Las fragancias en los tratamientos fúnebres

La evidencia arqueológica de excipientes aromáticos empleados por los antiguos mayas en la elaboración de perfumes de uso ritual y funerario es muy limitada. Aunque escasa, su conservación en las mortajas de algunos reyes y nobles de las cortes mayas del Clásico –confeccionadas a base de capas de pigmento y resina o mediante superposiciones de textil y pigmento– ha permitido un primer acercamiento arqueométrico e histórico a esas fragancias de significado cultural preciso.

En las mortajas funerarias, con frecuencia esos excipientes aromáticos, en su variante animal (grasas) o vegetal (resinas, gomas y aceites), van ligados al pigmento rojo. Por ejemplo, la capa roja de hematita asociada al cuerpo del dignatario que fue enterrado en la Estructura III-9 de Calakmul, en el Clásico Temprano, se ligó con un excipiente aromático constituido a base de resina de pinácea. El resultado fue un binomio pigmento corporal-fragancia de idénticas propiedades al que hemos empezado a identificar en muchas ofrendas de color que se depositaron como parte del ajuar en las tumbas de esos señores. Estos excipientes aromáticos, que aglutinaron pigmentos y colorantes de aplicación corporal, debieron tener un extraordinario poder simbólico al igual que el humo perfumado que ascendía durante las quemas rituales del copal. La aristocracia maya escenificaba esos significados en sus ostentosos programas de sepultura y veneración ancestral. Se pueden citar a este respecto las ceremonias muhkaj con que culminaban los preparativos del sepulcro del soberano, las cuales, de acuerdo con las inscripciones del Clásico en esas mismas tumbas, podían prolongarse hasta diez días después de la muerte del señor. En ese lapso, el cuerpo iniciaría su proceso de descomposición, acelerado por la gran humedad y la temperatura de las selvas de las Tierras Bajas mayas. El cuerpo de esos reyes y nobles emanaría hedores fétidos que serían atenuados, e incluso parcialmente neutralizados, al ser encapsulados en “sudarios” con pigmentos y fragancias como el descrito para el gobernante de la Estructura III-9 de Calakmul (explorado gracias al Proyecto Arqueológico Calakmul de la Universidad Autónoma de Campeche) o el de Palenque, que se aborda a continuación.

 

Tomado de Marisa Vázquez de Ágredos, Vera Tiesler y Arturo Romano Pacheco, “Perfumando al difunto. Fragancias y tratamientos póstumos entre la antigua aristocracia maya”, Arqueología Mexicana núm. 135, pp. 30-35.

 

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