Perla Valle
Un día del siglo XVIII el cardenal Stefano Borgia, célebre coleccionista de antigüedades y famoso por su vasta sabiduría, visitaba el palacio de los príncipes Guistiniani, cuando sorprendió a los niños de la familia jugando con un extraño libro de pinturas, al cual ya le habían quemado las primeras y las últimas láminas. Horrorizado, el sabio rescató el códice, que de inmediato ingresó a su colección. A su muerte legó sus tesoros documentales a la Santa Congregación de Propaganda Fide, entre los que se encontraba el calendario ritual que salvara años antes, uno de los manuscritos prehispánicos más valiosos, que desde entonces se conoce con el título de Códice Borgia.
A mediados del siglo XIX, y debido a un desafortunado incidente, un códice maya adquirido por la Biblioteca Nacional de París años antes, se revolvió con papeles de desecho. León de Rosny, conocido estudioso y asistente asiduo a esa institución, halló el manuscrito dentro de un cesto de basura y observó que se le había agregado un papelito con el apellido Pérez. Con ese nombre, Códice Pérez, o con el de Peresianus, se le identificó hasta 1910, cuando se decidió darle el título de Códice París para evitar confusiones con otros documentos de nombre similar.
Todavía mayores aventuras sortearía un informe extenso y riquísimo en datos que don Antonio de Mendoza, primer virrey de Nueva España, mandara pintar para enviarlo al rey, informe que contenía la historia de los mexicas desde la fundación de Tenochtitlan, los tributos que pagaban las provincias dominadas por ellos, así como datos sobre sus particulares formas de vida. Sin embargo, el documento nunca llegó a manos de Carlos V. El barco que lo transportaba, junto con un variado cargamento, fue atacado por piratas franceses. Se sabe que, pocos años después, lo adquirió el cosmógrafo y capellán inglés Richard Hakluyt, quien lo llevó a Inglaterra; posteriormente pasó a manos de Samuel Purchas, viajero y escritor, y décadas después llegó a John Selden, importante coleccionista, el cual lo donó a la Biblioteca de la Universidad de Oxford, donde se encuentra actualmente. Sin embargo, el códice conservó el nombre del virrey, con algunas variantes: Códice Mendoza, Colección Mendoza o Códice Mendocino.
Al paso del tiempo diversas pinturas de los indios recibieron uno o varios nombres, los cuales se determinaron por las más variadas circunstancias, que ahora forman parte de su historia. Sin embargo, un número considerable de documentos conserva su nombre o encabezado original.
El formato en el que están hechos algunos códices –tira, rollo, lienzo, manta, rueda, fragmento, pintura, libro, papeles, así como los mapas, cartas y planos– ha pasado a formar parte del nombre: Tira de la Peregrinación; Tira de Tepechpan; Rollo Selden; Lienzo de Coixtlahuaca; Rueda de Calendario de Veytia 1; Códice Humboldt Fragmento 14; Pintura de los Tributos de Coyoacán; Libro de los Guardianes de Cuauhtinchan; Papeles de Itzcuintepec; Mapa de Metlaltoyuca; Mapa de Sigüenza; Carta de la Villa de Temazcaltepec; Plano Topográfico de Texcoco.
El material con el que están fabricados los códices, conocido como soporte, el cual está estrechamente relacionado con el formato, ha dado su nombre a algunos documentos: el Plano en Papel Amate; el Plano en Papel de Maguey, que en realidad es papel amate, y los muy numerosos lienzos hechos con algodón o con alguna fibra dura.
El lugar de procedencia del códice o el de donde fue localizado puede figurar como parte importante del nombre, por sí solo, o combinarse con el formato: Códice de Azoyú, Códice de Tlatelolco, Códice de Huichapan, Códice de Tlachco, Códice de Santa María Asunción. También es posible que en este tipo de nombres se agregue la temática tratada: Plano Topográfico e Cuitláhuac, Genealogía de los Señores de Carapan, Anales de Tula, Matrícula de Huexotzinco, Códice de los Alfareros de Cuauhtitlan.
En los nombres de algunos códices se indicó sólo la temática y se omitió su lugar de origen o el lugar al que se refieren: Matrícula de Tributos, Historia Tolteca-Chichimeca, Tira de la Peregrinación, Rueda de Calendario de Boban, Códice de Constancia de Gastos, Mapa de una Región Boscosa.
A varios códices se les asignó como título un nombre propio en castellano o en algún idioma extranjero, que corresponde a las ciudades, bibliotecas, museos o repositorios oficiales donde se encuentran, o por los que fueron adquiridos, ya fuera mediante compra o donación, o en circunstancias históricas diversas: el Códice Borbónico, que se encuentra en la Biblioteca de la Asamblea Nacional Francesa, situada en el Palacio Borbon, en París; el Códice Tulane, que está en la Universidad de Tulane, Nueva Orleáns; el Códice Bodley, resguardado en la Bi- blioteca Bodleiana de Oxford, en Inglaterra; el Códice París, uno de los tres códices mayas conocidos, localizado en la Biblioteca Nacional de París; el Códice Madrid, códice maya que se encuentra en el Museo de América, en Madrid; el Códice Vaticano B, resguardado en la Biblioteca Apostólica Vaticana, en Roma, entre otros.
Perla Valle. Maestra en ciencias antropológicas con especialidad en etnohistoria por la ENAH. Candidata a doctora en estudios mesoamericanos por la UNAM. Investigadora de la Dirección de Etnohistoria del INAH. Estudia la sociedad indígena del centro de México y los códices coloniales del siglo XVI.
Valle, Perla, “Nombres de los códices coloniales”, Arqueología Mexicana 38, pp. 16-17.
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