Espontáneamente, asociamos el calendario con la astronomía y las matemáticas, lo cual es válido, y también con la noción de exactitud absoluta, lo cual no lo es tanto. Los especialistas definen al calendario simplemente como “el conjunto de convenciones establecidas para hacer que el año civil coincida con el año trópico”, o como “un modo práctico de medir el tiempo, basándose sobre todo en la observación de los movimientos aparentes del Sol en relación con la Tierra, para realizar fechamientos”. El llamado año civil o año vago consta de un número entero de días, independientemente de la cantidad de éstos que se le asigne (360, 365, 366), mientras que la duración del año trópico o astronómico se ha calculado modernamente en 365.242199 días (para facilitar los cálculos, se acostumbra redondear la cantidad en 365.2422). Conviene recordar que los mismos indígenas prehispánicos manipularon muchas veces las fechas de sus celebraciones, porque quizá no les interesaba tanto registrar fielmente una cronología sino enfatizar ciertos aspectos religiosos y políticos.
Tomado de Rafael Tena, “El calendario mesoamericano”, Arqueología Mexicana, núm. 41, pp. 4-11.