Domesticación y cultivo de plantas alimenticias de México

Aurora Montúfar López

En este trabajo se mencionan las principales plantas que fueron domesticadas en México y que forjaron el cambio de las sociedades nómadas, de cazadores-recolectores, a sedentarias; esas plantas han contribuido de forma importante a la evolución y desarrollo de la agricultura y al sustento de la humanidad en el mundo.

 

La domesticación es un proceso de invención humana lento y progresivo, que implica la apropiación del recurso a partir de su medio natural para reproducirlo fuera de su bioma y afianzar la disponibilidad de los productos vegetales alimenticios, garantes del sustento de la población humana. Es resultado de la observación sistemática y constante, por miles de años, del entorno ecológico y su comportamiento cíclico anual. En este proceso sobresale el papel de los cazadores-recolectores. Éstos, en estrecha relación con su medio natural, que ocupaban de forma alternativa, por la disponibilidad de alimento y abrigo, fueron integrando a su entorno las plantas que les eran útiles mediante mecanismos que reproducían sus propios sistemas de propagación y que, por prueba y error, lograron propagarlas, por sus frutos, follaje o semillas para la sustentación, medicina, vestido, etc. Tras el arribo de los españoles, tales plantas mexicanas conquistaron el orbe y hoy son elementos básicos de la alimentación internacional.

El registro arqueológico tiene evidencias sobre el proceso de domesticación y de la agricultura incipiente hasta su establecimiento pleno a lo largo de varios milenios. A partir de esta base se describen, de manera sucinta, las principales plantas cultivadas que han acompañado al hombre desde que las domesticó y las integró a su sistema de vida, y cuyos restos forman parte de la Excerpta Arqueobotánica del INAH. Este acervo alberga los restos más antiguos de frutos, testas, olotes y semillas de calabaza, maíz y frijol, entre muchas plantas de recolección y cultivadas, que son testimonio de su utilización por grupos humanos; se conservaron en el interior de diversas cuevas secas del valle de Tehuacán (Puebla), del valle de Oaxaca y de Ocampo (Tamaulipas), entre otros sitios de ocupación temprana en México.

 

El maíz como testimonio de agricultura incipiente

 

Las cuevas secas del valle de Tehuacán, excavadas por MacNeish en los sesenta del siglo XX, permitieron el hallazgo de restos de maíz, frijol, calabaza y chile, principalmente. Los vestigios más antiguos de maíz (Zea mays L.) en América están representados, sobre todo, por olotes. Se considera que éste y el teocintle (Z. mays var. mexicana) derivaron de un ancestro silvestre, cuya domesticación en México se ubica en hace más de 7 000 años y tal vez ocurrió en la región de Tehuacán, Puebla (Mangelsdorf et al., 1967), pues allí se encontraron olotes con cuatro y seis hileras de granos, de tamaño pequeño (3-5 cm de largo); seguramente el producto de miles de años de prácticas de intervención humana e hibridación entre los maíces silvestres, incluyendo el teocintle. Su domesticación, al parecer, estuvo dirigida al incremento en el tamaño del olote y el número de las hileras de granos por unidad de fruto, hasta obtener mazorcas de más de 15 cm de largo y con 16 hileras de semillas o más, entre otros caracteres que derivaron en la generación de numerosas variedades de maíz, las cuales conllevan muchas ventajas de adaptación y resistencia a distintas condiciones ambientales.

 

Montúfar López, Aurora, “Domesticación y cultivo de plantas alimenticias de México”, Arqueología Mexicana núm. 120, pp. 42-47.

 

Aurora Montúfar López. Profesora-investigadora del INAH, especialista en arqueobotánica.

 

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