Trajes de guerrero águila

Leonardo López Luján

 

Plumas y pieles

Aunque el águila real no es una especie endémica de la Cuenca de México, todo parece indicar que Tenochtitlan ostentó el monopolio de la confección de los uniformes de los cuauhtli-océlotl. Es significativo que los trajes de guerrero águila no se encuentren entre los muy variados uniformes –incluidos los de guerrero jaguar– exigidos como tributo por los mexicas a sus provincias. En realidad, la capital del imperio sólo importaba águilas vivas y lo hacía tanto por vía comercial como tributaria, en este último caso desde las provincias norteñas de Xilotépec y Oxitipan. Es paradójico que Xilotépec entregara al mismo tiempo uniformes militares, pero que ninguno de ellos fuera en forma de ave rapaz. Un hecho tal podría explicarse como consecuencia del control de la producción por parte de los amantecas o plumajeros mexicas, quienes siempre habrían tenido a su disposición las plumas de las águilas que se hallaban en cautiverio en el llamado Totocalli o “Casa de las

Aves”. A decir de Sahagún (Historia general…,

Otra sala se llamaba totocalli, donde estaban unos mayordomos que guardaban todo género de aves, como águilas y otros paxarotes, que se llaman Tlauhquéchol y zacuan y papagayos y alome y coxoliti. Y también en este lugar se juntaban todos los oficiales, como plateros y herreros y oficiales de plumajes y pintores y lapidarios que labran chalchihuites y entalladores.

En el Totocalli, los amantecas obtenían las plumas sin necesidad de matar a los animales, tal y como lo subraya el soldado Bernal Díaz del Castillo (Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, 1982, pp. 186-188): “y de todas estas aves pelábanles las plumas en tiempos que para ello era convenible, y tornaban a pelechar...”

Imagen: Primer plano: Personaje vestido como águila, encontrado en la Casa de las Águilas de Tenochtitlan. Sala 4, Museo del Templo Mayor. Foto: Marco Antonio Pacheco / Raíces. Segundo plano: Un águila real hembra y un macho de la ofrenda 125 del Templo Mayor. Sus esqueletos muestran evidencias de que ambas permanecieron en cautiverio y, justo antes de su muerte, fueron alimentadas con codornices. Fotos: Mirsa Islas, Cortesía Proyecto Templo Mayor.

 

Leonardo López Luján. Doctor en arqueología por la Université de Paris Nanterre y director del Proyecto Templo Mayor, INAH.

López Luján, Leonardo, “Bajo el signo del Sol. Plumas, pieles e insignias de águila en el mundo mexica”, Arqueología Mexicana, núm. 159, pp. 28-35.

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