El corpus escultórico de Cotzumalguapa abarca más de 200 esculturas, que incluyen grandes petrograbados, estelas y altares, esculturas tridimensionales, cabezas colosales, así como elementos arquitectónicos decorados en bajorrelieve como escalones, pilares, piedras de pavimento y cabezas con espiga que se proyectaban en muros y fachadas. Hay verdaderos retratos de personajes importantes, representados con gran realismo. Abundan los animales mitológicos y los dioses, entre los que destaca el dios de la muerte. Son famosos los relieves que representan escenas complejas de baile, canto y sacrificio. Algunos representan alianzas matrimoniales y otros eventos de importancia política. Con frecuencia, llevan anotaciones escritas en un sistema de escritura y calendario locales, que se conocen pobremente. Las esculturas están labradas en un estilo propio, enraizado en el estilo costeño del Preclásico Tardío, al que se sumaron elementos iconográficos de origen teotihuacano. A la vez, comparten rasgos estilísticos e iconográficos con ciudades contemporáneas en otras regiones, especialmente Chichén Itzá.
Entre los ejemplos más distintivos se cuenta el Monumento 14 de El Baúl, una escultura tridimensional que representa un jaguar de dimensiones monumentales, sentado sobre las patas traseras como un perrito. El collar con corbata y los órganos genitales son característicos de las representaciones de animales en el estilo Cotzumalguapa. En el Gran Recinto se encontraron tres grandes bustos con espiga horizontal, que ostentan grandes tocados con un tablero atrás y una borla que pende sobre la cabeza. Por su escala y su expresión dignificada, es probable que sean retratos reales. Las esculturas en relieve de El Baúl y Bilbao contienen otros rostros o figuras de cuerpo entero, que debieron representar a miembros de las clases gobernantes. En el Monumento 50 de El Baúl, dos mujeres –identificadas como tales por sus faldas y pechos visibles– sostienen sendas serpientes que se entrelazan arriba y abajo para formar petates. Son característicos del arte de Cotzumalguapa los collares anudados de ambas serpientes, que en- marcan el rostro de un personaje que asoma en un nicho. Por analogía con otras culturas mesoamericanas, el “petate de serpientes” sugiere que se trata del retrato de un rey, quizá flanqueado por sus esposas. Labrado sobre una roca de gran tamaño, el Monumento 21 de Bilbao representa un ritual que incluye bailes, cantos y sacrificios.
La posición contorsionada del personaje central denota los giros de un baile. De su boca, y de la boca del dios de la muerte que ocupa el torso del danzante, salen vírgulas de la palabra con forma de enredaderas, que crecen hasta formar un verdadero paisaje de belleza y abundancia, pleno de flores, frutas y objetos preciosos, y poblado con aves que chupan el néctar de las flores. Junto a él, otro participante bate un instrumento sonoro y manipula un títere con figura de mujer. Al tiempo que baila, el danzante blande un cuchillo con el que corta las frutas que nacen de su propio canto. Las frutas tienen rostro humano y, por tanto, hacen las veces de cabezas que el danzante corta, en feraz cosecha de víctimas humanas. Las entrega a las manos de una anciana –una diosa o una celebrante que personifica a una diosa– que preside la escena sentada en un trono. A sus pies hay un recipiente lleno de frutas, conchas y otros objetos, posiblemente los productos de la cosecha, que parecen reanimarse, como en un vientre materno.
En ésta y otras esculturas, los artistas de Cotzumalguapa plasmaron elementos del sistema político y el pensamiento religioso de una sociedad vigorosa, que participó activamente en las redes de intercambio económico e intelectual del Clásico Tardío. Ha faltado atención a los vestigios de esta gran ciudad mesoamericana, cuyo estudio apenas empieza.
Tomado de Oswaldo Chinchilla Mazariegos “Cotzumalguapa, una ciudad del Clásico”, Arqueología Mexicana núm. 142, pp. 62-67.
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