El jaguar del principio y del fin del mundo

En muchos mitos de origen de distintas comunidades, los jaguares reinaban en esta tierra, a oscuras, antes de la aparición del Sol. La función del depredador en estos periodos particulares del proceso cosmogónico es ambivalente. Debido a las características señaladas, se le ha considerado como el gran destructor, como la energía potencial de aniquilación y el carnívoro voraz que en determinado momento pondrá fin a la existencia humana e incluso a toda posibilidad de vida sobre la Tierra; el responsable de los cataclismos y la destrucción cuando llegue el fin de los tiempos. En este sentido, el jaguar mítico va a ser fundamental en las fases sucesivas y cíclicas de ordenación y destrucción del mundo, y desempeñará un papel esencial dentro del orden cósmico e histórico, al convertirse en un símbolo de una etapa caótica anterior; su sometimiento representará un elemento de control social y de equilibrio en la nueva época. Así, el feroz carnívoro, dotado de poderes terribles, imprime el dinamismo necesario a la cadena interminable de esta historia cíclica de creaciones y aniquilaciones. Sin lugar a dudas, los numerosos personajes ataviados de felinos, que usan pieles o pintura corporal que lo asemejan al jaguar y que participan en distintas fiestas, carnavales y danzas rituales de las comunidades mayas actuales, tienen la obligación de desordenar y de romper con las estructuras establecidas, funcionan como un factor de desequilibrio.

Sin embargo, junto con todas estas funciones vinculadas a la muerte y a la destrucción, al jaguar se le consideró también como el gran progenitor, seguramente por su liga con la vida y la fertilidad.

 

Tomado de María del Carmen Valverde Valdés, “El jaguar entre los mayas. Entidad oscura y ambivalente”, Arqueología Mexicana 72, pp. 47-51.

 

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