El jardín florido nahua

Jeanette Favrot Peterson

Los frescos de jardín del siglo XVI en el claustro bajo del ex convento agustino de la Transfiguración de Malinalco reflejan una rica biodiversidad del ecosistema del valle. Los murales, principalmente en blanco y negro, fueron ejecutados por los tlacuiloque nahuas (tlacuilo, sing.), que no sólo plasmaron su entorno natural sino que también seleccionaron plantas y animales conocidos por sus poderes culturales, rituales y medicinales.

Tras permanecer ocultos durante 400 años bajo 22 capas de encalado, los murales de Malinalco salieron a la luz por primera vez en los trabajos de restauración de 1973-1974 y 1983-1984, y dejaron en blanco las zonas que presentaban daños irreversibles. En una segunda intervención (2001-2003), los conservadores repintaron partes de los murales, y comprometieron así su integridad histórica.

La identificación precisa de la flora y la fauna revela que la elección de los temas fue deliberada. Más allá de representar su hábitat local, las plantas y los animales hacen referencia a un dominio imperial más amplio y subrayan el significado cosmológico del jardín de Malinalco. En este ensayo se exploran varias facetas biculturales de los jardines, tanto reales como virtuales, y se reconoce que su significado y funciones se superponen. Los murales recrean un escenario paradisiaco, entrelazando el jardín florido nahua con el concepto cristiano de lo que sería la vida después de la muerte.

El Valle de Malinalco: un recurso codiciado

A lo largo de los milenios, Malinalco sustentó a poblaciones que fueron atraídas al valle por su clima templado y su suelo fértil. Los mexicas imperiales construyeron un complejo ceremonial cuyos muros interiores estaban decorados con murales policromados que proporcionaron un modelo artístico y técnico a los muralistas coloniales.

Malinalco era conocido por sus pintores, así como por sus curanderos, que tenían acceso a una gran cantidad de plantas medicinales. Después de la conquista española, la mano de obra indígena que colaboraba con la orden agustina erigió dos “monasterios fortaleza” en Malinalco y Ocuilan (ca. 1550- 1570).

Los mendicantes recurrieron a la plantilla de talentosos albañiles, escultores y pintores para construir y decorar las nuevas iglesias (Reyes Valerio, 1989). Los murales, del tamaño de una valla publicitaria, anunciaban las ventajas de una sociedad ordenada y “civilizada” que vivía en policía, bajo un nuevo régimen cristiano. Al mismo tiempo, los muros pintados seguían expresando una cosmovisión nahua.

Imagen: Muro este de los murales del jardín. a) Detalle del colibrí (uitzitzilin) con la planta “gloria de la mañana” (manto blanco, ololiuhqui), 1983. b) Colíbri y “gloria de la mañana”, 2014. Fotos: Jeanette F. Peterson.

Jeanette Favrot Peterson. Profesora emérita del Departamento de Historia del Arte y la Arquitectura, Universidad de California, Santa Bárbara.

Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:

Favrot Peterson, Jeanette, “El poder, la sacralidad y los sentidos en los murales de jardín de Malinalco”, Arqueología Mexicana, núm. 177, pp. 54-61.