La arqueología y la identidad nacional

En la conformación de la noción de identidad nacional intervienen muchos factores –como un territorio y un idioma comunes–, y uno de los más notables es la existencia y reconocimiento de una historia compartida. Historia que, cabe señalar, no es sólo aquella dominada por grandes acontecimientos e ilustres personajes, sino esa que se acumula día a día con el concurso de todos. La historia de un pueblo es la de sus logros colectivos y la de quienes ponen su nombre en ella, pero también la de sus prácticas culturales comunes –es decir, los modos en que se atiende a la vida cotidiana, y la manera en que los distintos grupos se relacionan entre sí y con los otros, por nombrar algunas–, y el modo en que éstas surgen y se transforman. Con esta conciencia histórica, los pueblos aprenden a saberse miembros de una comunidad específica, saben que adonde están han llegado juntos, que pertenecen a un grupo –más alla de todos los matices que la modernidad y la globalización puedan imponer–, se reconocen como únicos y acuden a símbolos que consideran propios y que hacen las veces de elementos de reconocimiento, de señales de pertenencia.

En el caso de México, nuestra noción de identidad nacional se encuentra en buena medida en la conciencia y aprecio a una historia común, en la que las vertientes asociadas a lo prehispánico y lo indígena tienen un lugar fundamental, en la medida que poseen características relacionadas con la idea de un sustrato particular que nos distingue de otros pueblos.

De eso trata precisamente esta entrega de Arqueología Mexicana: la manera en que esas vertientes históricas han venido a influir en nuestra identidad nacional, el modo en que algunos rasgos propios de ellas se encuentran de un modo casi natural entre nosotros –por ejemplo, la pervivencia y adaptación de los nombres de las poblaciones–, cómo aun antes de la declaración formal de la Independencia, se inició una tradición mexicana de estudio y valoración de las culturas prehispánicas, que se ha convertido en uno de los principales ejes de la política cultural del Estado mexicano.

La elección de este tema para nuestra edición regular número 100 no es casual; buscamos conmemorar la efeméride con esta especie de balance sobre la importancia de nuestras raíces indígenas en el México actual, asunto que al final de cuentas es la motivación esencial de esta revista: la difusión de lo que sabemos y de lo que estamos averiguando sobre nuestro pasado prehispánico, como un medio para propiciar su valoración y su conservación.

 

Tomado de Arqueología Mexicana núm. 100, pp. 26-27.

 

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