Las Joyas del Pescador

Serán exhibidas en un nuevo y digno repositorio

Las Secretarías de Marina y Cultura entregaron la primera etapa de restauración del Fuerte de San Juan de Ulúa, en el puerto de Veracruz. En el acto, que se llevó a cabo la tarde del viernes 2 de diciembre de 2023 , estuvieron presentes el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, acompañado de su esposa la doctora Beatriz Gutiérrez Müller; el almirante secretario de Marina, José Rafael Ojeda Durán; el secretario general de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval González; la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto Guerrero; el gobernador del estado de Veracruz, Cuitláhuac García Jiménez, y el director general del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Diego Prieto Hernández, así como autoridades navales, militares y civiles.

Las Joyas del Pescador que anteriormente se exhibían en el Baluarte De Santiago ahora se podrán apreciarse en San Juan de Ulua. Diego Prieto Hernández, director general del Instituto Nacional de Antropología e Historia, señaló que como parte de la restauración del fuerte se entregó la reestructuración museográfica del Edificio del Gobernador y ahora se llama San Juan de Ulua la Fortaleza de Historia. Ahí se alojan ahora las Joyas del Pescador y otras recuperadas en contextos marítimos.

En 1990 se acondicionaron las instalaciones del Baluarte de Santiago para montar una sala de exposición permanente capaz de resguardar la colección de piezas de oro conocida como Las Joyas del Pescador.

La colección está integrada por piezas artísticamente manufacturadas por joyeros indígenas; indudablemente la técnica de fabricación es de la cultura mixteca. Algunas de ellas son semejantes a las encontradas en la tumba número 7 de Monte Albán, como el chimalli o pectoral, que representa un escudo atravesado por cinco flechas y adornado con banderas y cascabeles.

Desconocemos el origen de las piedras. Por su técnica podríamos suponer que proceden de las regiones mixtecas de Oaxaca, pero no debemos olvidar que en la gran Tenochtitlán había también un barrio mixteco, de donde puede ser originaria la colección.

Sabemos que la orfebrería se introdujo en Mesoamérica alrededor del año 800 a.C., y suponemos que se difundió desde América del Sur, ya que se cuenta con datos que hablan de su utilización por las culturas andinas antes de nuestra era. La mitología mesoamericana atribuye a Quetzalcóatl y a los toltecas los primeros trabajos en oro, realizados por los teocuitlahuaque, nombre general dado a los orfebres que rendían culto a Xipe Totec, dios venido de la costa y vestido con una manta de oro.

Los orfebres indígenas desarrollaron una alta calidad estética y una técnica sofisticada, basada en moldes de carbón con diseños diversos, que eran fundidos a la cera perdida y que lograban excelentes resultados, como las falsas filigranas.

Las magníficas piezas de orfebrería del México prehispánico fueron admiradas por los europeos, ya que no todo el oro obtenido por los conquistadores fue fundido. Algunas de las mejores piezas fueron enviadas a España como ejemplos de trabajos acabados; tal es el caso de las Joyas del Pescador, algunas de las cuales tienen troquelada una “C” coronada o una doble “X”, ambos sellos coloniales llamados quinto real, que representan el impuesto enviado por los conquistadores a la Corona. Este quinto real se destaca en las barras de oro, las cuales no sabemos si son de fundición indígena o española; una de ellas pesa casi un kilo y otra 500 g.

Entre otras piezas, sobresale un conjunto de seis pendientes en forma de caballero águila, probablemente manufacturados para el adorno de los guerreros a los que representan; también un grupo de tortugas, que quizá formaron parte de un collar, y doce bellos brazaletes, algunos adornados con representaciones de monos y con chapetones orlados con pétalos de filigrana.

Destacan por su alta calidad de manufactura, con la técnica de la falsa filigrana, seis pequeñas cuentas con serpientes, águilas y probablemente guacamayas. Se incluyen en la colección 23 barras de oro rescatadas por la policía de manos del joyero, resultado de la fundición de algunas piezas, con lo que perdimos una parte importante del conjunto original.

Con información de la Dirección de Medios de Comunicación del INAH y la revista Arqueología Mexicana, núm. 1