Compra de tierra y agua en Coyoacán

Jaime Antonio Abundis Canales

Vicisitudes coloniales

Las escasas cartas de venta que subsisten del siglo XVI mencionan con frecuencia a los Itztlolinqui como los dueños originales de tierras en Coyoacán, Santa Catarina, Chimalistac, Tenanitla, Tlacopac, la Magdalena, Ajusco, San Nicolás e incluso los montes del Santo Desierto. En esta época surgieron propiedades como aquella que se hizo a la vera del camino real de Coyoacán a Tenanitla (hoy San Ángel) y Atlític (Magdalena Contreras), en el borde del pedregal, sobre una acumulación de lava, la cual tomaría el apelativo de huerta de San José del Altillo.

Huertas, siembras con frutos de Castilla y agua en abundancia fueron también disparador de lo inevitable. Una de las primeras concesiones hechas por el cabildo de la ciudad de México fue para Hernán Cortés en 1539; la solicitó con el fin de instalar un molino de trigo en algún punto del territorio coyoacanense. La fuerza motriz la conseguiría de las ruedas de agua que aprovechaban los riachuelos que bajaban de la sierra.

Su ejemplo lo siguió su hijo Martín, quien encomendó a su mayordomo, Pedro de Villaverde, comprar tierras a los indios de Coyoacán junto al río de la Magdalena e instalar otro molino, el de Miraflores, en 1562; años después el siguiente propietario lo aprovecharía para construir un batán junto al molino; allí mismo se dispondría un obraje que en el siglo XVIII era conocido bajo el nombre de Nuestra Señora de Loreto.

Tacubaya perteneció a la jurisdicción del corregimiento de Coyoacán en época colonial; en su vecindad surgieron también molinos como los de Valdés, Santo Domingo y el del conde de Santiago Calimaya junto a su rancho y olivar.

A finales del siglo XVI, las compras de tierras a indios permitieron la incipiente formación de las primeras haciendas a partir de ranchos. El caso ejemplar lo constituyó el de las haciendas de Soyocotlán y Tlayóloc, compuestas con tierras de diversos naturales entre los cuales estaban los caciques de Coyoacán (estas tierras conformarían las colonias Campestre Tlacopac, Guadalupe Inn y Florida en el siglo XX). Estas tierras se reunirían en una sola para constituir la que en el siglo XVII adoptaría el nombre de Santa Teresa y Nuestra Señora de Guadalupe, luego de pasar por las manos de los carmelitas descalzos del Colegio de Señora Santa Ana, antes de San Ángel.

Sus sembradíos primeros fueron de trigo y cebada, irrigados con aguas provenientes del río de la Magdalena y de los ojos de agua de San Bartolomé Ameyalco. Es claro que la primera ocupación laboral de la mayoría de los naturales y colonos del área fue la agrícola y silvícola, así como la cría de ganado menor, gracias a los recursos existentes: agua, aluviones, pedregal, bosques y sus frutos. Por desgracia la cercanía con la ciudad de México en construcción y crecimiento determinó el establecimiento de astilleros que empezaron a deforestar el somonte primero y las cumbres después.

Imagen: Los caminos principales y cauces de los ríos en Coyoacán hacia 1635. Ilustración: Jaime A. Abundis con la colaboración de Efraín Flores López. Firma de don Juan de Guzmán Itztlolinqui, el Viejo. Archivo General de la Nación (AGN). Foto: AGN.

Jaime Antonio Abundis Canales. Autodidacta, trabajador del INAH desde 1975.

Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:

Abundis Canales, Jaime Antonio, “El agua en Coyoacán durante el tiempo virreinal. Fuente de bonanza y conflictos”, Arqueología Mexicana, núm. 186, pp. 56-69.