Los desastres en perspectiva histórica

Virginia García Acosta

El estudio de los desastres asociados con amenazas naturales, a partir de una perspectiva histórica, se ha desarrollado en nuestro país desde hace varias décadas. Fue precisamente a consecuencia de los sismos de 1985 que se detonó esta nueva línea de investigación. La presente introducción antecede a una serie de estudios que hacen un recorrido de los desastres en la historia de México a partir de la época prehispánica, pasando por sequías e inundaciones y temblores, y atendiendo temas sociales, políticos y religiosos.

 

¿Qué son los desastres?

Cuando en la vida cotidiana hablamos de desastres, nos referimos a una gran variedad de asuntos, generalmente de consecuencias negativas. Una guerra o una explosión nuclear constituyen sin duda ejemplos claros y evidentes de desastres. No obstante, a los que nos referiremos en este dosier de Arqueología Mexicana es a aquellos que, por un lado, se asocian con fenómenos naturales específicos y, por otro, provocan alteraciones y cambios en las sociedades en las cuales se presentan esos fenómenos.

Al asociarlos con fenómenos de la naturaleza ha sido común denominarlos, de manera genérica, “desastres naturales”. No obstante, su estudio histórico ha demostrado que, aun vinculados con temblores, huracanes o sequías, los desastres constituyen procesos que se van construyendo con el tiempo, y que se materializan en un espacio y un momento específicos, en conjunción con alguna de esas amenazas naturales. La presencia de un fenómeno natural no necesariamente debe ser amenazante ni producir un desastre, ya que éste es el resultado de las formas erradas que hemos tenido para relacionarnos con nuestro ambiente. Con el paso del tiempo las sociedades han deforestado los bosques, erosionado los montes, sobre explotado los acuíferos, actividades que han traído aparejado, por ejemplo, que una lluvia antes inocua ahora se haya convertido precisamente en un desastre.

El estudio de los desastres como procesos desde una perspectiva histórica y social, ha demostrado que si tales desastres se han hecho cada vez más frecuentes no es porque en la actualidad se presente un número mayor de amenazas naturales, sino porque con el tiempo nuestras comunidades y sociedades se han vuelto más vulnerables y riesgosas. Un desastre es así el proceso resultante de la asociación entre un fenómeno natural, que se ha convertido en una amenaza natural, y una sociedad vulnerable que se encuentra en riesgo. Ésa es la razón por la cual insistimos en que los desastres no son naturales, dado que los elementos de origen social desempeñan un papel determinante en su ocurrencia y, sobre todo, en el alcance de los daños.

Es por ello que los estudiosos sociales de los desastres, los “desastrólogos” como a veces se nos denomina, señalemos la importancia de conocer cómo se han ido construyendo escenarios de riesgo que devienen en desastres en momentos y espacios determinados, y a la par, se analice también de qué manera los modelos de desarrollo económico y social que se han adoptado a lo largo y ancho del planeta han incrementado la vulnerabilidad de la población ante las amenazas naturales. Asimismo, es necesario examinar, tanto en el pasado como en el presente, cómo las sociedades han desarrollado capacidades, mecanismos, estrategias de sobrevivencia y de adaptación exitosas. Conociéndolas podremos responder de mejor manera a las amenazas de ese género.

 

Desastres históricos a escala mundial

Amenazas geológicas como erupciones volcánicas, terremotos o tsunamis; amenazas hidrometeorológicas como huracanes o lluvias excesivas que se asocian con inundaciones, o bien la escasez de agua que provoca sequías, han estado presentes a lo largo de la historia de la humanidad. Lo mismo ha ocurrido con las amenazas biológicas relacionadas con plagas y epidemias. A todas ellas podemos sumar otro conjunto de desastres originados por accidentes vinculados a procesos tecnológicos e industriales, a los cuales no nos referiremos en este dosier.

