Un museo para Tzintzuntzan

Nelly M. Robles García, Olga Lidia Landa Alarcón

Como un ejemplo de perseverancia, el esfuerzo del INAH y la comunidad mediante el trabajo de académicos, técnicos, custodios, comités comunitarios y trabajadores del proyecto, trascendió las problemáticas de orden técnico, ideológico y político, consiguiendo el tan acariciado sueño de lograr un museo para Tzintzuntzan.

 

La génesis del museo

 

La zona arqueológica de Tzintzuntzan fue explorada originalmente en las postrimerías del siglo XIX por Nicolás León, y décadas después se dio continuidad a las investigaciones mediante el método estratigráfico realizado por Alfonso Caso y Eduardo Noguera en 1930. Aunque varios arqueólogos hicieran trabajos técnicos, como Jorge R. Acosta y Rubén Cabrera, es a Román Piña Chan (1962-décadas de los sesenta y setenta) a quien se le debe en gran parte la imagen que hoy en día podemos admirar de la zona arqueológica.

Tzintzuntzan es bien conocida por las llamada “yácatas”, edificaciones de plantas arquitectónicas mixtas (rectangular y semicircular), características del Posclásico en la cuenca del lago de Pátzcuaro, donde floreció el imperio purépecha, que dominó la región desde el Posclásico Tardío hasta la llegada de los conquistadores. Entre los especialistas, se ha aceptado la interpretación de que Tzintzuntzan fue la capital del imperio purépecha (Pollard, 1994; Oliveros, 2005).

Las cinco yácatas monumentales que se encuentran en Tzintzuntzan están adosadas una a otra, y se encuentran alineadas en sentido norte-sur, en el extremo oriente de una enorme plataforma artificial que abarca aproximadamente 105 000 metros cuadrados.

Desde 1991 los proyectos propuestos para la zona arqueológica resaltaban la importancia y urgencia de dotarla de instalaciones de difusión y servicios, dado que se apreciaba que los visitantes no tenían acceso a la información básica sobre el sitio (Cárdenas et al., 1991, 1992). En 1992 se construyó el primer museo de sitio de la zona arqueológica, el cual, según los reportes técnicos y las recientes evidencias encontradas, se erigió sobre algunos vestigios arqueológicos que fueron removidos para colocar la cimentación de la casa, construida con materiales locales, que albergó al museo. 

Posteriormente, en 2008, el Dr. Arturo Oliveros insistió en la propuesta de ampliar las instalaciones del museo, toda vez que se observaba ya la insuficiencia del primero, dado el gran aumento de la afluencia de público estudiantil a la zona. Propuso hacer la ampliación en una terraza llamada La Tira, ubicada en el límite este de la zona arqueológica, contigua a la gran plaza donde se encuentran las yácatas.

 

Robles García, Nelly M., y Olga Lidia Landa Alarcón, “Un museo para Tzintzuntzan”, Arqueología Mexicana núm. 119, pp. 74-77.

 

• Nelly M. Robles García. Arqueóloga. Investigadora del INAH y miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Autora de diversas obras sobre la arqueología de Oaxaca y su conservación patrimonial. Presidenta del Consejo de Arqueología. Miembro del Comité Científico-Editorial de esta revista. 

• Olga Lidia Landa Alarcón. Antropóloga con especialidad en arqueología por la Universidad Veracruzana. Coordinadora de varios proyectos en varios sitios, entre ellos del Proyecto Especial Michoacán.

 

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