Las cuevas mortuorias de Coahuila

Leticia González Arratia

Los bultos mortuorios localizados en varias cuevas de Coahuila revelan que los grupos de cazadores-recolectores del Norte de México desarrollaron en la época prehispánica ritos y ceremonias extremadamente complejos, que constituyen todo un discurso social y religioso.

Desde el siglo XVII aparecen en documentos coloniales referencias a las cuevas mortuorias de Coahuila. En 1645, un padre jesuita que residía en Parras de la Fuente, Coahuila, encontró un día “…un lugar lleno de cavernas…vio allí... un sepulcro de sus calaveras y huesos humanos de muertos…” (Pérez de Rivas, citado en González Arratia, 1999, p. 19). Hacia 1778, el padre Juan Agustín de Morfi reprodujo el testimonio de un capitán español que en la Sierra del Carmen, al norte de Coahuila, “…encontró una cueva muy grande con ‘cadáveres de indios, envueltos en finos petates’ ” (ibid.).

Sin embargo, fue hasta el siglo XIX cuando diferentes personas que exploraron o visitaron el suroeste de Coahuila, particularmente la Comarca Lagunera, realizaron descripciones más precisas sobre varias cuevas en las que los antiguos habitantes prehispánicos de la región depositaron a sus muertos en posición flexionada, envueltos en mantos y amarrados, semejando un bulto, de ahí el nombre actual de “bulto mortuorio”.

En 1838, el señor Juan Nepomuceno Flores da a conocer una cueva en la Sierra Mojada que contenía numerosos cadáveres con las características mencionadas, y en 1848, el señor José Ma. Ávila narra su visita a dos cuevas mortuorias, una de ellas localizada muy cerca del rancho El Coyote, situado a su vez cerca de Torreón, Coahuila. En 1880, Edward Palmer, botánico empírico inglés contratado por el Museo Peabody, localiza con ayuda de informantes cuatro cuevas situadas entre El Coyote y Monclova. A pesar de que habían sido saqueadas, en la localizada en las inmediaciones del rancho El Coyote se conservaban algunos bultos mortuorios cerrados.

Finalmente, durante el siglo XX se exploró la cueva mortuoria más importante del árido norte de México registrada hasta el momento por la arqueología mexicana, la cual se trabajó de manera profesional. Se trata de la Cueva de la Candelaria, situada en el Valle de las Delicias, que constituye el límite norte de la Comarca Lagunera. Fue explorada en 1958 por un equipo de arqueólogos, antropólogos físicos y geólogos, y sus resultados se resumen en los trabajos de Pablo Martínez del Río, Luis Aveleyra Arroyo de Anda, Irmgard W. Johnson y Arturo Romano.

A partir del análisis que he realizado de documentos inéditos y publicaciones, así como del material arqueológico disponible tanto en México como en el extranjero, ha sido posible construir una teoría sobre la relación de estas cuevas con un ritual mortuorio complejo y sofisticado. Esta interpretación se basa en el hecho de que las descripciones de los documentos coinciden con el material arqueológico que ha sobrevivido hasta nuestros días, y en esa comparación resalta una serie de características que se repiten a lo largo de los siglos, lo que indica una disposición sistemática de los muertos en tiempos prehispánicos.

Destaca el hecho de que el lugar en que se depositan los cadáveres sea una cueva, que, en la mayoría de los casos, tiene una entrada en forma de tiro de chimenea con una pendiente abrupta hacia el interior, de varios metros de longitud, donde se encuentra una primera cámara, a la cual se unen una o varias cámaras subterráneas.

En esas cámaras se colocaban los restos de un cierto número de individuos. En algunos casos se habla de 30, como en la Cueva de la Paila, y en otros de “muchos”, como en la Cueva del Coyote. En la Cueva de la Candelaria se localizaron no menos de 200 individuos y en la Sierra Mojada, en un rápido cálculo de su descubridor, alrededor de 1 000. Además de la diversidad en cuanto al número, lo que se repite en todos los testimonios es que originalmente los cadáveres se depositaron en forma de bulto mortuorio y ordenados uno junto a otro o uno encima de otro.

 

 González Arratia, Leticia, “Las cuevas mortuorias de Coahuila”, Arqueología Mexicana núm. 80, pp. 78-83.

 

• Leticia González Arratia. Arqueóloga. Investigadora del Museo Regional de La Laguna, INAH, en Torreón, Coahuila. Especialista en arqueología de los cazadores-recolectores del norte árido de México.

 

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