Los olmecas de San Lorenzo

Ann Cyphers

San Lorenzo, primera urbe política y económica de Mesoamérica, administró un sistema regional de asentamientos, albergó una gran población –internamente diversificada– y tuvo un destacado desarrollo y crecimiento que provocó transformaciones profundas en el tejido social en la isla de San Lorenzo y más allá.

 

Hace varias décadas los estudiosos pensaban que la gran cantidad de agua en las llanuras de la costa sur del Golfo de México había sido una desventaja para los tempranos pobladores, quienes no contaban con la tecnología necesaria para su control y aprovechamiento en la producción agrícola. En efecto, se pensaba que el trópico húmedo no podía sostener el desarrollo de una civilización. Con el paso del tiempo y los avances en las investigaciones arqueológicas en la región olmeca, ahora se reconoce lo contrario: que las condiciones ambientales costeras, incluyendo la abundancia de agua y la diversidad ecológica, ofrecían muchas ventajas que contribuyeron al extraordinario desarrollo de la primera civilización de Mesoamérica, la olmeca.

La cuna de la civilización olmeca se encuentra en la zona arqueológica de San Lorenzo, ubicada en las llanuras costeras del sur del estado de Veracruz, a unos 50 km del mar. Su existencia se reveló al mundo arqueológico en 1945, cuando fue visitada por el arqueólogo Matthew Stirling y su esposa Marion. Durante un día y medio, lo que duró su visita al sitio, Stirling descubrió apresuradamente 11 esculturas, incluyendo cuatro cabezas colosales y un trono. Regresó al año siguiente para otra temporada de campo llena de sorprendentes hallazgos.

Esta hazaña dio inicio a la primera etapa de investigaciones arqueológicas (1945-1970) en San Lorenzo y otros sitios cercanos, en las cuales intervinieron estudiosos tan sobresalientes como Michael D. Coe, Richard A. Diehl, Francisco Beverido, Jürgen Brüggeman y Marie-Areti Hers. Hoy en día, la acumulación de información derivada de los estudios de la primera etapa, aunada a la de la segunda, que corresponde a las investigaciones del Proyecto Arqueológico San Lorenzo Tenochtitlán (1990-al presente), ha mejorado nuestro entendimiento del desarrollo integral de la primera capital olmeca.

 

El origen de los olmecas

Las propuestas seudocientíficas sobre el origen de los olmecas en otros continentes o planetas del sistema solar carecen de evidencias sólidas, por lo que han quedado en calidad de hipótesis no comprobadas. Lamentablemente su proliferación señala que se desestima la reconocida capacidad de los olmecas para lograr grandes desarrollos por sí mismos, como una de las civilizaciones originarias del mundo. Y, todavía peor, niegan que los olmecas sean nuestros.

Por fortuna, los estudios arqueológicos documentan científicamente un asentamiento muy antiguo en la región de La Venta desde 2350-2100 a.C. Esto significa que los inicios de la vida aldeana en la región olmeca son relativamente contemporáneos de los vestigios tempranos de Puerto Marqués, cerca de Acapulco, que datan de 2500-2300 a.C., y son más tempranos que las primeras fases de asentamiento en el Soconusco, lo que sugiere que el desarrollo del pueblo olmeca comenzó en la costa sur del Golfo de México.

 

Los inicios

Hace cuatro milenios los primeros moradores llegaron a las amplias llanuras de la costa sur del Golfo de México, donde se percataron de la riqueza del vasto paisaje regado por el vaivén del agua y tan sólo 20% de tierra firme a salvo de las inundaciones. Algunos se instalaron en una isla grande rodeada por cursos fluviales y amplias llanuras de inundación, la cual se ubica justo donde comienza la gran planicie de la cuenca baja del río Coatzacoalcos. La vida olmeca en esos primeros siglos incluyó la producción de alimentos en terreno firme, y particularmente los tubérculos figuraron de manera importante en su dieta, junto con los recursos acuáticos procedentes de los ricos humedales que rodeaban la isla.

Durante los primeros dos siglos del asentamiento, de 1800 a 1600 a.C., la aldea fundada sobre el lomerío más alto de la isla de San Lorenzo llegó a tener la más alta densidad de población en su historia de ocupación: 21 personas por hectárea. Esta temprana concentración de pobladores pudo tener alguna relación con la inseguridad del entorno y la necesidad de defenderse. En ese tiempo también se observan claras diferencias sociales, evidenciadas en el estilo constructivo de las viviendas.

Entre 1800 y 1400 a.C., los residentes comenzaron a modificar el lomerío a su gusto, dándole forma mediante la deposición de dos millones de toneladas de rellenos de tierra. Fueron los primeros esfuerzos de planificación urbana destinada a producir una gigantesca réplica de la montaña sagrada para homenajear a la deidad primordial, el monstruo de la Tierra. Eventualmente se edificaría una gran meseta rodeada por terrazas artificiales.

En San Lorenzo había espacios ceremoniales públicos y privados junto al cerro El Manatí, con un teatro ritual al aire libre en donde se realizaban ofrendas periódicas. Aún no se han hallado esculturas en piedra de esos primeros siglos de ocupación, aunque es factible que las hubiera ya que se conocían las tecnologías para tallar la roca basáltica, como es evidente por la producción de instrumentos para moler y martillar, y las vasijas hechas de piedra.

 

Ann Cyphers. Doctora en historia por la UNAM. Investigadora en el Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM. Especialista en el periodo Preclásico (Formativo) y, en particular, en la civilización olmeca.

 

Cyphers, Ann,  “Los olmecas  de San Lorenzo”, Arqueología Mexicana, núm. 150, pp. 18-25.

 

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