La persona de Hernán Cortés

José Luis Martínez

 

Gabriel Lobo Lasso de la Vega, en su poema épico cortesiano, escribió que, para salvar a la iglesia, Hernán Cortés nació “…en el mismo año que Lutero,/ monstruo contra la Iglesia, horrible y fiero…” lo cual es falso, porque mientras Cortés nació en 1485, sin que se conozca el día, Lutero nació, según recordaba su madre, el 10 de noviembre de 1483, víspera de San Martín.

En 1485, Bartolomé Díaz dobla el cabo de Buena Esperanza. En el México Antiguo, año 6 calli, Tizóc es señor de México y Nezahualpilli de Tezcoco. Y fueron contemporáneos de Cortés, Garcilaso de la Vega y Fernando de Rojas, Nicolás Maquiavelo, Miguel Ángel, Leonardo Da Vinci, Tiziano, Giorgione y El Bosco.

Sus padres fueron pobres, cristianos viejos, aunque en Medellín tenían un molino de trigo, un colmenar y una viña, Catalina, su madre, era “recia y escasa” y había hecho la guerra cuando joven. Hernán, hijo único, se crió enfermo y estuvo a punto de morir. Lo salvo su ama de leche, María de Esteban, y una devoción al apóstol San Pedro. A los 14 años sus padres lo enviaron a la Universidad de Salamanca y en esa ciudad vivió en casa de  Francisco Núñez de Valera, que enseñaba latín pero no siguió sus estudios por unas fiebres cuartanas. Sus padres lo querían licenciado, pero el mozo, “bullicioso, altivo y travieso, amigo de armas y enamorado”, traía perturbada a la casa paterna y al pueblo. Cuando estaba a punto de partir, por encontrar una mujer cayó de una barda y tuvo que guardar cama. Ya sano, vagabundeó por algún tiempo y anduvo por Valencia, y en Valladolid durante más de un año se asentó como escribano y aprendió bien este oficio.

Al fin, a los 19 años, con la bendición y el auxilio de sus padres, viajó a las Indias y, tras de una travesía accidentada, llegó a la isla Española. Por la ayuda que prestó en la pacificación de alguna región de la isla, el gobernador Ovando le dio indios en encomienda y la escribanía del ayuntamiento de Azua.

Cuenta Francisco Cervantes de Salazar que, contrastando con las estrecheces en que vivía, Cortés le contó que soñó que estaba vestido con riqueza y servido por gentes extrañas que le llamaban con títulos honra y alabanza. Pocos años después de este sueño, Nicolás Maquiavelo escribió que “si de la fortuna depende la mitad de nuestros actos, los hombres dirigimos cuando menos la otra mitad”. Y sorprende la paciencia con que Cortés esperó, alrededor de diez años, la primera coyuntura favorable.

 

José Luis Martínez. Director de la Academia de la Lengua. Entre otros cargos, ha sido cronista de la ciudad de México. Autor de numerosas obras sobre historia de México, entre las que destaca Hernán Cortés (1990).

 

Martínez, José Luis, “La persona de Hernán Cortés”, Arqueología Mexicana núm. 49, pp. 36-40.

 

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