El simbolismo del jaguar en el suroeste de Mesoamérica

Javier Urcid Serrano

Las cualidades naturales de los felinos salvajes como predadores poderosos y furtivos inspiraron en las sociedades mesoamericanas la creación de una simbología que resaltaba, metafóricamente, el poder político hereditario, la transformación de los gobernantes en sus naguales y su oficio como sacrificadores supremos.

 

El jaguar en la imaginación cultural

El uso de la imaginería del jaguar o de sus partes anatómicas en la producción de la cultura material tiene raíces históricas muy profundas en Mesoamérica, y sin lugar a dudas confirió una multiplicidad de significados que se transmitían en formas y contextos diversos. Partiendo de un modelo natural, el felino fue transformado cognoscitivamente en enunciados culturales y entretejido con la ideología política y la religión. Como parte de una estrategia de legitimación, el simbolismo del felino estuvo inextricablemente asociado a nociones sobre la gobernación hereditaria, la guerra y el sacrificio humano. Incluso en las historias mesoamericanas sobre los orígenes se incorporaron metáforas que involucran al jaguar como una expresión simbólica del poder aristocrático. Además, se ha argumentado que en ciertas sociedades igualitarias el prestigio derivado de la asociación entre felinos salvajes y el chamanismo sirvió como modelo para el desarrollo en las sociedades jerárquicas de gobiernos divinizados. El jaguar también figuró prominentemente en las artes mánticas y en las concepciones sobre la identidad dual del individuo y su animal protector, así como en la creencia sobre la transformación del cuerpo por parte de ciertos individuos con características especiales como un preludio para establecer la comunicación con los ancestros o con entes sobrenaturales. La disolución del poder de las elites nativas después de la conquista española modificó radicalmente las concepciones sobre las relaciones entre humanos y jaguares y en consecuencia alteró el uso de la imaginería felina. No obstante, hoy en día persisten hilos de continuidad en ciertas prácticas culturales, incluyendo la recreación de historias heroicas y de orígenes, o la creencia en la tona y el nagualismo. Esas continuidades han sido ampliamente registradas en la etnografía de Guerrero, Oaxaca y Chiapas. La imagen del jaguar en el suroeste de Mesoamérica fue común; se representó a los felinos en poses antropomorfas o zoomorfas o en figuras humanas con atributos de jaguar. En la primera modalidad es imposible determinar el género de los personajes, pero la sobreposición de características humanas y felinas en la segunda modalidad permite en ocasiones hacer identificaciones genéricas. Aunque hay evidencia de que en las antiguas sociedades mesoamericanas la mujer llegó a ocupar cargos políticos de gran importancia, datos procedentes de códices, lienzos y documentación europea (litigios, censos y diccionarios) hacen evidente que en cuestiones de herencia y sucesión de cargos había una preferencia hacia la línea paterna. Las modalidades de representación gráfica mencionadas indican que en ciertas ocasiones los soberanos se vestían con la piel de gatos grandes, y en vista de la distribución natural de estos animales en Mesoamérica, los candidatos más obvios debieron ser el Felis y la Panthera onca. Al igual que en Teotihuacan, estado de México, o en Copán, Honduras, las elites del suroeste de Mesoamérica sacrificaron jaguares y depositaron sus cadáveres en ofrendas que quedaban selladas bajo elementos arquitectónicos. Por ejemplo, las excavaciones del “adoratorio” al centro del Patio Hundido de la Plataforma Norte en Monte Albán -la sede material del poder político en la urbe zapoteca- dejaron al descubierto una ofrenda que incluía los esqueletos articulados de un jaguar y un águila. Aunque las elites gobernantes seguramente se abastecieron de felinos vivos mediante el intercambio interregional, es también probable que la nobleza organizara expediciones de caza para así incrementar y mantener su prestigio social. Representaciones procedentes de varias regiones de Oaxaca dejan entrever que las cabezas y las pieles de los felinos también fungían como símbolos en los tocados. En ocasiones los huesos largos se grababan con escenas narrativas y se usaban como cetros. Los colmillos y las garras servían para hacer adornos personales, y con las pieles que no se utilizaban para vestir se forraban banquillos y tronos. A los alfareros se les comisionaba la manufactura de vasos especiales en forma de pata de jaguar. En los Valles Centrales de Oaxaca la presencia de vasos pares -uno con el signo 1 jaguar y el otro con el signo 2 maíz- sugiere que estos recipientes aluden a una pareja primordial. Todos estos aspectos de la cultura material debieron usarse en situaciones diversas, pero invariablemente representaron insignias de alto estatus, gobierno, milicia y de la ideología que las apoyaba.

