Tezcatlipoca contra Quetzalcóatl en la caída de Tula

Miguel Pastrana Flores

Para los antiguos pueblos de habla náhuatl, los relatos acerca de Tula, los toltecas, su afamado gobernante Quetzalcóatl y su adversario Tezcatlipoca constituían todo un referente para la vida política y ritual de esos grupos. Las narraciones sobre la prodigiosa riqueza e historia de la ciudad de los toltecas no sólo fueron un tópico recurrente en los relatos indígenas, sino que también representaban un importante modelo de conducta para los gobernantes, sacerdotes y grupos de poder del Altiplano Central de México.

 

Las fuentes

 

Para el conocimiento de las ideas que los antiguos nahuas tenían sobre Tula se cuenta con variadas fuentes de tradición indígena, y entre ellas se destacan los textos en náhuatl de los informantes indígenas que fray Bernardino de Sahagún recopiló en su Historia general de las cosas de Nueva España, o Códice florentino, así como los llamados Anales de Cuauhtitlan, la Leyenda de los Soles y la Historia Tolteca-Chichimeca; en tanto que entre los textos escritos en castellano pueden mencionarse los trabajos de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl.

En esas fuentes el pasado tolteca es visto de una manera totalmente idealizada, ya que al paso de las generaciones la ciudad de Quetzalcóatl se fue revistiendo con los colores de la admiración y la nostalgia. Los relatos se estructuran conforme a antiguos esquemas cosmológicos y heroicos, al tiempo que los distintos grupos nahuas reinterpretaban el pasado conforme a las necesidades del presente. Por ello, esas crónicas no cuentan cómo fue la ciudad arqueológica de Tula en el estado de Hidalgo durante los siglos XI y XII, sino cómo los nahuas del siglo XVI creían que había sido. Para ellos Tula era la ciudad por antonomasia, un lugar glorificado, encarnación de todo lo bueno y deleitoso, la urbe que poseía todas las riquezas materiales y las bellezas que el arte podía prodigar, en fin, el lugar que tenía el conjunto de lo que podía desearse a los ojos del mundo mesoamericano.

 

La prosperidad tolteca

 

Varias de las historias sobre Tula comienzan relatando las maravillas de la urbe y la fortuna de sus habitantes. Por ejemplo, se dice que Quetzalcóatl se retiraba a orar a la suprema deidad Ometéotl en casas esplendorosas, cuyas habitaciones estaban edificadas con fastuosos materiales: oro, plata, turquesa, conchas marinas y corales, entre otros; además, había casas con paredes recubiertas de plumas de quetzal y otras preciosas aves tropicales. Por otra parte, se afirma que los toltecas gozaban de pródigos frutos de la naturaleza, como calabazas gigantes y mazorcas de maíz tan grandes que tenían que ser cargadas por dos hombres; en el mismo tono se habla de la existencia de plantíos de cacao y de algodón, el cual crecía teñido de varios colores. Claro que esto no debe ser interpretado de manera literal, sino como un símbolo, una metáfora de la riqueza y magnificencia que alcanzó Tula en la memoria de los grupos nahuas.

 

Pastrana Flores, Miguel, “Tezcatlipoca contra Quetzalcóatl en la caída de Tula”, Arqueología Mexicana núm. 112, pp. 30-35.

 

Miguel Pastrana Flores. Doctor en historia por la UNAM. Investigador del Instituto de Investigaciones Históricas y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la misma universidad. Sus intereses académicos giran entorno a la historia, la cultura y la historiografía de tradición mesoamericana.

 

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