Las cámaras astronómicas subterráneas

Rubén B. Morante López

Construidos bajo la tierra o entre los cuerpos  de un edificio, los observatorios o cámaras astronómicas subterráneas semejan tumbas de tiro, depósitos de agua (chultunes) o laberintos de una acrópolis maya. Estos singulares instrumentos son en realidad gnómones  (un gnomon es un antiguo instrumento de astronomía) a cuya cámara oscura penetran los rayos solares a través de una chimenea o tragaluz. La proyección  luminosa llega al piso de la cámara o a marcadores en forma de altares y estelas, en donde se señalan fechas que, además de tener importancia ritual, fueron clave para efectuar cálculos calendáricos.

Los observatorios que se han estudiado -dos en Teotihuacan, uno en Monte Albán y otro en  Xochicalco- se encontraron en  un magnífico estado de preservación, lo cual arrojó datos derivados de excavaciones controladas que indican una cronología y la situación original de estos recintos (tamaño e inclinación de la chimenea, dimensión de la cámara de observación y posición de los marcadores). Tales hechos son indispensables para que los estudios arqueoastronómicos partan de bases sólidas. El observatorio de Xochicalco se conoce al menos desde el siglo XX; el de Monte Albán fue explorado por Jorge Acosta en la década  de los cuarenta y los de Teotihuacan fueron excavados por Enrique Soruco en 1982 y por Natalia Moragas en 1993.

Los observatorios de Monte  Albán y Teotihuacan son los más antiguos y los que más se parecen entre sí: tienen la misma altura de la boca de su chimenea al piso de la cámara (4.35 m) y en su interior se encuentra un altar-marcador. Este hecho indica que las relaciones entre estos sitios no se restringían al intercambio de productos, sino que incluían el campo de la arquitectura, los conocimientos astronómicos y las ideas. Los restos materiales indican el  probable origen de estos instrumentos.

Los hallados en el interior de los observatorios teotihuacanos corresponden al periodo Clásico, fase Tlamimilolpa Temprano (hacia 200 d.C.). La cámara de Monte  Albán, construida en una subestructura  del Edificio P, está fechada en el Clásico, posiblemente en la fase Monte Albán III (hacia 400 d.C.). El observatorio de Xochicalco se construyó en el Epiclásico, hacia el 700 d,C., y tiene el doble dela altura de sus antecesores (8.70 m), lo cual hace pensar que hubo una medida base que aquí se  duplicó. Carece de marcadores, aunque  no los necesita, debido a que su altura lo hace sumamente preciso. Las excavaciones llevadas a cabo en 1992 por Pablo Meyer llegaron al piso de la plataforma que cubre el observatorio de Xochicalco. Esto permitió confirmar tanto su altura como un orificio producto de la erosión, que permite que los rayos del Sol penetren directamente a la cámara dos días antes y dos días después del  primero y último día del año  en que  originalmente entraban.

Para que un observatorio subterráneo funcione es indispensable que la luz astral proyecte sombras en  la Tierra. Sólo tres cuerpos celestes lo hacen: el So1, la Luna y Venus. Hemos postulado como principal función de estos instrumentos la observación solar. A Venus no se le puede ver debido a sus características como planeta  interior (cercano  al Sol), y en relación con la Luna, no existe  ningún estudio serio que indique su observación desde estas cámaras. Para conocer el funcionamiento de un observatorio subterráneo es necesario medir posiciones solares y posteriormente comprobarlas desde el interior de  la cámara en la fecha y hora exactas en que esperamos la presencia de rayos  luminosos. Así lo hice en los últimos 15 años. Todos los observatorios subterráneos estudiados funcionan prácticamente de la misma manera. Estos instrumentos nos pueden auxiliar en la determinación de dos fechas clave en el campo de la astronomía  y en un cá1culo muy importante para el calendario. Las fechas son el día de tránsito cenital y el solsticio de verano.

Tránsito cenital y Solsticio de Verano

En los observatorios subterráneos se pudo calcular el día exacto del solsticio de verano con base en la incidencia de los primeros y últimos rayos solares directos que se presentaban en el año, ya sea sobre el piso de la  cámara o sobre algún marcador. En Xochicalco, por ejemplo, la primera entrada del año se da el 30 de abril y la última el 12 de agosto, con lo cual tenemos que los rayos directos del Sol entraban a la cámara de observación durante 105 días del año y la cámara permanecía sin rayos solares directos durante 260 días, cifra que indica un tonalpohualli o calendario sagrado de 260 días. En este caso, también tengo la fecha exacta del solsticio de verano, ya que los 105 días pueden ser divididos en dos periodos de 52 y 53; si sumo 52 días a1 30 de  abril, o si resto 53 del 12 de agosto, llego al 21, de junio. Aquí se tienen cuatro trecenas que posiblemente aluden a  un siglo mesoamericano, es decir de 52 años.

El día de tránsito es aquel en el cual el Sol se ubica en el punto más alto de la bóveda celeste. Las cámaras de observación permitían detectar ese día, mediante  la simple observación de la entrada de rayos solares verticales. Ello es  muy claro en Monte Albán, donde dichos rayos se observan paralelos a los muros del  recinto astronómico, levantados perfectamente a plomo.

Se ha propuesto que se colocaba un recipiente con líquido bajo los rayos solares a fin de observar el reflejo luminoso hacia las paredes y bóveda de la cámara. Esta práctica se puede considerar como  probable en la Cueva Astronómica II de Teotihuacan, donde se encontró un instrumento de basalto (especie de maqueta) con  un orificio que, al ser llenado con líquido y recibir los rayos solares el día de tránsito cenital, lanza un reflejo sobre la estela-marcador.

Este curioso sistema lo probé in situ el día del primer tránsito cenital en Teotihuacan (19 de mayo de 1995), para lo cual llené con agua simple el orificio de la maqueta-recipiente original, la cual quedó en el punto exacto donde la dejaron los teotihuacanos hace más de 15 siglos. El reflejo solar se marca a  todo lo largo de la estela, que nunca es alcanzada por los rayos directos del Sol. El cálculo exacto del día de tránsito cenital y del solsticio de verano presentaba grandes ventajas para un pueblo dedicado a la agricultura, ya que eran días de gran importancia para anticipar la llegada de las lluvias, época en que los campos se renovarían y darían  al hombre su alimento.

Rubén B. Morante López. Maestro en historia y etnohistoria por la ENAH. Doctor en antropología por la UNAM. Director del Museo de Antropología de Xalapa de la Universidad Veracruzana y director del proyecto Higueras

de CONACYT-Universidad Veracruzana.

 

Rubén B. Morante López. Maestro en historia y etnohistoria por la ENAH. Doctor en antropología por la UNAM. Director del Museo de Antropología de Xalapa de la Universidad Veracruzana y director del proyecto Higueras de CONACYT-Universidad Veracruzana.

 

Morante López, Rubén B., “Las cámaras astronómicas subterráneas”, Arqueología Mexicana, núm. 47, pp. 46-51.

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