Marco Estrada Saavedra
Debido tanto a la necesidad de asegurar la cohesión, el control y la coordinación de las bases de apoyo, como a las exigencias de la estrategia política del EZLN tras el levantamiento de 1994, se requirieron nuevas formas regionales de organización política para establece una autonomía de facto en los territorios “controlados” por los rebeldes.
En la fecha en que el gobierno federal se disponía a celebrar la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, en la madrugada del 1° de enero de 1994, los insurgentes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) tomaron por las armas cinco cabeceras municipales del estado de Chiapas: San Cristóbal de las Casa, Altamirano, Las Margaritas, Ocosingo y Chanal. Los “zapatistas”, como serían conocidos públicamente, provenían de los pueblos tzeltal, tzotzil, chol y tojolabal, todos ellos de la familia maya. Aunque su objetivo último consistió en la transformación revolucionaria de México en una república socialista, los rebeldes demandaron entonces “trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz”. Como respuesta, el gobierno federal envió al ejército a sofocar la rebelión. Los combates entre ambas fuerzas duraron 11 días. A partir del 12 del mismo mes el gobierno y el EZLN iniciarían acercamientos con el fin de buscar solucionar el conflicto por la vía del diálogo. Solución, hay que decirlo, que no se ha logrado todavía.
Los orígenes y la organización civil del zapatismo
Los orígenes político-militares del Ejército Zapatista de Liberación Nacional se encuentran en las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN), una organización clandestina formada a finales de los años sesenta en el norte de México, que, inspiradas en la revolución cubana, organizaron una lucha guerrillera con el fin de lograr la construcción del socialismo en México. Sin embargo, las FLN fueron prácticamente aniquiladas por el gobierno federal a principios de los setenta. Sus sobrevivientes lograron reorganizarse e instalarse en 1983 en Chiapas, particularmente en los Altos, el Norte y la Selva Lacandona, persiguiendo los mismos objetivos. Para alcanzarlos, formaron el EZLN y una base social que lo sostuviera.
En efecto, las “bases de apoyo zapatistas” no son otra cosa que el conjunto de comunidades y grupos indígenas civiles que, en su momento, aceptaron colaborar en el proyecto revolucionario insurgente. En la selva, su historia es la misma que la de los ex peones acasillados, quienes, tras abandonar o ser expulsados de las fincas desde mediados de los treinta del siglo pasado y en adelante, empezaron a colonizar este territorio formando ejidos. A partir de entonces, éstos serían el centro de su vida social, religiosa, económica y política, que a lo largo de varias décadas fueron construyendo identidades e intereses comunes, así como lazos de cooperación regionales gracias a su participación en la pastoral y catequesis de la diócesis de San Cristóbal de las Casas y a la formación de organizaciones campesinas independientes. Algunas de estas comunidades indígenas empezaron a sentir insatisfacción y frustración con los resultados obtenidos hasta entonces por la lucha política independiente, de modo que encontraron en la oferta del EZLN una vía inédita y acaso exitosa para alcanzar su “liberación definitiva”. Por esta razón, se incorporaron a la guerrilla como sus “bases de apoyo”.
Hay que destacar cinco formas de cooperación de los campesinos indígenas zapatistas con el EZLN : 1) Salvaguardar la clandestinidad de los insurgentes. 2) Reclutar nuevos combatientes. 3) Garantizar bastimentos para sostener a los guerrilleros. 4) Participar en movilizaciones de protesta. 5) Realizar trabajos colectivos de infraestructura y servicios (inter) comunitarios. Estas funciones –que, evidentemente, han variado en el tiempo después de la desmovilización de la guerrilla a principios de la década pasada–, estrechan los lazos de solidaridad (inter)comunitarios, incrementan la integración social y afianzan una “identidad zapatista”.
En las comunidades zapatistas los “promotores” de educación y salud revisten gran importancia para la vida colectiva, en general, y para el mantenimiento de la identidad zapatista y la continuación de la resistencia, en particular. En cada comunidad su número varía entre cuatro y seis personas, tanto hombres como mujeres, para cada promoción, los cuales son “nombrados” por la comunidad. A falta de servicios médicos locales, el promotor de salud se encarga de la prevención de enfermedades y el cuidado de la salud. Por su parte, el promotor de educación enseña a los niños zapatistas a leer, escribir y realizar operaciones matemáticas básicas. También instruyen a los niños en historia patria, “vida y medio ambiente” e “integración”. En esta última área recae primordialmente la formación de la “identidad zapatista” de los infantes, pues se trata de un espacio de información propagandística a favor del movimiento.
Finalmente, existen también los “colectivos”, cooperativas de trabajo cuyos productos (agropecuarios) y servicios (cajas de ahorro, energía eléctrica, abarrotes, etc.) se destinan al beneficio y disfrute exclusivo de los campesinos rebeldes.
El EZLN y las bases de apoyo se vinculan entre sí a través de los “responsables” de la comunidad y de la región, quienes son las autoridades civiles y militares más importantes en los niveles local y regional. El “responsable de la comunidad” organiza las reuniones locales y el trabajo de recolección del bastimento enviado a los campamentos insurgentes, así como la operación de los “colectivos”; además, vigila y controla a la comunidad con el fin de mantenerla cohesionada. La posición inmediata superior a la del “responsable” comunitario es la del “mando militar regional”. Todos ellos en su conjunto conforman el Comité Clandestino Regional, cuyas tareas son de orden político: organizar la resistencia, reclutar más milicianos y hacer trabajo ideológico y propagandístico.
Marco Estrada Saavedra. Profesor investigador de El Colegio de México y director de la revista Estudios Sociológicos de esa misma institución. Es autor de varios libros sobre el zapatismo: El EZLN y la comunidad armada rebelde (2007), Chiapas después de la tormenta (2009, coordinador) y El levantamiento zapatista y los indígenas de Chiapas (2010, coordinador junto con Juan Pedro Viqueira).
Estrada Saavedra, Marco, “El levantamiento zapatista de 1994”, Arqueología Mexicana núm. 111, pp. 60-33.
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