Las ciencias exactas y naturales se han ocupado de identificar y estudiar su ocurrencia, con un interés centrado especialmente en el fenómeno natural como tal y en su monitoreo. Buscan respuesta a preguntas como las siguientes: ¿por qué ocurren los temblores?, ¿cómo se propagan las ondas sísmicas?, ¿qué velocidad alcanza la lava en una erupción volcánica?, ¿cómo se puede predecir la presencia de un huracán? Pero también las ciencias sociales y las humanidades se han dedicado al análisis de sus consecuencias, así como de las alternativas para prevenirlas y atenuarlas. Dado que los aportes de todas las ciencias asociadas al estudio de los desastres son tan importantes, ha resultado ineludible el trabajo interdisciplinario y transdisciplinario entre científicos naturales y exactos (sismólogos, climatólogos, meteorólogos, ingenieros geofísicos, dendrocronólogos) y científicos sociales y humanistas (arqueólogos, historiadores, antropólogos sociales, geógrafos, sociólogos). Historiadores especializados en estos temas han hecho la distinción entre las fuentes que utilizan unos y otros científicos, diferenciándolos entre “archivos naturales” y “archivos humanos”.

 Del estudio de los desastres asociados con ese tipo de amenazas, considerando ambos tipos de “archivos”, se han derivado aseveraciones que apuntan a que los desastres no son naturales, sino que con el paso del tiempo los componentes sociales han sido cada vez más relevantes en su ocurrencia y sus alcances. Los registros a escala mundial de erupciones volcánicas, sismos, huracanes y sus efectos en la sociedad existen desde tiempos remotos. En Grecia, el Santorini ha presentado actividad volcánica desde 197 a.C., y en Italia el Vesubio desde 79 d.C. La última se presentó en 1956 y 1944, respectivamente, después de lo cual los habitantes de sus alrededores han permanecido tranquilos.

Por lo que toca a los temblores, son los registros chinos los de mayor antigüedad, pues datan de hace 3 000 años. No obstante, cabe resaltar que ha sido el sismo ocurrido el 1º de noviembre de 1755 en Lisboa, acompañado de un tsunami y el posterior incendio de esa ciudad, uno de los más emblemáticos, dados los efectos que provocó también en las conciencias de la época el contenido social de los desastres.

Los huracanes o ciclones tropicales, cuya ocurrencia se circunscribe a los océanos de agua templada cercanos al ecuador, han sido también objeto de estudios minuciosos. Se sabe, por ejemplo, que la Isabela, fundada en La Española (hoy República Dominicana) por Cristóbal Colón, fue víctima de un huracán en 1495.

Epidemias como la peste se reconocen como el prototipo de la enfermedad mortal; una de las más devastadoras tuvo lugar de 1325 a 1351 y se extendió desde China hasta el Mediterráneo, matando a cerca de una cuarta parte de la población de esa época. Estudios recientes describen al siglo XVII como caracterizado por la ocurrencia de desastres que alcanzaron una escala planetaria, asociados a cambios en el clima, guerras y epidemias.

 

Desastres en la historia de México

¿Qué es lo que al respecto podemos decir de México? Particularmente en el caso en que tenemos información no sólo de la presencia de amenazas naturales como las referidas, sino de sus efectos en la sociedad, los ejemplos se remontan a la época prehispánica. Las fuentes más importantes al respecto son los códices escritos con base en pictogramas y algunas fuentes bibliográficas de los primeros años coloniales, de cronistas-soldados o cronistas-misioneros, que en sus relatos describieron prolijamente aquello que encontraron a su llegada y en sus primeros años de residencia en México. Los conocidos como “diarios de sucesos notables”, que existen en México desde el siglo XVII, así como los escritos legados por viajeros extranjeros que pasaron temporadas más o menos largas en el país y que son ricos sobre todo en los siglos XVIII y XIX, resultan fuentes valiosas para esos temas. Particularmente los casos de aquellos viajeros que nunca en su vida habían experimentado un súbito temblor o el paso de un huracán y que, por lo mismo, en ocasiones brindan relatos sumamente detallados y útiles.

Otra fuente son los periódicos. Surgieron en México en el siglo XVIII y son ya continuos, e incluso diarios, a partir del XIX. Han resultado muy importantes para documentar la presencia de amenazas naturales, sean éstas de impacto súbito como las erupciones volcánicas, los sismos o los huracanes, o de impacto gradual como las sequías y las epidemias. A pesar de que en algunos casos la información que brindan puede exagerar lo sucedido, la posibilidad de compararla con otra de la misma fecha permite llegar a conclusiones más fidedignas.