 

Los felinos y las dinastías reales de Monte Albán

A pesar de que las antiguas elites zapotecas de los Valles Centrales de Oaxaca hicieron uso de la escritura para dejar testimonio de numerosos lazos genealógicos, y de que Monte Albán ha provisto la mayoría de las inscripciones hasta ahora conocidas, poco se sabe sobre la identidad de los gobernantes que mantuvieron el poder político durante la larga historia de la ciudad. Pero partiendo del postulado de que la imaginería del felino fue un símbolo de las elites regidoras, la abundancia de personajes representados como jaguares y acompañados por sus nombres calendáricos permite hacer varias identificaciones. Además, una clasificación estilística de los monumentos en que aparecen las representaciones facilita el esbozo de una posible secuencia de los gobernantes de la gran urbe. Por ahora no es posible trazar sus relaciones de parentesco ni determinar cómo se transmitía el poder político de un gobernante a otro. No obstante para el lapso que va de 400 a 800 d.C. se tiene evidencia de al menos 10 gobernantes que financiaron su representación en monumentos de piedra. Entre los más destacados hubo un señor que se llamó 5 jaguar, quien mandó construir una estructura conmemorativa con cuatro pequeños recintos alrededor de un patio. En seis de los ocho cantos en los dinteles de la estructura se relataba su ascenso al poder y se mostraba a varios personajes secundarios presentándole vasallaje, al tiempo que también se conmemoraba la muerte de su antecesor -seguramente su padre-, quien se llamó 13 Hierba. No se sabe nada sobre el gobierno de 5 Jaguar, pero parece que le sucedió otro gobernante llamado 13 Búho, que aparentemente se hizo aún más famoso al ordenar la elaboración de uno de los programas narrativos más ambiciosos que se conocen para esa época en Monte Albán. Para elaborar este otro monumento, 13 Búho ordenó la destrucción de la estructura cuatripartita que había hecho su antecesor, reutilizó los dinteles y mandó elaborar bloques adicionales para grabar en las grandes superficies partes de lo que en conjunto parece ser la conmemoración de su entronización, con una atadura de los años, relatando sus proezas militares a lo largo de su vida y precediendo una procesión de siete cautivos que llevan los brazos y las piernas atados. Estos monolitos grabados debieron decorar al menos un lado de un gran edificio. Hasta ahora se han encontrado tres de los cuatro esquineros de la plataforma basal, así que seguramente había al menos otro bloque con la representación de un prisionero más. Entre los cautivos que se han encontrado, hay uno de gran rango que también personifica a un jaguar, con lo cual probablemente se indicaba que era un gobernante de otro señorío importante que 13 Búho proclamaba haber conquistado. No se sabe quién sucedió en el gobierno de Monte Albán al señor 13 Búho, pero es evidente que tiempo después el edificio que había levantado también fue destruido, pues los monolitos grabados fueron reutilizados eventualmente para formar las esquinas de la Plataforma Sur. Para entonces, nada en las inscripciones que habían formado parte de los monumentos conmemorativos de 5 jaguar y 13 Búho era visible, ya que las grandes piedras quedaron cubiertas por una capa de estuco.

 

Javier Urcid Serrano. Doctor en antropología por la Universidad de Yale. Profesor asociado en el Departamento de Antropología de la Universidad de Brandeis, Boston, Massachussets.

 

Urcid Serrano, Javier, “El simbolismo del jaguar en el suroeste de Mesoamérica”, Arqueología Mexicana núm. 72, pp. 40-45.

 

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