Sobre la antigüedad de cofres para augurar y propiciar la lluvia

Javier Urcid

En el suroeste de Mesoamérica se han localizado cofres generalmente pequeños, manufacturados en cerámica, que aluden gráficamente a la producción agrícola, no sólo mediante la representación de mazorcas sino también con la del dios de la lluvia, la milpa y el agua. Se les utilizaba como recipientes para ofrendas cuyo fin era propiciar una buena temporada agrícola.

 

En un número reciente de Arqueología Mexicana, Leonardo López Luján y Alfredo López Austin (2010) describen el fascinante caso del cofre pétreo de Santo Tomás Ajusco. Se trata, como lo establecen lúcidamente los autores, de un tepatlacalli o caja ceremonial manufacturada en estilo mexica con filas de cuatro mazorcas esculpidas en cada una de sus caras laterales exteriores. Los autores conjuntan además datos etnográficos para inferir que dicho cofre y otras tres cajas de piedra, diferentes entre sí pero con referencias gráficas a mazorcas, debieron ser recipientes para colocar ofrendas y así propiciar y predecir una buena temporada agrícola. Las cuatro “petacas de piedra” descritas fueron elaboradas en diferentes lugares y si acaso en las dos últimas centurias antes de la conquista española.

El propósito de este ensayo es presentar evidencia procedente del suroeste de Mesoamérica para proponer un uso ritual semejante de cajas que podría remontarse hasta varios siglos antes de la era cristiana. Los recipientes por describir generalmente son pequeños, fueron manufacturados en cerámica y aluden gráficamente a la producción agrícola, no sólo mediante la representación de mazorcas sino también con la del dios de la lluvia, la milpa y el agua.

 

Los cofres más antiguos en los Valles Centrales de Oaxaca

 

El ejemplar de mayor antigüedad hasta ahora conocido tiene forma cilíndrica, de ahí que anteriormente se le hubiera identificado como un “vaso”. Tiene apenas 10 cm de altura y 16.5 cm de diámetro. Aunque no se puede determinar si originalmente tuvo tapa, en la superficie externa se ven cuatro rostros del dios de la lluvia. El recipiente formaba parte de la ofrenda de la tumba 94 de Monte Albán, correspondiente a los siglos V a II a.C.

Aproximadamente coetánea es otra cajita de procedencia desconocida que se encuentra en el Museo Nacional de Antropología. Mide ésta 20 cm por lado y 15 cm de altura, y en tres de sus caras laterales exteriores tiene rostros humanos modelados, cada uno de los cuales difiere por un detalle en el tocado. La cuarta cara lateral, obviamente la principal, porta la representación del dios de la lluvia. Otra caja, con una altura de casi 25 cm, es de procedencia desconocida y está en el Museo Nacional de Historia Natural en Nueva York. Su tapa, calada al centro, tal vez contó con una figurilla como asa. Las cuatro caras llevan representaciones idénticas del dios de la lluvia. Por su estilo, la pieza puede corresponder al periodo que va de 200 a.C. a 200 d.C.

 

Urcid, Javier, “Sobre la antigüedad de cofres para augurar y propiciar la lluvia”, Arqueología Mexicana núm. 110, pp. 16-21.

 

Javier Urcid. Doctor en antropología por la Universidad de Yale. Profesor asociado en el Departamento de Antropología de la Universidad de Brandeis, Boston, Massachusetts.

 

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