La fuente por excelencia de los estudios históricos son los archivos que, para el caso del estudio histórico-social de los desastres en México, se han explorado abundantemente a diferentes escalas. Archivos civiles o eclesiásticos, municipales, estatales o nacionales han sido un verdadero venero de riqueza documental que, respecto a la época colonial, han podido complementarse con archivos ultramarinos localizados particularmente en España.

Fuentes que habrían de explorarse aún más para estos asuntos son las iconográficas. México está repleto de ejemplos de exvotos o tabletas votivas, tal como las encontramos, por ejemplo, en la iglesia de San Francisco en Real del Catorce, San Luis Potosí. Uno de los temas particulares de esas maravillas del arte mexicano, aunadas a los accidentes y motivos referidos a guerras y enfermedades, era precisamente el de los desastres asociados con amenazas naturales. Tan rico ha sido México en tales expresiones, que inclusive existió un taller expresamente dedicado a su elaboración, sobre pedido, en Purísima del Rincón, Guanajuato, a cargo del pintor Hermenegildo Bustos; en su honor, su pueblo natal se llama ahora Purísima de Bustos.

Cabe apuntar que fue precisamente la presencia de una amenaza natural y la ocurrencia de un desastre, lo que catalizó el inicio de la investigación histórico-social de los desastres en México, replicada más tarde en otros países de América Latina. En efecto, los sismos ocurridos el 19 y 20 de septiembre de 1985 articularon una serie de inquietudes que antropólogos, historiadores y geógrafos, particularmente en una institución académica, el CIESAS (Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social), habían manifestado años antes.

Gracias a estos esfuerzos, ahora existen extensos catálogos sobre temblores, erupciones volcánicas, sequías e inundaciones ocurridos a lo largo de los últimos 500 años de historia mexicana.

Pronto saldrá a la luz un catálogo analítico de este tipo, en el que se documentan los huracanes que se han presentado en México desde el siglo XV hasta nuestros días. El reconocimiento de la existencia de tornados, por muchos años desdeñada, es ahora una realidad gracias a esos estudios histórico- sociales.

 

Algunos ejemplos

En este número de Arqueología Mexicana el lector encontrará artículos que dan cuenta de casos de desastres asociados con amenazas naturales. Sequías e inundaciones en Tenochtitlan en el siglo XV han sido investigadas en detalle por arqueólogos mexicanos como Leonardo López Luján y Eduardo Matos Moctezuma. El estudio de los elementos que influyeron en el llamado “colapso” de las ciudades mayas del Clásico en las Tierras Bajas de la península yucateca, fue escrito por la especialista en esa área, Mercedes de la Garza. Meteorología y hambrunas en el siglo XVII novohispano y sus efectos en la sociedad son analizados por el historiador Thomas Calvo, junto con el motín que estalló en 1692 en la ciudad de México. Se incluyen también resultados de investigaciones sobre las concepciones de las sociedades mexicanas en diferentes momentos y ante amenazas naturales o desastres diversos, relacionadas con el origen de los temblores que han ocurrido y ocurren en México desde tiempo inmemorial, a cargo de Virginia García Acosta.

Se trata sólo de algunos entre los muchos ejemplos que el lector curioso e inquieto puede encontrar a lo largo de nuestra historia y, con ellos, aprender más sobre este tema indispensable para el futuro de México: el origen y la prevención de los desastres. De hecho, la prevención es un aspecto fundamental del problema que debe ocuparnos y sobre el cual habrá que continuar los esfuerzos ya iniciados para identificar, recuperar y analizar las acciones, prácticas y estrategias que la sociedad mexicana ha adoptado, históricamente, ante la presencia de amenazas naturales y biológicas, y cuyo valor reside en conocer las lecciones aprendidas que han resultado exitosas en nuestro país.

 

Virginia García Acosta. Profesora-investigadora del CIESAS. Antropóloga e historiadora. Miembro de la Academia Mexicana de la Historia. Especialista en el estudio histórico-social de los desastres en México y América Latina

 

García Acosta, Virginia, “Los desastres en perspectiva histórica”, Arqueología Mexicana núm. 149, pp. 32-35.

 

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