La presencia de Mixcóatl en el área tolteca otomí un disco de concha

Carmen Aguilera, Carlos Hernández

 

Un día, hacia finales de la década de los ochenta, las maestras Dolores Ruiz Rivera y Marcelina Petra Chávez, que promovían donaciones para la creación del museo comunitario en el ex convento agustino de San Andrés Epazoyucan, en Hidalgo, recibieron como donación del niño Renato Mercado un disco de concha grabado con un personaje. Al preguntarle dónde lo había conseguido dijo que se lo había cambiado a otro niño por algunas chucherías, y este segundo niño sólo explicó que lo había encontrado en un sitio arqueológico.

A fin de recabar información para elaborar la cédula museográfica correspondiente, el objeto fue llevado al arqueólogo Carlos Hernández, quien examinó el disco, constató su manufactura prehispánica y realizó la ficha. Al conocerse la importancia del hallazgo "se hizo tal fiesta", que la mamá de Renato, la señora María Islas Espinosa, decidió recogerlo. Aún lo custodia y permitió que se fotografiara para este artículo.

 

El disco de concha

El disco mide 10.2 x 9.9 cm y tiene grabado un personaje. Después de ser limpiado y pulido. resaltó el color nacarado del disco, aunque por la intemperización se encontró erosionado y oxidado en el lado derecho, por lo cual las figuras no se distinguen bien. La doctora Lourdes Suárez señala que la figura está esgrafiada en una valva, posiblemente de un pine de Mazatlán, es decir, de la costa del Pacífico.

 

Descripción de la figura

Cabeza. El personaje lleva la cabellera cubierta con una tela como la que llevaban ciertas deidades, con nueve espirales encima, que es una convención para representar las nubes o mixtli. Sobre la coronilla se ve un plumón o tlachcáyotl del que surgen dos grandes plumas de águila que forman el cuauhpilolli, “colgajo de plumas de águilas” debajo asoma el tupé o ixcuatecpilli, “colgajo señorial sobre la frente”. Porta una yacámitl, “nariguera de flecha”, formada por una plaquita sobre la nariz y un medio arillo, mientras que el septum está atravesado por dos flechas. La orejera o nacochtli es de disco, que comúnmente se labraban en concha o jade.

Torso. Del cuello cuelga, hasta poco debajo de la cintura, un pectoral formado por dos tiras, posiblemente de cuero, con un atavío de “mariposa” asociado al fuego. En las caderas lleva un tlalpilli. “algo arado”, especie de faldilla anudada al frente cuyas puntas terminan en cola de golondrina. Entre las piernas cuelga la punta del máxtlatl o taparrabos.

Brazos. Los brazos no están completos. El de la derecha está casi horrado por la erosión y la mano probablemente sostenía un tlahuitolli o arco, o un átlatl, o quizá también una chitlatli o cestilla para guardar el producto de la caza y la recolección. El de la izquierda lleva atado en la parte de arriba lo que posiblemente es un técpatl o navajón y el resto, excepto la mano, está oculto por una piel de venado o ehuayomázatl, que servía como protección contra macanas enemigas. La mano sostiene dos flechas y un arma curva que es roma por un lado y por el otro termina en punta con una línea incisa al centro. Aunque se desconoce el nombre de esta arma es la que portan, entre otras figuras, los llamados Atlantes de Tula y varios guerreros en Chichén Itzá, algunos de los cuales la blanden en actitud ofensiva.

 

• Carmen Aguilera. Doctora en histona por la UNAM. Investigadora en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia.

• Carlos Hernández. Maestro por la ENAH. Investigador en el Centro INAH Hidalgo.

 

Aguilera, Carmen, Carlos Hernández, “La presencia de Mixcóatl en el área tolteca otomí un disco de concha”, Arqueología Mexicana núm. 73, pp. 30-32.

 

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