Las culturas de Guatemala

Bárbara Arroyo

El territorio guatemalteco refleja la diversidad cultural que abrigó este territorio en tiempos antiguos. Cada región –como las Tierras Bajas mayas, el Altiplano maya, la boca costa y la planicie costera del Pacífico– tiene sitios cuya jerarquía social demuestra sus grandes avances. En cada zona se dieron desarrollos que dominaron varios ecosistemas, y a la vez en todas las zonas geográficas hubo extenso contacto e interacción por medio de rutas naturales de comunicación como los ríos y pasos de montaña.

 

El territorio que hoy ocupa Guatemala formó parte del gran sureste mesoamericano en el que se desarrolló la gran civilización maya. También se asentaron otras poblaciones que interactuaron con grupos mayas, las cuales compartieron patrones culturales similares pero con idiomas distintos y características propias. La geografía de la región se distingue por distintos nichos ecológicos: las Tierras Bajas mayas, compuestas por suelos kársticos; el Altiplano maya, con sus bosques de pinos y encinos; la boca costa, con sus volcanes y ríos, y la planicie costera del Pacífico con suelos fértiles, ríos y ricos depósitos aluviales.

El territorio guatemalteco, diverso en su paisaje y composición geográfica, refleja la diversidad cultural que abrigó este territorio en tiempos antiguos. Cada región tiene sitios cuya jerarquía social demuestra sus grandes avances. En cada una se dieron desarrollos que dominaron varios ecosistemas, y a la vez en todas las zonas geográficas hubo extenso contacto e interacción por medio de rutas naturales de comunicación como los ríos y pasos de montaña. 

 

Las Tierras Bajas mayas del Petén

Los habitantes de las Tierras Bajas mayas se concentraron en el norte del territorio guatemalteco, en el departamento de Petén. En su límite norte, la cuenca Mirador fue uno de los lugares más densamente poblados en los periodos Preclásico y Clásico. Los sitios del Preclásico más conocidos fueron Mirador y Nakbé, y hubo muchos otros que fueron ocupados por grupos mayas organizados de manera compleja a partir de 800 a.C., que alcanzaron su apogeo alrededor de 200 a.C. Asimismo, excavaciones recientes en el sitio de Ceibal, al suroeste de Petén, han dado cuenta de la antigua presencia de una población con un patrón ceremonial similar al del Preclásico en el vecino territorio de Chiapas, México. En el noreste de Petén, recientes excavaciones en los sitios de Cival y Holmul han dejado al descubierto grandes mascarones de caliza en los edificios con fechas cercanas a 500 a.C. (fig. 2), que representan deidades importantes. Asimismo, en el sitio de San Bartolo se localizó la escritura maya más antigua, con la fecha 100 a.C., asociada con importante iconografía referente a la mitología maya (fig. 6). Aunque no todos los textos pueden ser descifrados, la presencia de escritura maya indica una población que hablaba una lengua maya que muchos han relacionado con la variante cholana.

El Clásico fue un periodo de gran florecimiento en sitios como Tikal, Uaxactún, El Zotz, Río Azul, Perú-Waka’, Piedras Negras, La Blanca, La Sufricaya y muchos otros, que indican que hubo relaciones a larga distancia con Teotihuacan, centro de México, Yucatán, Tabasco, el Altiplano maya y la costa del Pacífico. También se sabe que había movimiento de personas, como se consigna en textos jeroglíficos que mencionan, por ejemplo, matrimonios entre la realeza de Cancuén y Dos Pilas, además de alianzas y conquistas. Otro sitio de importancia cercano a Petén fue Quiriguá, que mantuvo fuertes lazos con el vecino sitio de Copán en Honduras (fig. 1), con el cual también tuvo conflictos.

El Posclásico en la zona maya trajó consigo un cambio en el patrón de asentamiento, ya que las ciudades grandes no fueron tan importantes y la población se concentró alrededor de lagos, como en el de Petén Itzá, y de sitios como Tayasal, Zacpetén (fig. 3). Varios grupos mayas, como los kowoj y los itzaes, controlaron ciertos territorios. Esta época fue muy dinámica, con cambios notables en la sociedad que incluyen gran fragmentación social y diversidad de grupos étnicos.

