La vida aldeana en la Huasteca prehispánica narrada en vitrinas

Al sur de Tamaulipas, en una loma situada frente a la playa Tesoro, en Altamira, podrían encontrarse las primeras evidencias biológicas del origen étnico de los huastecos. Desde 2006, arqueólogos y antropólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) investigan el lugar y han identificado una aldea prehispánica poblada entre el año 900 a.C. y hasta el 200 d.C., donde descubrieron más de 400 entierros humanos en buen estado de conservación, de los que se ha obtenido ADN que será analizado en Alemania.

El nombre del sitio es Chak Pet (“tortuga roja”, en lengua huasteca). Ahí no se desarrolló arquitectura de piedra: además de los entierros, los arqueólogos han localizado restos de los pisos de casas: algunos son de barro quemado y otros de cal y arena, éstos conservan huellas de postes que sirvieron para sostener los techos, de palma, y las paredes de bajareque (lodo con pasto). De todo ello sólo se conservó un pequeño montículo de tierra.

Los arqueólogos también han hallado diversos objetos suntuarios que no aparecen en aldeas vecinas y contemporáneas a Chak Pet, entre los que destacan dos espejos de pirita y conjuntos de varios dijes de piedra verde; así como objetos de concha y hueso, cerámica local del tipo Prisco Negro, instrumentos musicales, artefactos de molienda, figurillas y una máscara de barro que fue colocada como ofrenda en uno de los entierros.

Luego de una década de exploraciones e investigación en gabinete, una selección de las 19 piezas más representativas de esta aldea del periodo Preclásico se exhibe por primera vez en Altamira. Los objetos están acompañados de un discurso museográfico que busca dar un atisbo a la vida cotidiana de los pobladores ancestrales de la costa huasteca, pero al mismo tiempo informa a la comunidad sobre los principales avances en el estudio de su sitio arqueológico. Chak Pet, la vida aldeana en la Huasteca prehispánica es el título de la muestra.

La investigación, que ahora da pie a la exhibición, se lleva a cabo bajo la dirección del arqueólogo Gustavo A. Ramírez Castilla, del Centro INAH-Tamaulipas, quien explica que esta es la primera aldea del Preclásico, de la región Huasteca, que se explora de manera extensiva. La aldea mide aproximadamente un kilómetro de norte a sur y 300 metros de este a oeste (30 hectáreas). Los estudios indican una antigüedad máxima de 900 a.C., es decir de casi dos mil años antes de que se asentaran los grupos que conocemos tradicionalmente como huastecos, explica.

Las 19 piezas seleccionadas para exhibición corresponden a antigüedades que van de 500 a.C. a 200 d.C. De acuerdo con los estudios realizados durante esta década, es muy posible que la principal actividad económica de Chak Pet fuera la extracción de sal, la que se intercambiaba por productos foráneos, muchos de ellos suntuarios, como lo testifica el descubrimiento de los dos discos de pirita procedentes del centro de Veracruz, muy escasos en la arqueología, cuyo uso se ha asociado con rituales de curación y adivinación, y que ahora se aprecian en la exposición, comenta Gustavo Ramírez.

Asimismo, el especialista menciona dos conjuntos de varios dijes de piedra verde ―también en exhibición―, cuyo origen puede estar entre Guerrero y Guatemala. Otros objetos importantes son piezas de cerámica local Prisco Negro, pues su estilo guarda estrecha similitud con la cerámica de Kaminaljuyú, una aldea maya de Guatemala, contemporánea de Chak Pet. De acuerdo con el arqueólogo es relevante porque podría ser un indicador arqueológico de las ligas culturales entre las poblaciones huasteca y maya, establecidas por la lingüística.

Además de piezas de cerámica Prisco Negro, se exhiben figurillas e instrumentos musicales, de los cuales se han localizado gran cantidad, entre los que destacan una flauta de doble tubo y casi 60 centímetros de longitud, que luego de su restauración recuperó su sonido y puede ser tocada; así como la esculturilla de una mujer embarazada, en actitud reflexiva, con un gesto nunca expresado en el arte prehispánico de la región Huasteca: geométrico, monótono y repetitivo.

