La arquitectura y la traza urbana de Palenque

Debido a las condiciones climáticas y topográficas que hemos mencionado, la arquitectura palencana tuvo que adaptarse al clima cálido y húmedo, a las elevaciones del terreno y a la gran cantidad de agua que se acumula en la región. Los grandes edificios de Palenque se distinguen, en general, por su apariencia esbelta y de equilibradas proporciones; por la presencia de pórticos y de muros masivos; por los techos y frisos inclinados, donde el arquitrabe forma un alero muy saliente con una gran cornisa que impedía el paso de la lluvia al interior de los cuartos.

La estructura arquitectónica de Palenque sigue un patrón modular y está compuesta de grupos similares en forma y probablemente en función, aunque de diferente magnitud, organizados en conjuntos en torno a plazas centrales. Se han registrado 32 conjuntos mayores, separados por rasgos sobresalientes de la topografía local –ríos, quebradas y terrazas– y/o por espacios vacíos entre ellos. En términos estrictamente formales, ya que desconocemos aspectos fundamentales de su organización interna y su articulación, los edificios y conjuntos guardan un alto grado de homogeneidad arquitectónica. Es probable que la semejanza en el patrón arquitectónico se deba al desarrollo de actividades económicas y rituales parecidas en los distintos grupos habitacionales.

El área central de Palenque tiene una superficie de 8.5 ha y es el espacio abierto más amplio de la ciudad, compuesto por el Palacio, el Juego de Pelota y varios templos, edificios y plazas con funciones cívico-ceremoniales. Su esquema puede corresponder a lo que algunos autores han señalado como un patrón de asociaciones arquitectónicas con un alto contenido simbólico, en el cual el norte se asocia a una esfera celestial y sobrenatural y el sur a la región de los muertos; es aquí donde se encuentra el Templo de las Inscripciones, monumento funerario erigido a la memoria de K’inich Janaab’ Pakal, el más célebre de los gobernantes palencanos (615-683 d.C.). El centro se asocia al plano terrestre, ejemplificado por el Juego de Pelota y el Palacio. Este orden arquitectónico “materializa” una visión del mundo donde el gobernante se ubica al centro de su comunidad y de su cosmos.

Los palacios fungían como el asiento del poder político, administrativo, económico y religioso que dio soporte y coherencia a la sociedad maya prehispánica. Fueron el espacio físico de residencia de la “corte”, compuesta por el gobernante (k’ uhul ajaw) y familiares cercanos, nobles de diferente rango (ajawoob), consejeros (ajpop k’amja, ah k’u hun), dignatarios visi- tantes, escribas (ah tzib), especialistas religiosos (itz’at), artistas y artesanos (chuwen, ba uxul, ah yul), sirvientes y dependientes, entre otros.

La compleja planta arquitectónica del Palacio de Palenque es el resultado de la adición sucesiva de edificios a lo largo de toda su historia y, al mismo tiempo, reflejo del conjunto de diversas actividades propias de la corte: visitas reales, recepción de tributos, presentación de cautivos, rituales, banquetes reales o ritos de entronización.

De manera muy clara, los conjuntos residenciales mayores se agrupan cercanos al área central del sitio y constituyen lugares con una larga ocupación. Durante los siglos VIII y IX d.C., fue necesario acondicionar nuevos espacios residenciales en las tierras que se encuentran en el lado oriente del palacio, al otro lado del río Otulum, para alojar al creciente número de personas que constituían la elite palencana. Este grupo privilegiado desempeñaba, entre otros cargos, los de consejeros, guerreros, escribas, sacerdotes y artesanos. Tales conjuntos están formados por edificios pequeños que se distribuían alrededor de patios y espacios abiertos. Las áreas interiores se utilizaban como dormitorios o almacenes y alojaban los altares en que se rendía culto a los antepasados familiares. En los espacios al aire libre se preparaban los alimentos y también se producían objetos de obsidiana, pedernal y cerámica.

 

El lugar donde se sitúa la ciudad de Palenque está protegido por un sistema defensivo natural, desde el que se dominan las planicies de Tabasco. En primer plano, de izquierda a derecha, se ven el Templo del Sol, el Templo XIV y El Palacio. Al fondo se ven parte de las planicies de Tabasco. Foto: Guillermo Aldana / Raíces

 

Tomado de Rodrigo Liendo Stuardo y Laura Filloy Nadal, “Palenque. La transformación de la selva en un paisaje urbano”, Arqueología Mexicana 107, pp. 46-52.

 

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