Augurios y presagios en los Andes precolombinos

Luis Millones

La documentación escrita sobre el mundo andino pertenece al siglo XVI, una vez que llegaron las huestes de Pizarro, dado que no existió forma de comunicación más allá de la oral, aunque se usaron varias maneras de reforzar el recuerdo de mensajes, mandatos o pedidos de la elite imperial cuzqueña, con instrumentos que reforzaban la memoria. Su uso estuvo restringido a quienes ejercían alguna forma de poder político, y su conocimiento y utilización no llegó al hatun runa o personas del común. Tal es el caso de los quipus, cordeles con nudos y colores construidos de manera que diesen una idea del carácter o función del mensaje, pero que seguían siendo ajenos a la comunicación escrita.

Esto significa que todo lo que conocemos sobre la historia de los incas ha sido escrito desde una perspectiva occidental, incluso cuando los autores, indígenas o mestizos, llegaron tardíamente a la escritura. Su condición de subordinados a la monarquía española y a la religión cristiana hace que categorías como presagios o augurios sólo puedan ser interpretados como equivalentes a lo que les era ya conocido por su educación en el universo colonial.

Naturalmente, como en el caso de Moctezuma, el motivo esencial de tales anuncios está relacionado con el fin del estado incaico. Fue entonces el último de los incas, Huayna Cápac, quien recibió el mayor número de señales que anunciaban que su gobierno acabaría con la dinastía cuzqueña, y que otros señores tomarían el mando de su pueblo. Entre los presagios que se le atribuyen hay más de uno que conocemos desde las lecturas de Homero, como aquella del águila abatida y enferma, que también los andinos vieron caer durante la fiesta principal de Cuzco, y al recogerla descubrieron los muchos males que, además, mostraba su cuerpo, y que no pudieron ser curados. Cabe agregar que la propia muerte del soberano fue anunciada por extraños personajes que se le acercaron, cuyo aspecto (eran de estatura reducida y mostraron poco respeto al inca) causó desconcierto a sus servidores; su presencia dio paso a la muerte del Huayna Cápac, enfermo de “viruelas”, peste que se atribuye a la presencia europea y africana en la costa de Sudamérica.

Cabría reflexionar si otros mensajes del más allá podrían ser calificados como augurios, cuya proveniencia no parece tan notoriamente europea, por más que sus fuentes sean también las crónicas españolas. Nos referimos a la destrucción del santuario de Catequil o Catequilla, dios oracular que se encontraba en el cerro Icchal, en Santiago de Chuco (departamento de La Libertad), en la sierra norte del Perú. Fue Atahualpa, hijo de Huayna Cápac, uno de los rivales por el control del imperio, que al desplazarse de Quito a Cajamarca decidió consultar al oráculo norteño sobre el destino que le aguardaba en relación con su guerra contra Huáscar, el otro hijo de Huayna Cápac, que lo enfrentaba con las tropas cuzqueñas.

La respuesta del oráculo no auguró nada bueno para Atahualpa y en furiosa reacción hizo sacrificar al sacerdote mayor del templo y destruir los edificios donde moraba Catequil. Eso no impidió que la profecía se cumpliese. Poco más tarde, en Cajamarca, el pretendiente al trono de los incas cayó prisionero de los conquistadores, y finalmente fue ejecutado tras un juicio sumario.

 

Luis Millones. Doctor en historia (Pontificia Universidad Católica del Perú y Universidad de Chile). Profesor emérito de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga y de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, y doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Trujillo. Profesor de la Unidad de Postgrado de Ciencias Sociales de la Universidad de San Marcos. Se especializa en etnicidad y religiosidad popular.

Millones, Luis, “Augurios y presagios en los Andes precolombinos”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 89, pp. 70-71.