La llamada peregrinación mexica y la posterior fundación de la ciudad de Tenochtitlan se caracterizan por estar inscritas dentro de los ámbitos de la historia y el mito. Estos dos componentes se complementan para presentarnos un panorama que en ocasiones dificulta conocer la realidad de los sucesos que acontecieron en aquellos remotos años. Las fuentes históricas, por un lado, y la arqueología, por el otro, aportan sus datos en el ya de por sí intrincado devenir de este pueblo. Otro tanto ocurre con los datos que la arqueoastronomía proporciona. Pero no todo son problemas: permiten al investigador acercarse a los fenómenos señalados para ir, con prudencia y buen tino, desbrozando el camino para aproximarse a lo que aconteció en el pasado. En otra ocasión escribí lo siguiente refiriéndome a la Roma imperial y a la imperial Tenochtitlan:
Hoy voy a referirme a dos ciudades que en su momento fueron centro del universo y cuyo solo nombre causaba desasosiego entre sus enemigos: Roma y Tenochtitlan. En ambos casos el surgimiento de las mismas está envuelto entre la historia y el mito. Los dos aspectos se entreveran. El primero trata de la información que nos proporciona el dato arqueológico y la documentación escrita. El segundo nos remonta a illo tempore y está envuelto en arcanos y simbolismos que es necesario definir, pues en no pocas ocasiones son la respuesta que los pueblos dan sobre su origen y cobran signos de veracidad. El primero es el dato que la ciencia ofrece; el segundo nos lleva ante dioses fundadores y pasajes no exentos de misterio y plenos de simbolismos. Los dos son válidos, pues provienen del hombre que, en su infinito pensar es el protagonista de los hechos humanos y, a la vez, el gran hacedor de los dioses (Matos, 2019).
Buscar los orígenes siempre ha sido prioritario para muchos pueblos de la Tierra y los mexicas no fueron ajenos a esto. Por otra parte, la fundación de una ciudad conlleva una serie de “señales fundacionales” por medio de las cuales los pueblos tratan de legitimarse. A partir de esto podemos plantear cómo los diferentes pueblos, los mexicas entre ellos, esgrimen razones tanto reales como míticas para cobrar presencia y legitimarse ante sí mismos y ante otras sociedades. Dos son las más evidentes: primera, aquella en que se busca la relación con la divinidad haciendo ver cómo fueron creados por los dioses y la manera en que éstos –o algunos héroes culturales– los guiaron a lugares promisorios y, segunda, tratar de relacionarse con otros pueblos de los que dicen descender y que son parámetro de grandeza humana, para lo cual hacen suyos sus mitos, dioses y otras características (Matos, 2006).
En este texto se presentan ambos aspectos referidos a los mexicas con base en dos fenómenos importantes: la migración y la fundación de su ciudad.
Tomado de Eduardo Matos Moctezuma, “De orígenes, migraciones y fundaciones…”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 124, pp. 10-15.