 

El Altiplano maya

El Altiplano contaba con recursos muy distintos de los de Petén y la Costa Sur. Por ejemplo, en el Altiplano se encuentran las fuentes de obsidiana, material usado para la elaboración de cuchillos y navajas. Asimismo, el Altiplano tuvo control sobre el comercio del jade. De alguna manera, esto impactó a las poblaciones que habitaron ese territorio. Además, los ríos que nacen en el Altiplano favorecieron el intercambio entre sitios y regiones, y abrieron la posibilidad de una gran diversidad cultural.

La historia de la ocupación original en esta región es larga aunque dispersa porque escasean los trabajos arqueológicos. Una de las ciudades más antiguas es Samabaj, en el lago de Atitlán, así como San Andrés Semetabaj, en sus orillas. Otro lugar del Preclásico con ocupación relevante es el valle de Salamá en el Altiplano Norte. Allí, un monumento en El Portón, con jeroglíficos muy similares a los del mural de San Bartolo en Petén, sugiere que se hablaba un idioma similar en regiones distantes. En el Altiplano Central, los sitios mayores fueron Naranjo y Kaminaljuyú, con una importante ocupación durante el Preclásico. En este momento dio inicio la construcción de arquitectura con fines religiosos y ceremoniales, con edificios orientados de norte a sur a lo largo de plazas y avenidas alargadas. Generalmente los sitios fueron construidos en valles, como Urias, en las afueras de la moderna Antigua, Guatemala, que tuvo una importante ocupación en el Preclásico Medio.

A partir del Clásico, la población del Altiplano varió un poco más que en Petén, ya que, dependiendo del lugar, se utilizaron diferentes materiales constructivos y distinta cerámica, lo que de alguna manera confirman los relatos de las fuentes etnohistóricas, que señalan la presencia de distintos idiomas. Definitivamente hubo un crecimiento demográfico en este periodo, pues se han documentado muchos sitios aunque pocos han sido investigados. Algunos de los sitios trabajados son aquéllos de la cuenca del río Chixoy, entre los que sobresalen La Lagunita (fig. 4a), Nebaj y Zacualpa en Quiché, Zaculeu en Huehuetenango, Chama en Alta Verapaz, Kaminaljuyú (fig. 4b) en el Altiplano Central y Pompeya en Sacatepéquez. Hubo sitios importantes alrededor del Lago de Amatitlán, aunque no se han excavado en forma sistemática. Recientemente se han realizado trabajos en Quiché, en la zona de Xacbal y en El Soch. El territorio del Altiplano estuvo habitado por grupos mam, pokomam, kekchi y otros que tuvieron contacto con el centro de México. Los centros ceremoniales se ubicaron en valles abiertos y fueron construidos de manera centralizada, muchos de ellos con canchas de juego de pelota (fig. 5).

Durante el Posclásico en el Altiplano hubo diversos grupos étnicos que sostuvieron contactos a larga distancia con regiones del Altiplano de México y Yucatán. Se nota un cambio en el patrón de asentamiento, en el cual se privilegian las ubicaciones defensivas. Muchos de los sitios de esa época estaban rodeados de barrancos para proteger y controlar los territorios y sus bienes. Entre las ciudades principales, que representan cabeceras de los reinos más importantes, sobresalen Zaculeu del reino mam, Iximché de los cakqchiqueles, Mixco Viejo de los pokomames, Chuitinamit del reino tzutujil y Kajyup de los rabinaleb. Los sitios del Posclásico muestran un patrón espacial caracterizado por canchas de juego de pelota abiertas, templos circulares, columnatas adosadas a los templos, pequeñas plataformas bajas usadas como altares y edificios largos y rectangulares. La arquitectura refleja una fuerte influencia del territorio mexicano, lo que indica movimiento de poblaciones del norte hacia esta parte de Mesoamérica. 

 

Bárbara Arroyo. Arqueóloga por la Universidad de San Carlos y doctora en antropología por la Vanderbilt University. Ha trabajado en la Costa del Pacífico de México, Guatemala y El Salvador y en el Altiplano Maya. Directora del Proyecto Kaminaljuyú, Dirección General del Patrimonio Cultural y Natural de Guatemala.

 

Arroyo, Bárbara, “Las culturas de Guatemala”, Arqueología Mexicana núm. 134, pp. 34-4.

 

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