El adolescente huaxteca de Río Tamuín

Silvia Trejo

Río Tamuín es un término que designa un taller de escultura de la Huaxteca prehispánica que floreció entre 900 y 1200 d.C., cuando algunos de los más importantes pueblos mesoamericanos abandonaban sus ciudades y con ello sus templos, palacios, monumentos, dejando atrás a sus muertos y su sed de expansión. Sin embargo, este abandono, cuyas causas aún se desconocen, provocó fuertes oleadas de migraciones y con ello nuevos contactos. Aunque la mayoría de estos contactos debe haberse dado no sin fricciones, ciertos sectores de la Huaxteca se vieron enriquecidos y adquirieron mayor relieve que otros; es el caso de la provincia de Río Tamuín. Era el Epiclásico.

El nombre de esta provincia está tomado del río Tamuín (Trejo, 1989), cuyo nacimiento se localiza en Tanjuco, San Luis Potosí. El Tamuín desemboca y forma el río Pánuco en un punto estratégico donde también confluye el río Tempoal, marcando los límites actuales de Veracruz y San Luis Potosí. A lo largo de ambas riberas del Tamuín, en los meandros del río, se suceden varios asentamientos prehispánicos, desde las primeras estribaciones de la sierra hasta su confluencia con el Pánuco.

Esta comarca, de unos 25 km cuadrados, aproximadamente, limita al norte con el río antes mencionado, al este con el Tempoal, al sur con el río Moctezuma y al oeste la Sierra Madre Oriental forma una frontera natural. Se trata de un fértil valle de clima caluroso del tipo tropical lluvioso, situado al sur del paralelo 22. Además de otros ríos que lo cruzan, contaba con varias lagunas. Hasta principios del siglo XX, el río Tamuín era un río de aguas profundas y navegable, como los otros que circundan el valle. La navegación propició una fluida comunicación entre los pobladores y fue un factor que amalgamó y definió los límites culturales. Determinó sin lugar a dudas la difusión del estilo escultórico de la provincia de Río Tamuín.

Fue en Río Tamuín donde se produjeron las más extraordinarias esculturas de toda la Huaxteca prehispánica. Se han hallado piezas procedentes de Tamuín, El Consuelo, Tamlomok, Tamtok, Tancuayalab, Tanquián y Ciudad Valles, por mencionar algunos de los 20 sitios más importantes de esta provincia. Para este pueblo, que se organizó en multitud de pequeñas ciudades-Estado alrededor de sus centros cívico-religiosos de relativamente modestas dimensiones –con excepción de Tamtok–, la escultura antropomorfa fue parte esencial de su existencia y compartió un estilo que muestra fuertes vinculaciones con las fuerzas generativas.

El llamado “Adolescente huaxteca” es una obra escultórica procedente del sitio arqueológico El Consuelo, municipio de Tamuín, a orillas del río del mismo nombre. Representa una de las esculturas más bellas de todo el arte mesoamericano. Puede decirse que esta figura, de poco menos de metro y medio, es un ejemplo en que se reúnen, más que en otros, conceptos, símbolos y características del estilo del arte tridimensional de la Huaxteca en general y de la provincia de Río Tamuín en particular.

Se trata de un hombre joven, desnudo y de pie. Su desnudez deriva de primigenias concepciones en relación con la naturaleza. En la época del contacto con los españoles, fray Bernardino de Sahagún (1946, t. II, p. 299) escribió que este pueblo andaba desnudo por el calor que hacía en la Huaxteca. Sin embargo, no era solamente el clima caluroso de la costa lo que provocaba que estas gentes anduvieran desnudas o con muy poca ropa. También Sahagún (1946, t. I, p. 477) relató que las huaxtecas no consideraban la lujuria como una falta. El sexo no tenía connotaciones vergonzosas como entre los aztecas; más aún, se puede decir que la sexualidad entre los huaxtecas, sin perder sus funciones biológicas, cumplía una función suprema: la sexualidad cosmológica. Ésta era propiciada durante ritos ceremoniales de carácter sexual que imitaban la siembra en pro de una buena cosecha.

