Los huastecos

Felipe Solís Olguín

Si bien los huastecos nunca consolidaron una unidad política mayor, se encontraban organizados en ciudades-Estado. Su lengua y tradiciones culturales les dieron una gran cohesión, que sobrevivió no sólo a las intromisiones nahuas y españolas sino que hasta la fecha puede reconocerse como una de las culturas indígenas tradicionales de México

 

Por décadas el mayor atractivo de la cultura huasteca han sido sus extraordinarias esculturas; sólo hasta tiempos recientes se han intensificado los proyectos de investigación científica que permiten conocer mejor su historia y sus características sociopolíticas, información que se complementa con algunos rasgos arqueológicos como la cerámica y la arquitectura, de los que ya se tenían noticias.

 

El territorio

El vasto territorio huasteco se extiende por el sur desde el río Cazones, en Veracruz, hasta el río Soto la Marina, en Tamaulipas, por el norte; la costa del Golfo es su límite natural al por el poniente ocupa importantes zonas de los estados de San Luis Potosí, Querétaro e Hidalgo.
El territorio muestra una gran variedad ecológica: costas, planicies, llanuras y estribaciones montañosas. Sin duda, los huastecos prefirieron los climas cálidos, a veces extremosos, ya que sus asentamientos nunca rebasaron 1 000 msnm. La agricultura, principalmente el cultivo de maíz, fue la base económica fundamental de los huastecos.

 

Los orígenes

Los estudios en antropología física y lingüística permiten ubicar en alrededor de 1500 a.C. el establecimiento de los huastecos en la región septentrional de la Costa del Golfo. Como lo han planteado varios especialistas, la lengua de ese pueblo está emparentada con la gran familia mayense, que ocupa la península de Yucatán y otras regiones del sureste mesoamericano. Se ha planteado que su separación territorial es producto de intromisiones de grupos nahuas y totonacas que se asentaron posteriormente en el centro de Veracruz.

 

Las crónicas

Hacia el tiempo de la conquista europea, los huastecos decían haber tomado su nombre
de un héroe llamado Cuextécatl, quien los había conducido hasta aquellas tierras. En algunas crónicas se menciona que los primeros habitantes del Pánuco habían atravesado el mar en balsas y que de la costa se dirigieron hacia la Sierra Nevada, hasta alcanzar
un lugar llamado Tamoanchan, donde inventaron el calendario y la escritura y tuvieron acceso a conocimientos ancestrales. Después serían expulsados del grupo original debido a que su jefe, en estado de ebriedad, mostró sus partes sexuales, acto antisocial para los otros pobladores, quienes los obligaron a ocupar la región del río Pánuco.

Esta explicación, proveniente de grupos externos a la Huasteca, se respalda seguramente por el gran énfasis en el culto fálico entre la cultura huasteca, en la que, por cierto, se veían con otro criterio las conductas sexuales y el exceso en la ingestión de pulque durante las celebraciones rituales.

Los mexicas consideraban a los huastecos como parientes lejanos y los desdeñaban por su costumbre de andar desnudos, lo cual probablemente se
debía a las altas temperaturas que predominan en la región a lo largo del año. Debemos destacar que en algunas celebraciones anuales, incorporaban algunas influencias huastecas como parte importante de las festividades; así, los sacerdotes lucían enormes falos, "a la manera huasteca", en especial en la veintena de ochpaniztli.

 

La población

Entre los pueblos mesoamericanos, los huastecos se distinguen por la práctica de la deformación craneana tabular en tres variantes: erecta, oblicua y mimética, así como por diversos tipos de mutilación dental. Asimismo, los huastecos se perforaban el septum y los lóbulos con el propósito de utilizar ornamentos de concha y hueso, principalmente. Por la información que brindan las esculturas y las figurillas, sabemos que gustaban de la pintura corporal y la escarificación. Otro de sus elementos distintivos era la desnudez total o parcial. Si bien los informantes nahuas insisten en señalar la tendencia huasteca hacia la desnudez, las narraciones del siglo XVI nos los presentan como un pueblo que gustaba de ataviarse ricamente, con elegante joyería elaborada con conchas y caracoles, que se combinaban con ornamentos de oro y finas plumas.

 

Felipe Solís Olguín. Arqueólogo, Director del Museo Nacional de Antropología, INAH.

 

Solís Olguín, Felipe, “Los huastecos”, Arqueología Mexicana núm. 79, pp. 28-31.

 

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