y dejara de salir todos los días, sobre todo cada 52 años, si no le proporcionaba la energía suficiente. Por ello los sacrificios más frecuentes de cautivos, eran llevados a cabo en honor del Sol y de Huitzilopochtli, mientras que a los otros dioses se les ofrecían, casi siempre, esclavos purificados e ixiptla, quienes asumían el papel del dios. Tláloc, dios del agua, elemento fundamental para el cultivo, era uno de los dioses que recibía mayor cantidad de ofrendas humanas, con el fin de que pudiera proporcionar la lluvia necesaria. De la misma manera, a la deidad del maíz, alimento fundamental, se le ofrendaban numerosas víctimas.

 

Yolotl González Torres. Doctora en antropología. Investigadora en la Dirección de Etnología y Antropología Social, INAH. Especialista en antropología de la religión.

 

González Torres, Yolotl, “El sacrificio humano entre los mexicas”, Arqueología Mexicana núm. 63, pp. 40-43.

 

Texto completo en la edición impresa. Si desea adquirir un ejemplar:

http://raices.com.mx/tienda/revistas-el-sacrificio-humano-AM063