Esta figura masculina fue esculpida en posición hierática. La verticalidad, axialidad, frontalidad e inmovilidad de las esculturas humanas de la Huaxteca son características inmutables. Además de una voluntad formal, esta característica proviene de una técnica específica de extraer la piedra de la cantera: se hacían dos series de profundos hoyos a lo largo de los estratos y se introducían largos leños que se quemaban o mojaban; al hincharse o expedir humo se desprendía un bloque de forma rectangular de reducido espesor. La forma del bloque rectangular puede verse en la figura del Adolescente: sus codos marcan los extremos laterales, y la horizontalidad de su cabeza, el borde superior. Respondiendo al canon de frontalidad, los brazos se adelantan para quedar al mismo nivel del cuerpo. El espacio penetra entre los brazos y el cuerpo y forma huecos triangulares.

El carácter geométrico del cuerpo, que confiere a la figura un aspecto aún más aplanado, se contrarresta por el suave manejo de las superficies. En este caso, la extraordinaria calidad del material permite el más depurado de los acabados: un corte perfecto, un tallado delicado y superficies finamente pulidas. Sobre estas superficies de aristas redondeadas con las que se logran áreas continuas de moderadas gradaciones se realizaron diseños hechos a base de finas incisiones.

En los pueblos antiguos de tipo agrícola, como el huaxteca, eran muy comunes los ritos de iniciación que incluían duras y peligrosas pruebas para introducir al neófito, al joven adolescente, a la vida religiosa y obligarlo a asumir la responsabilidad del hombre. Entre estas pruebas se cuentan la circuncisión, el tatuaje y las escarificaciones, signos externos que implican muerte y resurrección.

Esta cara fantástica de rasgos esquemáticos tiene mucha semejanza con el más tardío dios azteca del viento: Ehécatl. Como este dios, tiene un pico de ave; una orejera curva, como gancho, que continúa hacia arriba en forma de “fémur” –hueso afilado utilizado como instrumento para los autosacrificios–, y un gorro cónico adornado con lo que parecen plumas. Más tarde los aztecas, que adoptaron varios dioses del panteón mesoamericano, creerán en el mito de Ehécatl, quien barría los caminos al dios de la lluvia para que lloviera y se humedeciera la tierra recién sembrada. Esos tres diseños son evidentes símbolos de fertilidad: viento, flor y fruto se repiten una y otra vez, a manera de letanía, como para invocar los dones solicitados.

En otro trabajo he tratado de demostrar que no todas las esculturas prehispánicas que representan seres humanos son dioses o sacerdotes. Establezco que las figuras masculinas talladas en tres estelas provenientes de Huilocintla, otra provincia de la Huaxteca, son representaciones de un gobernante del sitio en el momento de un rito propiciatorio: la horadación de la lengua y el derramamiento de sangre. El plasmar una escena en una estela representa un nuevo estilo en el arte de la Huaxteca, el cual tiene mucha influencia maya, tanto en lo político como en lo estético.

En lo referente al Adolescente me atrevo a sugerir que la figura representa a un joven hombre de la clase gobernante, muy posiblemente el hijo de un dirigente y futuro heredero de Tamuín, en el momento de su rito de iniciación al mundo de los adultos y al universo de la religión.

Esta magnífica talla es la expresión material de un simbolismo ritual de los huaxtecas más rico y complejo de lo que podemos entender. La figura, su forma y sus diseños cumplen una función social de comunicación, aunque también posee un aspecto estético en la forma y se adueña de ésta como vehículo para establecer una experiencia que mueve y crea lazos colectivos.

 

Silvia Trejo. Historiadora de arte prehispánico. Prepara su tesis de doctorado en antropología sobre “La estética del ritual”.

 

Trejo, Silvia, “El adolescente huaxteca de Río Tamuín”, Arqueología Mexicana, núm. 67, pp. 62-65.

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