Simbolismo de las flores

En las sociedades prehispánicas, las flores ofrecen un amplio panorama de significados, que fueron adaptados a las diversas cualidades de las diferentes especies. Las antiguas representaciones de las flores, en gran variedad de materiales, no eran solamente decorativas, sino que formaban parte de un simbolismo basado en el respeto y la preocupación por el bienestar de los dioses, que se manifestaba en los elementos de la naturaleza.

Las plantas y las flores han estado presentes en diversos periodos y culturas de Mesoamérica. Del Preclásico, hay representaciones de maíz y de brotes de vegetación en hachas olmecas de piedra verde y en relieves en las rocas de Chalcatzingo, Morelos. En las estelas de Izapa, Chiapas, se ven árboles, algunos dando frutos, en escenas que aparecen en la epopeya del Popol Vuh, obra de un periodo posterior.

En el Clásico proliferaron las imágenes de flores en varios contextos y con una mayor diversidad de connotaciones. Heyden escribió que la flor tetrapétala ha tenido un significado polifacético en las culturas antiguas y actuales de Mesoamérica, y que es uno de los símbolos persistentes en la mente y en el lenguaje de sus habitantes. Hay numerosas representaciones de flores de cuatro pétalos en Teotihuacan, estado de México: en la arquitectura, esculpidas en la Subestructura de los Caracoles Emplumados; grabadas en las vasijas trípodes de barro; moldeadas en los adornos adheridos a los incensarios, o como tocado de figurillas de barro. De acuerdo con Heyden, esta flor aparece con tanta persistencia en Teotihuacan coronando algunas figurillas, que es probable que tenga un sentido dinástico. Heyden asoció este simbolismo con la cueva que se encuentra bajo la Pirámide del Sol, en Teotihuacan, la cual fue modificada para darle forma de flor y que posiblemente funcionó como lugar sacro, oráculo, punto de llegada de peregrinos, y es uno de los símbolos fundacionales de sitios sagrados y ciudades.

Las flores teotihuacanas también formaron parte de la iconografía de la pintura mural, a veces aludiendo a un lugar paradisíaco (como en el Tlalocan de Tepantitla), otras veces refiriéndose al canto y a lo bello de las palabras —simbolizado en las vírgulas floridas que salen de la boca de diversos personajes— y como arbustos en plena flor como motivos centrales (en Techinantitla), tal vez en alusión a topónimos o a linajes.

Tomado de Ana María L. Velasco y Debra Nagao,  “Mitología y simbolismo de las flores”, Arqueología Mexicana núm. 78, pp. 28 - 35.

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