La pieza sobresaliente es una máscara de barro localizada como ofrenda en el Entierro 87. Se encontró a la altura de la pelvis del difunto, de tal manera que no era mortuoria (éstas se colocan en el rostro). Probablemente sea la representación de la faz del personaje porque su estilo es figurativo, tan realista que se puede considerar el retrato de un personaje de aquella época, nuevamente sus rasgos no coinciden con el arte huasteco tradicional, dice Gustavo Ramírez.

Los restos humanos recuperados de los entierros han sido sometidos a estudios de antropología física y los primeros resultados permiten reconocer las características físicas y enfermedades de la población: eran personas robustas, de baja estatura (entre 1.45 y 1.55 metros) en promedio. Aunque también se identificaron personajes más altos (entre 1.60 y 1.65 metros) y de cráneos alargados que se supone eran cazadores-recolectores viviendo con aldeanos de rasgos mesoamericanos, detalla el arqueólogo. La inflamación de huesos por infecciones, artritis e incluso sífilis eran los padecimientos comunes.

Asimismo, el especialista comenta que a través de estudios dentales se ha identificado la dieta de esta población: los resultados indican que se basaba en maíz y no en fauna acuífera, como suponían los investigadores, quienes infieren los resultados por tres aspectos: la presencia de caries, el descubrimiento de numerosos instrumentos de molienda y en especial de un conjunto de caracoles perforados a los que se les colocaba un mango para usarlos como en las labores de cultivo.

La exhibición aborda a los seres míticos: en las exploraciones se han hallado gran cantidad de piezas que hacen referencia a animales considerados fabulosos, particularmente destaca una olla de doble boca, similar a las de las culturas del Occidente de México. Esta fue decorada con los rostros de dos seres de rasgos humanos y animales, al parecer tlacuaches o monos.

Hay otras figurillas de humanos comunes. Las piezas delatan a una sociedad que no está estructurada en una marcada jerarquía, probablemente tendía a ser más igualitaria y probablemente matriarcal, explica el arqueólogo. Los datos arqueológicos obtenidos hacen ver a Chak Pet como un sitio importante.

Ahora se incursiona en estudios de ADN. “Tenemos resultados preliminares luego de análisis realizados en el Laboratorio Nacional de Genómica para la Biodiversidad, donde logramos obtener ADN de cuatro esqueletos. El siguiente estudio ―más complejo― se llevará a cabo en conjunto con el Instituto Max Plank para la Ciencia de la Historia Humana, con sede en Jena, Alemania, a donde el INAH envió siete muestras para un estudio genético de los pobladores ancestrales de Chak Pet, a fin de saber, entre otros aspectos, si también a nivel biológico se compartieron linajes genéticos con los mayas”, explica Gustavo Ramírez.

Todo lo que se refiere a la cultura huasteca, añade, ha sido ampliamente estudiado desde principios del siglo XX. La historia que hasta ahora se conoce es que los huastecos fueron mayas que migraron a la zona del río Pánuco, donde se establecieron y desarrollaron una cultura particular durante los últimos tres mil 800 años, pero no se ha profundizado en sus cimientos.

El especialista está en la búsqueda de datos que permitan corroborar arqueológicamente los orígenes. Lo que él ha hallado es que los primeros pueblos que se asentaron en la región no tuvieron continuidad, porque sitios como Chak Pet y vecinos quedaron despoblados en 200 d.C. Sigue un vacío de casi mil años. La región comienza a repoblarse en 750 d.C., cuando se establecen Las Flores, en Tampico, y es hasta 1000 o 1200 cuando entran los grupos que conocemos como huastecos. Los resultados en Chak Pet abren nuevas perspectivas de interpretación acerca del pasado de la cultura huasteca. Un pasado que sigue semienterrado, concluye Gustavo Ramírez.

La exposición Chak Pet, la vida aldeana en la Huasteca prehispánica es organizada como parte del programa de difusión del patrimonio cultural del Centro INAH Tamaulipas y del proyecto de investigación, en colaboración con el Ayuntamiento de Altamira. Permanecerá abierta al público hasta septiembre próximo, en la sede de la presidencia municipal.

 

Dirección de Medios de Comunicación (INAH)