Las batallas rituales en Mesoamérica. Parte 2

Claude-François Baudez

En esta segunda parte se analizan las efigies cerámicas del Clásico Tardío, y se sigue estudiando la presencia de Xipe Tótec en las batallas rituales del Pacífico guatemalteco, las Tierras Bajas mayas, la costa del golfo y la Cuenca de México protohistórica. En las conclusiones se propone que las tres formas de enfrentamiento: guerra, batalla ritual y juego de pelota, tenían el mismo fin: proveerse de víctimas cuyo sacrificio debería atraer prosperidad, enfrentamientos que eran también una manera de definir las relaciones sociales, bajo la forma de diferentes niveles de la “otredad”.

 

Las efigies cerámicas del Clásico Tardío

Un vaso efigie proveniente de la tumba 58 de Monte Albán, de la fase Xoo, representa a un personaje sentado, tocado con un casco globular con tres aperturas circulares y blandiendo un objeto redondo por encima de su cabeza [continúa la numeración de la primera parte de este artículo, publicada en el núm. 112]. Su casco semeja al de aquel personaje esculpido en la piedra de Tlacochahuaya, dibujada por Andy Seuffert. El personaje está retratado cayendo hacia atrás sobre un topónimo y usa un casco esférico con tres agujeros. La efigie de la tumba 58 ha sido interpretada por algunos como una imagen de Xipe Tótec, porque las tres aperturas evocan los rasgos de un rostro desollado, así como por la extremidad bifurcada del braguero y de los ornamentos de las orejeras, características del atuendo de Xipe. Otros opinan que es un jugador de pelota con una máscara globular. En realidad, es un combatiente “vencedor” en la tradición de Dainzú, pero es igualmente un xipe, un portador de piel. En efecto, el casco es más que una protección, ya que ostenta una nariz que no tiene otra función que la de evocar un rostro humano. El personaje sujeta por los cabellos una cabeza cortada, que evoca el sacrificio de los vencidos luego de la batalla, y porta alrededor del cuello un collar de maxilares. Las víctimas sacrificadas durante la construcción de la Pirámide de la Serpiente Emplumada de Teotihuacan portaban los mismos collares de maxilares o sus imitaciones, lo que indica que esos trofeos tuvieron su origen en Oaxaca.

El interés por la efigie de la tumba 58, desgraciadamente única en su tipo, consiste en demostrar la continuidad de la batalla ritual, al estilo de Dainzú. Esta pieza también confirma la práctica de decapitar a los vencidos y, además, señala por su atuendo una relación con Xipe Tótec, del cual es una de sus primeras manifestaciones.

Otras efigies de Oaxaca tienen rasgos en común con este combatiente de casco esférico. La efigie del Museo Nacional del Indio Americano de Washington, que proviene de Mitla, tiene la cabeza cubierta por un bonete muy ajustado, sobre el cual reposa la mitad de un turbante. El personaje trae como trofeos un collar de maxilares alrededor del cuello y una cabeza cortada e invertida sobre su vientre. Lo que sobrepasa su doble cinturón de sonajas no es un vestido, como se ha dicho en ocasiones, sino una piel desollada, cosa que se infiere por el borde extremadamente irregular, punteado por partes; dos líneas incisas bajo el codo marcan los bordes de las “mangas” de la misma piel. Sostiene en una mano un vaso con forma de pata de jaguar o de murciélago, lo que confirma su participación en los rituales llevados a cabo bajo la égida de Xipe Tótec.

 

Baudez, Claude-François, “Batallas rituales en Mesoamérica. Parte 2”, Arqueología Mexicana núm. 113, pp. 18-29.

 

Claude-François Baudez. Director de investigación honorario del Centre National de la Recherche Scientifique de Francia. Ha realizado investigaciones arqueológicas en Costa Rica, Honduras y México.

 

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