Mesoamérica: una civilización originaria

Miguel León-Portilla

Muchas culturas y civilizaciones han existido a lo largo de la historia universal. Han nacido, se han desarrollado y han muerto o se han transformado. Pero en los procesos civilizatorios, hay pocos que deben reconocerse como originarios, es decir, que su origen se ha producido autónomamente, como ocurre en el caso de Mesoamérica.

 

I. Las civilizaciones originarias

 

Captar la diferencia que hay entre cultura y civilización es importante en este contexto. El concepto de cultura, en su sentido antropológico, comprende el conjunto de atributos y elementos que caracterizan a un grupo humano, así como cuanto se debe a su creatividad. En lo que concierne a aquello que lo caracteriza, sobresalen sus formas de actuar y vivir, valores y visión del mundo, creencias y tradiciones. En lo que toca a su capacidad creadora, son clave sus sistemas de organización social, económica y religiosa, sus formas de comunicación, adquisición y transmisión de conocimientos, adaptación al medio ambiente y aprovechamiento de sus recursos. En este sentido, todo lo que hace y crea un grupo humano es, en última instancia, cultura.

El concepto de civilización, en su acepción antropológica, no se contrapone a cultura, sino que es una forma más desarrollada de ella. En una civilización hay vida urbana, es decir, ciudades y formas más complejas de organización social, política, económica y religiosa, especialización en el trabajo y creaciones tales como precisos cómputos del tiempo, escritura, centros educativos y producción de lo que hoy llamamos arte.

Ahora bien, en los procesos civilizatorios que ha desarrollado la humanidad, hay algunos que deben reconocerse como originarios, es decir, que en su origen se han producido autónomamente. Todas las otras civilizaciones, por muy desarrolladas que hayan llegado a ser, deben considerarse como derivadas o encaminadas por distintos núcleos civilizatorios. En la historia universal son pocos los casos de civilizaciones originarias. En Egipto y Mesopotamia surgieron dos muy importantes núcleos civilizatorios que influyeron luego en el ámbito del Cercano Oriente, en Fenicia y Palestina, en las islas del mar Egeo y otros lugares. Grecia, que llegó a ser dueña de una extraordinaria cultura, no fue una civilización originaria, ya que es impensable sin la influencia de Egipto. Otro tanto puede afirmarse respecto de los persas y otros pueblos que recibieron la influencia de los mesopotamios.

Fuera de Europa pueden identificarse otros dos núcleos civilizatorios originales: los de los valles del río Indo y del río Amarillo, este último en China. El primero influyó en Indonesia, Indochina y otros lugares. El segundo permeó culturalmente a toda China, Corea, Japón y varias regiones más.

 

León-Portilla, Miguel, “Mesoamérica una civilización originaria”, Arqueología Mexicana núm. 79, pp. 18-27.

 

Miguel León-Portilla. Doctor en filosofía por la UNAM. Miembro de las academias mexicanas de la Historia y de la Lengua, del Colegio Nacional y de la National Academy of Sciences, E.U.A. Autor de numerosas publicaciones y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Miembro del Comité-Científico Editorial de esta revista.

 

Texto completo en la edición impresa. Si desea adquirir un ejemplar: http://raices.com.mx/tienda/revistas-los-huastecos-AM079