Heráldica indígena. Iconografía tipo códice en los escudos de armas tepanecas
El escudo de Tlacopan y el de su gobernador don Antonio Cortés Totoquihuaztli
En enero de 1552, don Antonio Cortés Totoquihuaztli escribió su primera carta a Carlos V, solicitando un escudo de armas para sí mismo y otro para su pueblo. Para la obtención del primero, don Antonio le hizo notar al rey que era descendiente de los señores que siempre gobernaron Tlacopan pero, sobre todo, la participación de su padre y la de él mismo cuando cercaron y conquistaron a los de Tenochtitlan. Con el fin de conseguir el escudo de armas para su pueblo apeló entonces a la importancia que tuvo Tlacopan en tiempos prehispánicos, como miembro de la Triple Alianza, y describió la vital participación de los tlacopaneca en la Noche Triste, pues gracias a ellos algunos españoles lograron salvarse.
En sucesivas cartas, don Antonio reiteraba sus argumentos, los cuales reforzaba señalando la labor de Tlacopan en combatir la antigua religión, ensalzando aún más si cabía su papel en la conquista de Tenochtitlan. Los escudos finalmente llegaron en 1564 y en ellos sobresale su iconografía relacionada con la guerra y la conversión religiosa, pero también con la cosmovisión mesoamericana. Debido a la similitud de ambos escudos, se tomará el de don Antonio Cortés Totoquihuaztli como base del comentario.
En el cuartel central de la parte superior del escudo se representó el glifo de la ciudad de Tlacopan mediante un cerro y unas flores. Sabemos que en tiempos prehispánicos –y todavía durante la Colonia– el concepto altépetl (agua-cerro) se utilizó para hacer referencia a una comunidad o pueblo. Iconográficamente este concepto se expresaba mediante un cerro (tépetl), de cuya base a veces fluía agua (atl), y sobre el cual se dibujaba otro elemento iconográfico que daba nombre al sitio en cuestión. En este caso se dibujaron dos flores como varillas (tlaco-tl), que con el locativo (-pan), representaban el nombre de Tlacopan.
El glifo es muy similar al del Códice Mendoza, aunque allí se dibujaron tres varillas y no dos. En esta composición también aparece un árbol en la cima del cerro, de cuyas raíces brota agua, además de un león flamígero abrazado a dicho árbol. La iconografía no es de fácil interpretación. Aunque el agua no fluye de la base del cerro sino del árbol, parece que la idea es la misma, pues al fin y al cabo sale de su interior. En cuanto al árbol, es probable que haga alusión al árbol primordial o cósmico, eje de la quinta dirección.
El león, animal que por excelencia simboliza el espíritu guerrero y por tanto la fortaleza, está asociado al dominio, la soberanía y la bravura. El que sea un león flamígero parece significar el vigor de las acciones, al menos en la Europa de entonces, y que aquí se harían extensivas al pueblo tlacopaneca.
María Castañeda de la Paz. Doctora en historia de América por la Universidad de Sevilla. Investigadora en el Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM.
Miguel Luque Talaván. Doctor en historia por la Universidad Complutense de Madrid y profesor en esta misma universidad. Ambos autores preparan un libro sobre heráldica indígena
Castañeda de la Paz, María y Miguel Luque Talaván, “Heráldica indígena. Iconografía tipo códice en los escudos de armas tepanecas”, Arqueología Mexicana, núm. 105, pp. 70-75.
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